Virutas F1Los coches de Fernando Alonso
El Quijote a Rocinante, Luke Skywalker su cohete X-Wing, El Cid Campeador a Babieca, Son Goku una nube, El transportista Jason Statham sus Audis, Batman el Batmovil, Harry Potter su escobón, o el Capitán Kirk la nave Enterprise. Todos los héroes tienen un medio de transporte, y sin él, funcionan peor.
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Publicado: 02/11/2023 15:30
En la Fórmula 1 pasa lo mismo. Sin un buen coche no hay fiesta, y el jolgorio sube de volumen a mayor calidad de la cabalgadura. Por eso, en cierto modo, todos los pilotos son presos de las capacidades de su mecánica.
Da igual si son más caballos, una aerodinámica mejor, unas suspensiones mágicas, unos escapes soplones o cualquier invento que ayude a agitar las alas al Ícaro al volante. Por sus cualidades y eficacia, los monoplazas de esta categoría pueden ser divididos en cinco tipologías:
- Dominantes, que permiten arrasar al resto y que conceden títulos antes de acabar temporadas
- Los mejores de la parrilla, que conceden una ventaja y con ellos se consiguen victorias y títulos al final del calendario
- Buenos, con los que se pueden lograr victorias puntuales, pero no se ganan títulos subidos en ellos
- Mediocres, con los que un buen día se puede pillar un pódium aunque te condena a vegetar en la zona media
- Malos, condenados a tener por meta el llegar a la zona de puntos, y poco más
Los habitantes del ático de esta escala emergen por la puerta de equipos muy establecidos, bien financiados, y con estructuras orgánicas sólidas. A esto hay que añadir que si tienen a directivos y responsables entrando y saliendo, los que llegan y los que abandonan siempre acaban pisando a sus compañeros de baile: su equipo. Las relaciones largas tienden a pagar dividendos, y la estabilidad es fundamental.
Nanografía
Fernando Alonso tuvo a principios del presente año un coche situado en una zona situada entre el estadio 2 y el 3. Su AMR23 no estaba como para pelear por títulos, ni tampoco por victorias, pero en un día acertado, un desvaído de los Red Bull, o unas circunstancias favorecedoras, podrían haberle otorgado su primera victoria en más de una década. Para su desgracia, ni Max Verstappen ni Checo Pérez se despistaron durante el primer tercio de la temporada.
A partir de ahí, cuando terminó la pretemporada para Mercedes y Ferrari, los de la estrella y el cavallino dieron caza a los coches verdes y se acabaron las celebraciones en la Stroll Band. En el plano de los resultados estaban cerca de los de azul, pero en tiempos no tanto. Con una parrilla tan compactada, al más mínimo resbalón, los que espabilasen iban a ocupar esa horquilla que les separaba de los Blues Brothers, y eso fue justo lo que ocurrió a continuación.
El acierto verde en los resultados se difuminó, las evoluciones acabaron lastrando más que reforzando, y el prometedor inicio de temporada de los de Silverstone quedó en espejismo, muy disfrutable, pero pasó a ser solo un recuerdo. Su bólido pasó de remojarse cada fin de semana con el champán a pelear por entrar en la Q3, y a veces hasta en la Q2.
Matrimonio infructuoso
Si el Rey Pelayo se casó con Gaudiosa y como fruto llegaron Favila y Ermesinda, de Fernando I de Oviedo, muchos esperaban frutos instantáneos cuando se esposó con Aston Martin. Fue una desgracia que no le tocasen victorias en esta lotería vital, pero fue un disfrute absoluto verle echar el guante a otros con mejores coches durante media docena de carreras.
El bicampeón aporta siempre y mucho, pero con un buen chófer de la carroza no basta. Su desgracia, si miramos el ciclo histórico, es que nunca ha tenido un monoplaza dominante, y el mejor una sola vez. Solo ha tenido coches buenos en unas pocas ocasiones y mediocres muchas.
Si echamos cuentas arrancando a principios de este siglo, los cinco primeros años fueron dominados por el rojo Ferrari, con algunos años mejores que otros, y con una conurbación de coche+equipo+piloto imbatibles. 2001, 2002 y 2004 Michael Schumacher tuvo un coche inalcanzable, demoledor, y los otros dos años solo un gran coche, probablemente el mejor ante el que Mika Hakkinen y Kimi Raikkonen plantaron cara pero sin el éxito deseado.
