Gran Premio de Bélgica de 1965: Jim Clark separó las aguas

Puede que en la historia del automovilismo, jamás un piloto haya odiado tanto un circuito como Jim Clark a Spa-Francorchamps. Y sin embargo, pocos pilotos dominaron tan profundamente el legendario trazado de las Ardenas como el escocés. El Gran Premio de 1965 fue la mejor prueba de ello.

Gran Premio de Bélgica de 1965: Jim Clark separó las aguas
Jim Clark pasa por La Source, Bélgica 1965

17 min. lectura

Publicado: 07/04/2021 10:30

Los motivos del odio

El motivo de ese odio visceral hacia Spa se remontaba a 1958, en la que fue la primera carrera internacional, fuera de las islas, para Clark. El motivo lo contó el propio piloto escocés: «Nunca había visto Spa antes, sólo había oído que era rápido. De hecho, si hubiera sabido la clase de circuito que era, nunca hubiera ido. Aún así, no importa cómo me sintiera respecto a Spa: estaba allí y era cuestión de ponerse a aprender todo lo que pudiera. La gran carrera empezaba a las 4 de la tarde. Me senté en mi blanco [Jaguar] D-Type. A mi alrededor había varias personas a las que admiraba, pero cuando bajó la bandera, todo eso fue olvidado. Esta carrera, con la subsiguiente muerte de Archie Scott-Brown, realmente me hizo odiar el circuito, y no me ha gustado desde entonces. He perdido muchos amigos allí».

Scott-Brown era la referencia para el joven Clark, como también un amigo. Esa muerte estuvo a punto de hacerle dejar las carreras, pero siguió adelante. Y así, llegó a la Fórmula 1 en 1960, con Lotus. La segunda carrera Para Clark, y quinta de la temporada, era el Gran Premio de Bélgica. Y todo empezó a ir mal desde el inicio. Ya en las prácticas, Stirling Moss había sufrido un grave accidente en la rápida curva de derechas de Burnenville que le dejó serias lesiones. Mike Taylor, volviendo a boxes para solicitar asistencia para Moss, sufrió un fallo en la dirección de su Lotus, se accidentó y su coche quedó en el bosque, pasando mucho tiempo hasta que lo encontraron. Quedó parapléjico.

Gran Premio de Bélgica de 1965 de Fórmula 1
Los tres Lotus 33 para el GP de Bélgica

El día del Gran Premio, durante la vuelta 19, Chris Bristow se salió también en Burnenville, rebotó varias veces y su cuerpo quedó en un lado de la pista con heridas mortales. Clark pudo verlo todo y quedó horrorizado. Después, en la vuelta 24, su compañero de equipo Alan Stacey se salió al poco de pasar por Burnenville, según parece al perder el control del coche por haber sido golpeado por un pájaro en el visor de su casco, chocó y su coche se prendió fuego, falleciendo en mitad de las llamas. Sin embargo, en mitad de esa tragedia, Clark acabó quinto y logró sus primeros puntos en el campeonato del mundo.

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Victorias en terreno hostil

Dos años después, un soleado 17 de junio de 1962, lograría su primera victoria en F1 precisamente en Spa, no sin otra tragedia, como fue el espectacular accidente de Willy Mairesse, cuyo Ferrari quedó ardiendo a un lado de la pista, con el piloto sufriendo quemaduras pero sin graves lesiones. Luego en 1963, bajo una persistente lluvia, volvió a ganar en el trazado belga, hecho que repitió en 1964 de manera rocambolesca, al ir quedándose sin gasolina sus predecesores, y hacerlo él mismo en la vuelta de honor, de modo que no fue hasta que los megáfonos anunciaron al ganador, que no supo que había logrado la tercera victoria consecutiva en Spa-Francorchamps.

Y entonces llegaba 1965, que había comenzado muy pronto en Sudáfrica con otro ‘Grand Chelem’ para Clark a los mandos del magnífico Lotus 33: pole, vuelta rápida, toda la carrera líder, y obviamente la victoria. Tras eso, se saltó Mónaco para lograr la tan ansiada victoria en las 500 Millas de Indianápolis. Eso había hecho que Graham Hill se colocase líder del campeonato, pero ese año no iba a haber rival para la dupla Clark-Lotus. Y eso que talento había de sobra en la parrilla, y en ese sentido destacaba un debutante y amigo de Clark: Jackie Stewart que en Bélgica no sólo disputaría su tercer Gran Premio, sino que era la primera vez que se enfrentaba a Spa con un monoplaza de F1.

Gran Premio de Bélgica de 1965 de Fórmula 1
Salida del Gran Premio: Graham Hill tapa a Clark

Cuando Clark y Chapman llegaron al circuito el viernes por la mañana en el avión personal del dueño del equipo –y pilotado por él- el sol brillaba en el bosque, pero la previsión para el domingo era de una lluvia torrencial. Lotus se presentaba con tres coches: uno con el viejo motor Clímax V8, destinado en principio a Mike Spence, y otros dos, uno –chasis R9- con el motor de 16 válvulas y otro con la evolución más reciente de Climax, un V8 de 32 válvulas que fue montado en el chasis R11 del Lotus 33. Este último sería el que Clark usaría en carrera, mientras a Spence le fue finalmente asignado el chasis R9 con el motor de 16 válvulas.

