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El asiento más incómodo de la Fórmula 1

Cada año, los sastres de la Fórmula 1, construyen dos decenas de butacas que sientan como un traje hecho a medida para nuestros viente chicos. Son unos cuarenta o cincuenta si contamos los de probadores, y unas cuantas alternativas para los titulares. Entre todos ellos, hay uno que es una máquina de tortura.

El asiento más incómodo de la Fórmula 1
Checo Pérez, a bordo de su Red Bull RB20

14 min. lectura

Publicado: 15/07/2024 13:00

Es duro, incómodo, pincha, corta, hiere y hasta muerde. Es el segundo escaño más deseado del planeta, y, sin embargo, es al mismo tiempo, el más peligroso, desagradecido y doloroso: es la segunda plaza del equipo líder. El segundo mejor asiento es también el más chungo de todos.

Nadie se acopla en un Fórmula 1 como en el sofá de su casa. Aunque esta pieza fundamental del hogar esté vieja, desvencijada, y aún conserve los tapetes de hilo que tejió la abuela, siempre será más confortable que el escaño de un monoplaza. El más incómodo de todos ellos, te parecerá una cama balinesa con sombrilla y mojito añadido si lo comparas con el de fibra de carbono de la F1.

Es un asiento móvil, los equipos se lo van pasando, y en lo que va de siglo lo han tenido instalado los Ferrari, los Red Bull, los Brawn, y los Mercedes. Ahora mismo su ocupante es el mexicano Checo Pérez, y sus heridas en la espalda y las posaderas le están haciendo sangrar.

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El RB20 tiene cartel de ser un coche complejo de pilotar. Pero el auriga neerlandés lo domina a placer

Dolor

El azteca sufre los rigores de la temporada, y aunque sea un magnífico corredor, lleva demasiado tiempo con un déficit de resultados que hacen negar con la cabeza a sus jefes. Los pilotos rara vez son una roca incólume ajena al tiempo, y tienden a pasar por ciclos. Ascendente cuando llegan, y descendente al final de sus carreras. Por cuestiones cronológicas, Sergio está lejos de mirar hacia la puerta, pero no está donde se le supondría con el material de que dispone.

Los más conspiranoicos afirman que su monoplaza no es el mismo que el de Max Verstappen, que lidera con un coche que no es tan bueno como el del año pasado, y pocos dudan de que acabe llevándose el título. Pero la pregunta que queda en el aire es, ¿por qué el de Guadalajara está sexto con menos de la mitad de los puntos que su compañero?

Puede que haya muchos que salten ante la afirmación que Max es el líder del equipo. Debería saber que no está ahí por caer bien a Helmut Marko, sino por su trayectoria, títulos, número de victorias, funcionamiento interno, y reconocidas capacidades. A Checo le tocó en suertes estar en el equipo —vigente— campeón, pero en el papel de escudero.

El guion establecido

Los escuderos tienen varias funciones prácticas, no obstante la suma de ellas no se están cumpliendo. Una, vital para la salud financiera de la parte contratante, es restar sumar puntos al equipo para lograr el título de constructores. Es absurdo pensar que Red Bull conspira contra su piloto porque la consecuencia directa es perder en el conjunto, y hablamos de perder dinero. Hay quien afirma que su coche corre menos, que va mal, que es muy distinto al de Max. No tiene mucho sentido, nadie gana con esto. No hay una gran diferencia entre ambos coches cuando salen a pista. Una dureza de suspensiones aquí, menos ala allá, una pieza nueva para uno que llegará al otro a la siguiente carrera… poco más, y casi siempre salido del sesudo consenso entre piloto e ingenieros.

Helmut Marko no ve clara la continuidad de Sergio Pérez en Red Bull.

Hay más calidad en las manos del segundo piloto de Red Bull que lo que la tabla de puntos refleja. Pero son los puntos de lo que viven los equipos, y resulta urgente recuperar el espacio perdido. De forma lógica, y con un coche dominante —que no es el caso—, un segundo piloto debería acumular entre el 50 y el 75 % de los puntos del primer espada. Estar segundo-tercero, sería lo razonable, un cuarto entra dentro de una situación asumible, pero un sexto puesto, si solo miramos los resultados, está muy lejos de lo debido.

Es posible que el de Jalisco no sea el piloto perfecto para liderar un proyecto ganador, al menos ningún equipo le ha llamado para interpretar ese papel. Pero es un magnífico segundo piloto de equipo grande y que anda en horas bajas. Red Bull le ha renovado en fechas recientes, pero el director deportivo de la escudería azul no se ha callado cuando le preguntaron, y su renovación está cogida con pinzas ante la tesitura palpable. Hasta el propio Checo dice que necesita avanzar, recuperar unas décimas que están agazapadas en alguna parte. Ojalá de con ellas.

El Primer Caballero

El papel de ser El Primer Escolta es muy complicado. Si miramos desde inicios del XXI, de esto saben mucho Felipe Massa, subcampeón, Rubens Barrichello, subcampeón, Mark Webber, casi subcampeón, Valtteri Bottas, subcampeón o Nico Rosberg, un campeón que antes fue subcampeón. Ser el último es muy duro, pero ser segundo puede que lo sea aún más.

