Championship material
Andrea Stella lo sabe muy bien: la presión no mata, pero te corta las piernas. Conoce bien el paño porque ha echado los dientes en el equipo más apretado del mundo, Ferrari. Los fans, la prensa local, el orgullo nacional, los accionistas, y la historia se unen a la sombra perenne de Enzo Ferrari, que mira desde las alturas y arruga el entrecejo cada mañana.
El que fuera ingeniero de pista de Fernando Alonso hizo una fuerte apuesta personal, y acompañó al asturiano cuando decidió hacer el petate para volver a Woking. El hijo pródigo retornó al único lugar donde ha tenido un coche mejor que los de todos los demás; el problema es que en su segundo ciclo con McLaren recabó los más funestos resultados de su carrera en el plano deportivo. El bicampeón se hartó de no ganar y se largó, pero Stella se quedó.
Este romano vivió en Maranello en la cultura del miedo. Si no se rinde, te despachan sin muchos miramientos, y el que comete errores es señalado, que de manera habitual busca la culpa ajena. Esa es la razón por la que mucha gente esconde cosas, no comparte todo, y la información se atasca. De cara a la galería todos son hermanos y ganan o pierden juntos, pero no se mueven como un conjunto, sino como un rebaño de islas.
Los navíos más rápidos y eficientes que dominaron el Mediterráneo antes de Cristo eran los trirremes griegos. Su secreto era sencillo: todos remaban en la misma dirección al ritmo de un tambor. Andrea ha soplado su flauta, y ha creado una atmósfera favorable en la que su tropa papaya se dedique a desarrollar ideas, y no rivalidades o temores. Es lo que él denomina championship material, un giro gramatical que repite a cada poco.
La idea la arrancó Zak Brown, «éramos el lado oscuro», solía decir
El italiano huye de someter a látigo a su pequeño ejército… y le ha funcionado. La escudería que creó Ron Dennis ha cambiado su ADN de arriba a abajo, y ha pasado de ser un cuartel militar a un lugar más relajado, donde el personal desea estar, en lugar de esperar con impaciencia que llegue la hora de pirarse.
Uno de los mayores cambios físicos en el entorno es el más significativo, que aunque no tenga afección directa en las prestaciones de los coches, sí que la tiene en las de su personal. La sede de McLaren, el MTC, se atiene a las regulaciones constructivas del condado de Surrey. No puede levantar mucha altura, pero puede ahondar hacia abajo. Esa es la razón por la que media factoría está por debajo del nivel del suelo.
En la planta inferior, esa a la que los empleados llaman jocosamente «la cueva», estaban situados los hornos y máquinas computerizadas de cinco ejes. Se las ha sacado de allí y en su lugar no es que vaya un gimnasio como lo conocemos todos, sino algo mucho más ambicioso: un centro de bienestar. Aparte de la consabida sala de máquinas, se añade una de masajes y hasta un gabinete psicológico que tratará a todo a toda la sección deportiva en McLaren. No solo eso, sino que estará abierto las 24 horas del día, de libre uso para los empleados. Se perderán las omnipresentes mochilas del Basic Fit, pero se ahorrarán la cuota mensual.
Este cambio está trayendo un curioso fenómeno. Muchos técnicos de la escala básica, no por formación sino por la escalera laboral, como los cuasi becarios o recién contratados —los «graduates»—, tienen un sueldo más escaso y en ocasiones comparten piso o hasta habitación. En el entorno este gasto mensual es caro, se pillan casas pequeñas, y que tienen el espacio limitado. Lo que ha ocurrido es que se han visto incrementadas las horas presenciales en el centro. La conclusión lógica es que están mejor allí que en su propia casa.
El plan es justo ese, que deseen estar allí; la idea no es ir a trabajar, sino a disfrutar. Puede parecer chocante, pero ayuda a mantener al personal motivado. Una frase recurrente del italiano es «estrés saludable», que se traduce como sentirse confortables dentro de la incomodidad.
Otra de sus jugadas es lo de la pasta. Se están revisando muchos salarios, aunque para esto necesitan la ayuda de FIA. McLaren es uno de los mayores defensores de elevar los límites presupuestarios, porque los sueldos de los ingenieros entran dentro del budget cap. Cuando la gente está feliz, y la pasta es importante, el grado de compromiso es superior, porque nadie quiere perder ese status.