2005 y 2006 fueron los dos años de Alonso, que peleó hasta el final sus dos títulos. Su coche no dominó, aunque fue el mejor en según qué circuitos, muy empatado con los de El Kaiser. El McLaren-Mercedes de 2007 fue el mejor coche de aquella tempestuosa y terrible temporada. Fue la única vez que tuvo un coche ganador, el mejor de la parrilla y en la escudería más eficiente, pero las intrigas internas y la falta de una gestión de acuerdo a la lógica dinamitó sus posibilidades. El peor año McLaren en décadas y por varios motivos. Con los mejores mimbres dejaron escapar los dos títulos, en una temporada emponzoñada a cuenta del Spygate.
Nueva vida, otras cartas
En 2008 y 2009 el hijo pródigo de Oviedo volvió a la formación que le hizo levantar coronas, pero aquel equipo ya no era el que fue. Sus coches parecían toscos, exentos del refinamiento que disfrutase unos años antes. Dieron para un par de victorias pero no para pelear por títulos. Cuando pegó el salto a Ferrari, tuvo su mejor monoplaza en 2010, aunque no el mejor de la parrilla. Sucumbió ante la primera racha triunfal de unos Red Bull a los que nadie pudo pillar a partir de ese año y hasta 2013.
Aquellos coches azules llevaron en volandas a Sebas Vettel hasta lograr sus cuatro diplomas consecutivos. Fernando nunca tuvo un Ferrari mejor que aquel. Por contra, el peor fue el F-14T, alias El Ornitorrinco, del que muchos dicen que hasta le costaba ir recto… en las rectas, y hay quien cree que ha sido uno de los peores Ferrari de la historia.
De su ciclo en McLaren-Honda es mejor no decir directamente nada. Aquello fue uno de los mayores desastres de la historia de la especialidad, y hubo muy pocas cosas buenas que salieran de allí. El motor Renault enjugó algo las cuentas, pero tampoco fue una solución, sino un parche hasta que en Woking bajaron la cabeza ante Mercedes, que accedió a venderles sus motores. Volver con la exnovia abandonada es lo que tiene.
Alonso se hartó de no ganar y se piró. Cuando tras dos años notó que añoraba esa-actividad-de-la-que-usted-me-habla y decidió retornar, no lo hizo en ninguno de los equipos de los llamados a ganar. Mercedes, Red Bull, y Ferrari tenían sus planes, no parecieron mostrar apetencia por incluirle en sus filas, y recaló en una Renault reconvertida en Alpine. Igual perro con distinto collar, así que consiguió prácticamente mismos resultados que lograron los años previos con otros pilotos.
Su marcha a Aston Martin encandiló a muchos con un inicio de temporada es-pec-ta-cu-lar, pero al final… de momento quintos y quintos parece que acabarán. Partían séptimos, empatados con el sexto, así que han avanzado un puesto, o dos, según se mire.
Promesas en el aire
Flavio Briatore afirmó ufano que ganarían con Alonso de vuelta en 2008, y aquello acabó tan mal que fue un juez inglés el que tuvo que restituirle ciertos derechos tras el jaleo de Singapur. El asturiano ganó alguna carrera pero por títulos no peleó.
En 2015, el representante de Honda, con Ron Dennis asintiendo con la cabeza a su lado, afirmó el día de la presentación que ganarían títulos. Ni carreras, ni podios cayeron, y solo ganaron disgustos, sinsabores y cabreos. Cuando Luca de Meo le anunció como titular en Alpine, no hizo promesas concretas pero esperaban grandes resultados. Estos no fueron ni títulos ni victorias.
La última de estas salió de boca de Lawrence Stroll. Aquella que soltó de «cuando yo me meto en algo, gano», puede que sea cierto, pero habrá que esperar un poco más, porque este año, ni títulos, ni victorias.
Fernando Alonso Díaz ha viajado en la mayor parte de su carrera en segunda clase con respecto a tener una herramienta poderosa y capacitante para lograr las más altas cuotas de champán. Para sus simpatizantes tuvo mala suerte y los equipos no estuvieron a su altura; para los desafectos, es gafe y no sabe elegir equipo.
En la medianería, que es donde suele habilitar la virtud, sencillamente ha sido el hombre perfecto en el lugar y momento equivocados. Su calidad no debería ser puesta en duda, pero sus resultados son los que son, y en gran medida se deben a las mecánicas que ha manejado, y algunas veces, padecido.
Si ALO se equivocó o no en sus decisiones, será la temática favorita de miles de aficionados durante mucho tiempo, pero de sus resultados no se podrá discutir mucho, porque están mucho más claros. A veces pequeñas determinaciones cambian el curso de la historia, y muchos esperaban otras que poder contar. El pasado es ya inamovible, así que disfrutemos de lo que haya mientras se pueda, que con él en pista siempre hay algo más de color, aunque sea verde.