El que cierra la tabla ya sabe, desde la primera carrera, que es bastante probable que le toque ese desagradecido premio. Por contra, el segundo es el que tiene el título al alcance de la mano, y no llega porque sus dedos no son lo suficientemente largos y le falta apenas un palmo. Si a esto añadimos que en muchas ocasiones hay acuerdos internos, incluso legales y firmados que impiden superar al cabeza de cartel, el trasunto se vuelve más corrosivo aún.

La elección de ese empleo tampoco es sencilla. En la parrilla siempre hay tres o cuatro pilotos geniales que con el coche adecuado podrían ser campeones. Muy pocos de ellos querrían compartir equipo y box con los otros de su nivel. La experiencia dice que suele ser una fuente de problemas, «que si dos gallos en el corral, que si todos quieren lo mejor para sí», y al final ocurren choques internos tipo Prost-Senna o Alonso-Hamilton. Esto suele acabar mal, y son situaciones muy difíciles de manejar. Que le pregunten a Jo Ramirez o Ron Dennis… o a Chris Horner cuando aquello del Multi-21.

Condicionantes extradeportivas

Hace poco se ha sabido que tras la salida de Mercedes por parte de Hamilton, Toto Wolff pensó en Fernando Alonso. Es la primera vez, que se sepa desde el jaleo de 2007 y el Spygate, que en este equipo hayan querido contra con él. Aquel año McLaren desembolsó la multa deportiva más cara de la historia y uno de los que le echó la cruz —se dice— fue Dieter Zetsche, el bigotudo presidente de Daimler, pagano del 40 % de aquella cuantía total valorada en 100 millones de dólares. En aquellas fechas ese era el porcentaje de propiedad que mantenía la marca sobre la escudería de Woking. Esta decisión apunta a que Alonso, que su pesar estuvo involucrado en el jaleo, declaró lo que fuera que fuese en aquella maraña y no gustó en Stuttgart. Todo fue muy nebuloso.

Sin Zetsche por medio, ese matrimonio si podría ser, pero el de Oviedo se negó ante la oferta de una sola temporada. Todo hace pensar que lo ofrecido no fue más que un contrato de emergencia —de temporero— ante la posible llegada en 2026 de Andrea Kimi Antonelli con un paso por Williams a modo de autoescuela. La situación en Mercedes hubiera sido sustituir a una estrella por otra, con un George Russell asumiendo lo que le toca a día de hoy: escolta, y por lo tanto, sin tumulto interno al menos de manera previsible. La cuenta no salió, Alonso se quedó vestido de verde, y Toto necesita un culo para su asiento libre en un equipo de los que este año ganan carreras.

Los pilotos ganadores, los campeonables, tienden a liderar los dos o tres equipos que cada año son los llamados a visitar el pódium con asiduidad. Prefieren liderar algo bueno, a luchar como segundones contra su compañero de equipo en un reparto de poderes visible. Pero el segundo piloto de un segundo o tercer equipo, no han de soportar la presión que ejerce desde arriba el peso del líder. No estar a su altura, o no muy cerca de él, es doloroso. Patinazos y errores cuando se espera de ti que acabes sexto, u octavo en el peor de los casos, se pueden perdonar. Pero no quedar segundo con el mejor coche en la mayoría de las carreras, es permitir que otros con peor material te dejen atrás. Esto pasa a ser la humillante evidencia de que no estuviste a la altura.

El RB20 tiene cartel de ser un coche complejo de pilotar. Pero el auriga neerlandés lo domina a placer, acumula más victorias que nadie, y se encamina hacia su cuarto título consecutivo sin despeinarse demasiado. No ejerce el dominio pavoroso de 2023 aunque pocos ponen en duda su liderazgo. El chumbo se lo come el que le acompañe. Si Checo fuera desplazado, no iba a haber muchos y grandes sustitutos que quisieran ejercer ese papel. Se habla de Ricciardo, de Tsunoda, o incluso de Sainz.

Abanico muy abierto

Lo del primero es complicado, está muy lejos de su estado de forma cuando ya pisó ese box. Lo del japonés haría sonreír a Honda, pero tampoco está tan claro. Por su parte, el madrileño no acaba de deshojar la margarita, y la sospecha general es que está esperando a que ocurran cosas en Red Bull o Mercedes, hasta que las condiciones se adapten a sus deseos. Todo lo que no sea ir ahí, es ir a un sitio peor… pero ir a escoltar a Max, tras lo tensionado del ciclo en Toro Rosso, no. Muy enrevesada tendrá que ser la situación para que se de esa tesitura.

Lo ideal sería que Checo mejorase, se mantuviera donde está, porque tiene el nivel para viajar en ese vagón. Pero en caso de que Marko le arroje del tren, tampoco te creas que su asiento es el más deseable de la parrilla. Al revés, es un pastel envenenado que tiene un gran aspecto, pero que siempre acaba matando. Pregunta a Massa, Barrichello, o Webber; al salir de esa incómoda plaza ninguno pasó a un equipo grande, sino a otros más pequeños, o directamente hicieron el petate.

El segundo asiento de la parrilla es como una mujer fatal de cine negro: seductora hasta la médula, letal hasta decir basta. Quien tenga esa elección delante, ya sabe a qué se arriesga.

Fotos: Red Bull Content Pool

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