Apalear a Alonso
En la temporada 2002, Joaquín Sabina, sacó un disco llamado «Dímelo en la calle». El año en que cierto piloto español estuvo echado en barbecho, el jienense se hacía fotos para la portada de un álbum vestido como un boxeador apaleado, que, cerca del derribo y con el rostro sanguinolento, planta cara.

Así es como algunos empiezan a ver a Fernando Alonso: cerca de la lona. Por eso, parece que se ha vuelto viral lo de atizarle ante su edad y la falta de resultados. El asturiano emula al boxeador del cantante, y no se saca los guantes.
Si el de Úbeda era hijo de un policía, de los de pistola al cinto y bala en la recámara, el bicampeón es hijo de un artificiero de la mina asturiana. José Luis manejaba explosivos cuando Fernando empezaba su carrera deportiva, y pinta que el piloto aún guarda una buena cantidad de pólvora en sus bolsillos. Aunque se pasa las críticas por el forro del mono ignífugo, hay quienes dudan de cuánto le va a durar.
La calidad del asturiano no debería ser puesta en duda a pesar de que no gane una carrera desde hace casi doce años. En este periodo se ha encaramado en la madera en nueve ocasiones, ocho de la mano del sorprendente Aston Martin de inicios de 2023. No sale ni a un cajón por año, incluso si quitamos las dos temporadas en las que estuvo alejado de la categoría.
Si, Ysilandia es un país que siempre sorprende, aunque para el que rara vez te dan visado
Críticos y observadores de diverso pelaje están empezando a cansarse de la ausencia de resultados. Ya le sustituyen por Max Verstappen en un futuro, le espetan que Lance Stroll se le esté acercando —ahora mismo lo supera por 10 puntos a 0—, o que vive de las rentas en un claro declive de rendimiento que queda solapado por coches mediocres.
Todos ellos deberían tener claro que Fernando es uno de los pocos pilotos de este siglo que han sido capaces de adelantar a su coche. Por norma general, cada piloto llega a donde su monoplaza le permite, y rara vez se llega más allá. Sin embargo, tipos como Michael Schumacher, el propio Alonso, Lewis Hamilton o más recientemente Max Verstappen, han demostrado que adelantaron a sus mecánicas.
Ya fuera por velocidad, por estrategia, por eludir problemas, o por sacar más partido de lo que manejaban, ganaron carreras que no tenían que haber ganado. El resto de pilotos han hecho esto de manera puntual, muy puntual, o directamente no lo han hecho nunca.
Fernando Alonso Díaz soplará 44 velas el próximo 29 de julio de 2025. Lo hará como piloto titular en activo, y con una de las carreras deportivas más longevas de la historia. Pero en su vigesimosegunda temporada, y tras dos carreras, le ocurre algo pintoresco: no sale en la tabla de resultados.

No es que FIA o la organización le tenga ojeriza y le haga de menos. Es que no ha terminado ninguna de las dos pruebas en las que tomó la salida, y no cumplimentó el 75 % de las vueltas programadas. Esta es la razón por la que queda fuera de la clasificatoria en un mundial en que hay veinte inscritos y solo diecinueve aparecen con al menos un rosco en su casillero. ALO no tiene ni eso, que ya es raro.
Fiel a su costumbre, el bicampeón entrena sus 171 centímetros como si fuese a empujar su AMR25 durante toda una carrera, practica el veganismo y se alimenta como una modelo de pasarela. Su grado de compromiso queda fuera de toda duda, en su equipo están contentos con él, su aportación técnico-táctica es valorada como la de pocos, y no parece haber fricciones a pesar de los resultados.
La disyuntiva reside en que, de manera ineludible, la edad siempre nos acaba lastrando a todos. Una lesión en un brazo de la que tarda en recuperarse más de lo habitual como el de los entrenamientos de Australia hace unas temporadas, un pinzamiento en un nervio, unos viajes que pesan cada vez más… No hay cuerpos eternos por muy bien engrasados que estén, y aunque diga que pilota como nunca, hay quien afirma que ya no es el que fue. Puede que lleven razón o puede que no; el problema es que no estamos en disposición de medirlo con exactitud.
Quien crea que sería capaz de superar a todos los demás con el mejor de los coches, es muy dueño, pero es muy probable que se equivoque. Por contrario, también errará en su juicio el que piense que sería dejado atrás con facilidad por media parrilla si contase con el mismo material. Opinar es fácil; es más complicado razonar lo que se afirme, sobre todo cuando no se dispone de los datos analíticos precisos, y esto es lo que ocurre.
En la última década, el asturiano, y de manera promedia, ha dispuesto de coches de entre cinco y diez décimas más lentos que los que logran los mejores registros, a veces hasta peores. Incluso en el desconcertante inicio de 2023, su AMR23 estaba lejos de poder pillar a los imparables Red Bull que aquel año ganaron el 95,45 % de las carreras, o sea, todas menos una.
El rendimiento de aquel coche verde se hundió cuál piedra en río, y ni antes ni después, dentro de la última década, Alonso estuvo en una situación tan favorecedora. Cuando el resto de equipos terminó su pretemporada dentro del calendario de pruebas, la cabalgada verde terminó, los coches ajenos mejoraron y el propio empeoró. Todo esto nos lleva a una conclusión sencilla: la balanza que pesa el rendimiento del piloto está torcida hace demasiado tiempo como para obtener certezas indiscutibles.

