Virutas F1El águila bipolar

La culpa es del gobierno. Siempre lo es porque son los que toman las decisiones que afectan a todos, y en esto de la velocidad la culpa es del gobierno de la carreras: la FIA. El problema es que la FIA decide bien; lo que está mal es la enfermedad que padece el que decide.

9 min. lectura

Publicado: 08/07/2019 13:30

La FIA promueve la seguridad vial en los Grandes Premios de Fórmula 1 a través de su campaña 'Action for Road Safety'.

Facebook emite una criptomoneda para convertirse en una entidad bancaria, Telefonica pasó de encarrilar llamadas a crear más series que las televisiones al uso, o el fabricante de aspiradora Dyson anda desarrollando su coche eléctrico… Vivimos en la era de la bipolaridad, del cambio de roles, y al mismo tiempo la obligación de tener que defender un Plan A y un Plan B porque se vive de los dos. Grandes jugadores del planeta padecen el conocido como trastorno afectivo bipolar de acuerdo con la nomenclatura psiquiátrica, y es que la FIA es uno de ellos y también se ve afectada por esta dolencia.

Si para los derechos humanos tenemos la ONU, para lo militar la OTAN, para la cultura la UNESCO, para el transporte de personas, la movilidad, y la seguridad en carretera tenemos… ¿a la FIA? Sí, amiguitos, a falta de una máxima autoridad en lo tocante a impedir que como cada año 1.300.000 personas pierdan la vida por cuestiones automotrices el encargado de velar porque esto no ocurra es Jean Todt. Es el mismo que aplaude que haya unos tíos que embozados en un tecnológico pijama de algodón intenten no matarse cada domingo poniendo sus ingenios a 350 kilómetros… por ahora.

La FIA es un conglomerado de casi tres centenares de federaciones, asociaciones de conductores, aseguradoras, y de forma tangencial toca a marcas de coches, petroleras, y de un tiempo a esta parte hasta compañías eléctricas y todo lo que huela a gente subida en un coche. El dilema es que hay mucha clientela diversa a la que atender: desde el labriego de Soria que ara el campo en un John Deere hasta un hindú que surca las calles de Bombay en su Tata Nano, pasando por Lewis Hamilton ganando oooootra vez en donde toque ese fin de semana. De esta conexión entre el suelo y el cielo llegan los problemas de personalidad del ente que ha de casar en una jugada única la intencionalidad del todo. Es un mal ejemplo para el conductor medio que unos carreristas hagan el cabra con sus monoplazas celebrando victorias, así que se prohíben las derrapadas y ya parecemos gente de orden y con el sentido común que necesitan los jóvenes a modo de ejemplo.

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Del cuidado en las formas y usos en nuestras calles hemos acabado heredando un deporte al que se le elimina lo aparentemente bárbaro, la animalidad, y lo emocional. En la temporada 2019 casi echamos de menos los carteles virtuales donde leíamos “Bernie says don´t drink and drive (Bernie dice no conduzcas mamao)”, no porque Bernie fuera un paternalista amigo que da buenos consejos, sino porque si Heineken patrocina esto de las carreras hay que dejar claro que sí, que mucha cerveza, pero de la manera debida y había que compensar. ¿Y qué te piensas, que tras ese letrero no estaba la FIA? En el Siglo XXI la responsabilidad corporativa suma enteros en la bolsa de valores de la vida social, política y publicitaria y en la Plaza de la Concordia estas cosas puntúan doble.

En su papel de Guardia Civil planetario Todt se gasta ingentes cantidades de dinero, realiza campañas, y pone mucha energía en pos de la seguridad… porque es que forma parte de sus atribuciones. El problema es que un Airbus A380 vuela y un Eurofighter también, pero las reglas, necesidades, y finalidades que atienden son muy distintas; tanto como que uno lleva a gente de forma segura de un lado a otro y el caza va de un lado a otro a mandar gente al otro barrio. La FIA tiene dos fuegos que atender, en las vías públicas y en los circuitos, y esta dualidad nos ha dirigido a que todo lo que ocurra en una pista sea regulado como si del tráfico se tratase y no es plan. La Fórmula 1 tiene varios problemas y uno de ellos es la sobrerregulación. Luces, banderas, devolución de adelantamientos mal hechos, sanciones de cinco segundos, carnets por puntos, Superlicencia, comité arbitral, el VAR, que si este alerón es muy largo, que si las órdenes de equipo, que si estos neumáticos y no aquellos…

Las carreras de cuadrigas en tiempos de los romanos fueron el deporte más popular de todos los tiempos por muchas razones y una de ellas es que eran salvajes. En la segunda acepción en el diccionario de la RAE acerca de la palabra salvaje, su definición remite “dicho de un animal: no domesticado”, y es que lo salvaje no es que no tenga reglas, es que tiene las suyas propias. Si una carrera, que es una guerra en miniatura, se acaba domesticando ya hemos visto lo que ocurre: que se transforma en procesión ante el temor de ‘tocar al de al lado, exceder la velocidad en boxes, tocar por detrás, cuidar de las gomas…’ El esfuerzo no es ir a toda mecha sino, ‘no abusar de las reglas’. Hay muchos ejemplos, y aunque las carreras requieren de unas regulaciones, muchas veces ni son claras, ni se entienden siempre, ni se explican bien, y en muchas ocasiones joroban el espectáculo más que lo mejoran.

"Si una carrera, que es una guerra en miniatura, se acaba domesticando ya hemos visto lo que ocurre"

Si en el plano técnico y financiero la Fórmula 1 empieza a necesitar otras ecuaciones, en el plano arbitral puede que sea el momento de dejar de apretar contra las esquinas a unos púgiles que malamente pueden atizarse. Es hora de que la FIA se replantee su papel en la película: o sopa o teta. FIA es una entidad privada con atribuciones públicas, pero padece una bipolaridad nociva que tizna de lo no deseado a lo que arrastra pasiones, mueve dinero, y es una de sus principales fuentes de economía.

Cuando se cambió al motor de seis pistones la FIA quería cuatro porque las autoridades europeas querían empezar a olvidarse de los motores de explosión. La FIA hace palmas con las orejas en favor de la Fórmula E porque los políticos están poniendo toda su carne en el asador en dirección a este tipo de movilidad a base de chispazos. La FIA prohibió lo de hacer donuts de virutas de goma para celebrar las victorias al acabar las pruebas, vaya a ser que Matías El Humilde y su particular legión de amigos abusones del acelerador les tomen como ejemplo y acabemos teniendo exhibiciones en rotondas y avenidas. Da igual que sea Vettel, Lewis o Maldonado el sancionado, ni tampoco se trata de dejar que los pilotos se maten en pista entre ellos, pero las carreras eran mejores cuando esta rienda estaba más suelta. Al final, tener que poner orden en dos cielos a la vez nos ha llevado a esto. Pues que me dejen el mío como estaba.

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