Érase una vez la Fórmula 1
Érase una vez un deporte llamado automovilismo en el cual fue creciendo una disciplina llamada Grandes Premios que se encumbró, por sus espectaculares y avanzados coches, por sus grandes pilotos y por la emoción que se vivía en pista, en la máxima categoría de dicho deporte.
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Publicado: 24/10/2022 14:30
Ese deporte, porque el automovilismo lo es, hunde sus raíces en lo que, para quien escribe estas líneas, son dos principios básicos: la competición entre coches y pilotos en una situación de igual desigualdad, y el lógico cumplimiento de las normas tanto técnicas como deportivas por parte de todos ellos, aplicadas con coherencia.Con eso tenemos un deporte que ha enganchado a tantos millones de personas desde hace más de un siglo. Pero ese equilibrio se está resquebrajando por culpa, irónicamente, del ente regulador del propio deporte, y lo hace en los dos principios señalados.
Por un lado, poco a poco, de manera casi imperceptible pero muy acusada en la última década, la Fórmula 1 se ha ido encaminando hacia la igualdad no desigual. Es decir, a limitar la creatividad tecnológica entre los constructores, lo que está dando como resultado unos monoplazas que ya son prácticamente iguales entre sí, acercándonos a categorías inferiores. Y sin embargo, como se está viendo, eso no consigue igualar las fuerzas de la parrilla, sino que acaba generando más desigualdad.
La FIA canceló con su absurda decisión una de las mejores carreras del año
Las carreras de coches siempre han sido así. Desiguales en la igualdad. Todos tienen hipotéticamente la opción de hacer un coche ganador en base a las mismas normas, pero no todos lo consiguen, y eso también era parte de la belleza de este deporte: la riqueza creativa de los grandes ingenieros, que hoy está, insisto, lastrada. Y eso lo hemos aceptado todos, equivocadamente, pensando en un objetivo mayor como sería tener carreras más competidas.
Pero lo que empieza a ser insoportable, lo que constituye el mayor problema al que se enfrenta la Fórmula 1, es la fractura del segundo pilar: la volatibilidad en la forma de dirigir las carreras. Ellos mismos, con sus decisiones arbitrarias, están rompiendo en mil pedazos la credibilidad del deporte que rigen, con la consecuencia de que los aficionados sienten desapego por un deporte que amaban. O que creían amar. O que creían que era puro al menos en pista. Y sí, por supuesto que siempre ha habido decisiones extrañas y discutibles, pero de un lustro a esta parte es ya inasumible.
Sí, claro, todo esto viene por la increíble sanción a Fernando Alonso después de la carrera en Austin. Una sanción por una queja lícita de Haas, aunque presentada fuera de tiempo, y cuando uno presenta algo fuera de plazo en la vida, la respuesta es que no se acepta. Pero la FIA y los comisarios deciden aceptarla. Deciden aceptar una queja sobre la ‘inseguridad’ de un coche que la FIA, en su revisión postcarrera, había dado por buena. Deciden entonces considerar que el coche, por la pérdida del retrovisor derecho varias vueltas antes del final de la carrera, es completamente inseguro y debe ser sancionado. Durante la carrera ni siquiera se advirtió. Y como no se pudo -o no se quiso- sancionar en carrera, se imponen 30 segundos.
Hasta ahí los hechos más o menos simples. Pero esto no va de hechos, sino de lógica. Fernando Alonso tuvo un duro accidente que pudo haber tenido consecuencias mucho más graves por la enésima inconsciencia de un piloto de pago que el año que viene será su compañero. Sí, Lance Stroll, que encima se permitió decir que la culpa era de Alonso por no haberse abierto antes. Tras el vuelo y el choque, el piloto español pasó por boxes, y a la FIA no se le ocurrió pensar en los posibles daños inherentes por semejante vuelo. Calló.
Y lo que vimos fue, precisamente, lo que más amamos de la Fórmula 1 y del automovilismo en general. Un tipo con un coche magullado pero con un talento que no se agota con el paso de los años, remontar desde la última posición hasta el sexto lugar, que sólo al final pasó a ser séptimo por el adelantamiento de Lando Norris. Y sí, perdió el retrovisor derecho varias vueltas antes del final, y ese elemento forma parte de la seguridad del coche. Pero, si así es, y no se puede cambiar durante la carrera, ¿por qué dirección de carrera no obligó a Alpine a detener el coche? Quizás porque, por ejemplo, no lo hizo con Lewis Hamilton en Japón 2019.