Stella sabe mucho de agua y de olas, no en vano se licenció en ingeniería aeroespacial con una tesis acerca de hidrodinámica. Ha aplicado algo del ritmo mediterráneo cuyas mareas tan bien conoce, y eso que nadie daba un leuro por él cuando se le presentó como capo. Con la salida de Andrea Seidl, McLaren se quedó sin cabeza visible, y han encontrado un dos en uno; un gran técnico y un gran manager, y a los resultados nos remitimos. McLaren ha tardado una década en liderar la tabla de constructores, y ha sido bajo su mandato.
Zak Brown le dio una oportunidad y la ha aprovechado. A veces puede ser cálido y a veces algo brusco, pero consume mucho tiempo en visitar todos los departamentos y hablar con todos, una costumbre poco frecuente. Siempre va acompañado por su secretaria, una espigada inglesa que toma notas en silencio de forma continua, aunque tiene dos más en turno doble.
Andrea quiere saber, y hace muchas preguntas y da pocas órdenes. Sus discursos son aplaudidos, casi celebrados. El mensaje no implícito es «soy uno más de vosotros, pero alguien tiene que poner orden aquí. No soy un jefe, sino un compañero». Ha cargado de humanidad un lugar caracterizado por haber sido de manera tradicional un sito árido, seco, envarado y poco dado al sentido del humor que engrasa las relaciones.
Esa relajación ha traspasado incluso el aspecto que tienen sus feligreses. La idea la arrancó Zak Brown, «éramos el lado oscuro», solía decir. Cuando Dennis se cruzaba con alguien que entendía no cumplía con sus estándares, a los pocos minutos recibía un email o la visita de una secretaria con un mensaje del tipo, «plánchate mejor la camisa», «tienes una mancha, así que busca una limpia», «hazte bien el nudo de la corbata»; nunca era de forma directa, lo que resultaba más amenazador aún.
Ahora se ven cafés sobre las mesas, o platos con sándwiches de aquellos que quieren acabar algo temprano. Alguien dijo hace poco «esto se parece más a Google o Apple que a lo de antes», y no le faltaba razón. Las máquinas de café no echaban su líquido humeante sobre vasos, sino sobre conos, parecidos a cucuruchos de helado. De esa forma siempre estaban en las manos, no se podían colocar sobre el mobiliario; ahora sí. Saben que el café es la gasolina de muchas cabezas, y fomentan su uso; si antes se pagaba, ahora es gratis.
Cada vez que un nuevo empleado llega al equipo, le dan su team kit. Entre la ropa y accesorios de seguridad, hay un elemento más: una taza corporativa. También hay un vaso de cristal con el logotipo del equipo, con una banda de goma en la parte superior, te vayas a quemar. Si se usa algo reutilizable, las prácticas diarias se alinean con las metas de sostenibilidad del equipo y la categoría. El restaurante ha bajado sus precios, y aunque muchos siguen trayéndose su alpiste, hay más vida en la cocina.
Si alguien no quiere llevar camisa, no pasa nada, y la prenda favorita de todos es el polo. Los ejecutivos visten de manera más parecida a los de cualquier otro departamento, y en el comedor puedes compartir mesa con un ingeniero, un jefe, un operario que monta fibras o un electricista. Que existan menos diferencias de clases conduce a que haya más comunicación, que la gente comparta sus inquietudes, y que todo sea más fluido, menos formal. Cuando se reducen las barreras, todo se hace común y se tiende a apuntar en la misma dirección.
Hace poco llego un tipo de otro equipo, un chaval recién licenciado. Propuso un par de ideas —muy concretas—, y las pusieron en práctica. Nadie las discutió, nadie se ofendió y nadie se opuso. Si vienen bien, se aplican y todos contentos, pero asegúrate de que no nos haces perder el tiempo, artista.
El siguiente mensaje ha sido, «seguid trabajando como hasta ahora, sin obsesiones, los resultados ya llegarán. Siempre habrá problemas, pero no te preocupes, no te van a llamar de Recursos Humanos».
Andrea Stella, nacido en Orvieto en 1971, es un boomer que parece tener en el bolsillo el chisme ese de Men in Black. Parece haber recogido a todo su rebaño, y les ha pegado un chispazo mental con un mensaje claro: olvidaos de lo que conocéis, esto es otra cosa, que hasta os he puesto una guardería para cuidar de los niños. Si, niños en el MTC, lo nunca visto. Y están ganando carreras; puede que títulos. Por eso, Andrea dice cada día, que «tenemos championship material». No necesita traducción. La tabla de resultados tampoco.
Fotos: McLaren Racing