El mejor Alonso siempre ha aparecido con coches inferiores, y su monoplaza no es de los más rápidos desde hace una década. Pero para observar el culmen de sus capacidades, traducidos en resultados, es necesario que tenga un monoplaza en el entorno de los 3-5 décimas más lento que el mejor. Ahí se podrían recaudar unos resultados que no llegan, y poder cuantificarlos con un sistema de pesaje más preciso.
Los concursantes que más rápido van ruedan a dos, tres, o puede que cinco décimas por delante de sus perseguidores. Este salto prestacional conlleva mayor esfuerzo físico, más atención, más reflejos, más capacidades, los errores se pagan más caros, y el agotamiento físico y mental afecta mucho más que cuando se gira tan solo un poco más lento. Los pilotos que van delante sufren más, se desgastan más y necesitan de mayores requisitos en lo tocante a sus capacidades.
Alonso no está ahí desde hace mucho; quizá algo durante 2023, y podría decirse que por aquel entonces cumplió como se le supone. Pero cuanto más lejos queda esto en el tiempo, menos referencias claras y evidentes quedan en el aire.
De forma visible, los pilotos brillantes de F1 pasan por un ciclo vital bastante parecido. Llegan, se desarrollan, se hacen con la categoría, trepan tabla arriba, ganan e incluso campeonan, mantienen durante un tiempo sus capacidades, y luego tienden a caer en rendimiento. Cuando esto ocurre, los equipos grandes dejan de interesarse, las victorias y presencia en pódiums se van reduciendo, y llega la retirada.
Pesan los viajes, un sueldo decreciente, menor reconocimiento, hijos que preguntan por su padre cada fin de semana, o se piensa dos veces en eso de jugarse el bigote los domingos. Cada cual tiene sus motivaciones, ya sea gastar su fortuna, otras aventuras empresariales, una familia que requiere mayor presencia, o sencillamente el cansancio y querer cambiar de aires.
Al de Oviedo apenas se le conocen inversiones, ni aventuras inmobiliarias, papeleras, aeronáuticas o tecnológicas como a otros. No tiene críos con cumpleaños acumulados sin celebrar, y no es de los que lo tiran; más bien es parco en gastos y vive con cierta frugalidad. Esta es la razón por la que afirma que se retirará cuando deje de ser rápido o el cuerpo se lo pida; no tiene especiales necesidades y aún puede elegir.
Aston Martin tiene al piloto perfecto para desarrollarse como escudería. Saben que van a tardar un tiempo en ganar, y un bicampeón que se resigna a no luchar por victorias ni títulos no le va a poner dinamita bajo el culo a los que deciden cosas. Aunque diga que está ahí para ganar, tiene claro que esto no va a ocurrir; es algo que sabemos todos. “Pero y si…”. Si, Ysilandia es un país que siempre sorprende, aunque para el que rara vez te dan visado.

Con el considerado octavo coche de la parrilla, sexto en el mejor de los casos, al menos una docena de participantes tendrán que hacerlo peor de lo previsto. Eso o romper, estrellarse, o ponerse malísimos la noche antes para poder llegar a lo más alto de forma natural. Un piloto campeón puede aportar las dos o tres décimas que le acerquen a otro menos dotado, pero que cuente con mejor material. Pero las horquillas de un segundo son insalvables hasta para el mejor de la parrilla.
Fernando Alonso seguirá corriendo mientras sea bienvenido en al menos un equipo. Los pilotos no van a donde quieren, sino a donde les quieren. De momento, sirve a los intereses de su contratante, que digan lo que digan no es ganar carreras, sino armar una escudería que esté en disposición de hacerlo. Camino de ello van, y los mimbres se están embridando, pero les queda.
El fin del bicampeón está cerca, pero ni tanto como muchos creen, ni tan lejos como a él le gustaría. Lo de ganar… eso es otra cosa. Y mientras, que siga sonando Joaquín Sabina, que se lleva retirando de la música desde hace más de una década, sin embargo sigue llenando teatros con sus coplas. Como a Alonso, cuando le llamen viejales, «que se lo digan en la calle».
Fotos: Aston Martin Racing