La Federación Internacional de Automovilismo canceló con su absurda decisión una de las mejores carreras del año y una actuación legendaria para la historia de este deporte: Alonso pasa de ser 7º a ser 15º. Luego pondrán unos «memes», un par de vídeos graciosos o que glosen la épica de tal o cual piloto, y con eso darán un bálsamo a la masa acrítica que ya no cuestiona este deporte y sus decisiones. Pero para algunos -y cada vez más- todo esto es inaceptable.
Quienes están al mando de las decisiones deportivas en la FIA y en la F1 no tienen ningún rigor. Llevan años moviéndose por el espectáculo sin más justificación que eso, y su ejemplo más clamoroso e indignante es el final del año pasado en Abu Dhabi, que debería haber despertado la repulsa más absoluta de periodistas y aficionados. Pero no. Se les aplaudió por crear una emoción falsa vulnerando flagrantemente el reglamento y alterando con ello el resultado de un campeonato mundial. Atención: de un campeonato mundial. Si no se entiende la gravedad de esto, es porque vivimos anestesiados por el «meme» fácil.
Y ellos lo saben. Saben que el domingo siguiente, los aficionados encenderán sus televisores, y comprarán merchandising, y videojuegos, y crearán conversaciones en redes sociales que alimenten la propia relevancia de la competición. Y todo estará bien, pero mal. Porque todo está roto. Esa misma FIA que falsea su propia historia con la sensación de que esto de las carreras empezó en Silverstone en 1950, cuando se llevaban tantos años de Grandes Premios y de épica. Y que luego «descubre» el documento de fundación de la AIACR en 1904 y miente al decir que es de la FIA. Pero se vende como protectora del pasado y la tradición.
Esta FIA y esta Fórmula 1 que crea una norma de límite presupuestario y no sanciona, sino que negocia, con el infractor. Y seguimos sin saber qué pasará, pero obviamente ya han roto la credibilidad del límite presupuestario: ¿qué equipos se lo tomarán en serio ahora si la sanción no es dura y ejemplar? Esta FIA y esta Fórmula 1 que no es capaz de sancionar sin correr a un piloto que crea reiteradamente momentos de mucho peligro, sólo porque su padre es un importante elemento económico y estratégico para el campeonato.
Esta FIA y esta Fórmula 1 que crean, alimentan y permiten una enfermiza animadversión entre aficiones a uno u otro piloto, que consiente la grosera manipulación en un programa como «Drive To Survive» -título además desafortunado en un deporte en el que ha fallecido tanta gente- y que observa esas reacciones como parte de una supuesta pasión por la disciplina. El «show». La fantasía irreal de lo manipulado pero emocionante y divertido, abusando del general desconocimiento de la historia y tradición de la competición -como bien apuntó el mismo Fernando Alonso este año-.
Esta FIA y esta Fórmula 1 no tienen credibilidad alguna. Las personas a su mando no tienen la categoría necesaria para seguir rigiendo la máxima categoría del automovilismo, que están convirtiendo -oh, Bernie, cuánta razón tenías- en una cadena de comida basura. ¿Qué habrían hecho con la carrera de Juan Manuel Fangio en Alemania 1957 al saber que su asiento se había soltado? ¿Qué le hubieran hecho a Gilles Villeneuve en Francia 1979 o en Canadá 1981? ¿Qué momentos épicos dentro de una situación de razonable seguridad hubieran permitido?
Pero tenemos el ‘meme’, y el vídeo corto, y la broma fácil. Y a muchos más famosos en los circuitos. Y circuitos con playas falsas. Y el ‘we race as one’ en países antidemocráticos. Y el ‘show business’ vacío de quienes no comprenden el valor de lo que tienen. Mientras tanto, están destrozando nuestro deporte y transformándolo en una competición vacía y sin sentido. Se lo hemos permitido mientras la rompían diciéndonos que la estaban mejorando, y haciéndola más accesible y espectacular y justa. Y más de cien mentiras.Ahora, más que nunca, miramos al pasado y vemos que hubo una vez una categoría llamada Fórmula 1 que fue un espectáculo inmenso de coches y pilotos. Y nada más.