El Gran Premio de 1965

Las prácticas del viernes, sin embargo, no comenzaron bien para Clark: un tubo del radiador del aceite se rajó, y le tuvo mucho tiempo en boxes, pese a lo cual acabó marcando un 3’49’’7. La sensación inicial había sido Stewart, que fue el primero de los entrenamientos en bajar de los cuatro minutos –signo de que estaba yendo muy rápido-, y acabó con un 3’49’’5. El escocés reconocía que Spa era «un poco demasiado rápido». Fue su compañero Hill el que marcó el mejor registro: 3‘48’’0. Los BRM P261 rendían muy bien en el circuito belga, y especialmente Hill parecía tener buenas sensaciones.

El sábado, entre las 15 y las 17 horas, se disputaron los entrenamientos oficiales. De nuevo fue una sesión problemática para Clark. En este caso, por un lado, había problemas de ajustes de las ruedas, y por otro, el motor de 32 válvulas y sus 210 caballos todavía no estaban al gusto de Clark. Se pasó gran parte del tiempo en los boxes, y dando vueltas sin cronometrar. Al final sólo dio dos vueltas rápidas: marcó un tiempo de 3’47’’5 y eso le sirvió para separar a los BRM en la primera fila. En la pole estaba un impresionante Graham Hill, que con un tiempo de 3’45’’4 había aventajado en más de dos segundos Clark. En tercer lugar, Stewart estaba a sólo 1’3 segundos de Clark.

Gran Premio de Bélgica de 1965 de Fórmula 1
La lluvia era intensa en Spa-Francorchamps

Pero eso era en condiciones de seco. Porque el domingo se cumplieron las previsiones, y para el momento de la salida, a las 15:30 horas, la lluvia ya llevaba algunas horas cayendo. Ese elemento climático, en una pista de 14’1 kilómetros, tremendamente rápida, con curvas de alta velocidad muy delicadas, y rodeada de árboles y barrancos, no era el preferido de ninguno de los pilotos. De hecho, Bruce McLaren lo describió a la perfección: “los coches de 1’5 litros con un coeficiente de fricción tan bajo en mojado, se asemeja a los prototipos de 5 litros o los GT de 7 en seco. Pero los charcos en mitad de una recta son una cosa muy diferente.”

Cuando la bandera belga cayó, Graham Hill llegó en primer lugar al puente de Eau Rouge, con Clark pegado a su estela y Stewart en tercer lugar. Acelerando en la recta hacia Les Combes, las columnas de agua levantadas por las ruedas hicieron que los pilotos empezaran a dejar cierto espacio para lograr visibilidad. Pero no Clark. Pegado al BRM por la rápida y delicada secuencia de Burnenville y Malmédy, el escocés era una prolongación del monoplaza de Hill por la recta de Masta, llegando a la difícil y rapidísima chicane. Nadie, en esas condiciones, se hubiera lanzado. Pero Clark se sentía más rápido y necesitaba tener la pista libre. Para sorpresa de Graham Hill, lanzó el Lotus al interior en la curva de izquierdas, y salió de la de derechas, camino de Stavelot, líder del Gran Premio una vez pasados los dos tercios de esa primera vuelta.

Al paso por meta, poco después, la ventaja ya era de tres segundos. Acababa de comenzar el espectáculo de Jim Clark en las colinas belgas en mitad de la lluvia, con las gafas normales –nada de esas pantallas de protección especiales que empezaban a usar algunos pilotos-, y sin cinturones de seguridad. La distancia subió a los doce segundos en la tercera vuelta. Graham Hill era cada vez un punto más pequeño entre las nubes de agua por los retrovisores. Hasta que desapareció. Hill no estaba cómodo en agua, con un monoplaza que no le hacía sentirse confiado. Todo lo contrario que a Stewart, que en la cuarta vuelta adelantó a su compañero y se lanzó con ímpetu a la caza de su compatriota.

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Jackie Stewart durante los entrenamientos

El morro naranja de su BRM apareció en la lejanía en los retrovisores de Clark, que había abierto un hueco confortable y controlaba la carrera. Pero aquella visión le inquietó. Jackie Stewart era joven y audaz, era su primera vez en Spa, y venía de lograr un podio en Mónaco. Su talento era innegable, pero Clark estaba preocupado. De hecho, eran buenos amigos, lo que para Stewart era un motivo de orgullo. Muchas veces, Clark escuchaba las dudas de Stewart y le daba su opinión abiertamente, tutelándolo durante 1964 y provocando su debut en F1 con Lotus en el Rand Grand Prix de finales de ese año, no puntuable. Ahora estaba en BRM, y trataba de atraparle.

Un aviso a Stewart

Quizás entre la niebla del horizonte y la cortina de agua, a Clark empezaron a aparecérsele antiguos fantasmas: Scott-Brown, Taylor, Bristow, Stacey. La severidad de Spa. Así que tomó una decisión: «Pude ver esa mancha en mis espejos en la recta, y entonces pensé de inmediato que estaba lloviendo a cántaros. Era Spa, un horrible lugar. Si Jackie podía verme, quizás pensara que podía atraparme».

Preocupado por si su compatriota finalmente se envalentonaba y asumía algún riesgo innecesario con tal de atraparle, entre la vuelta 19 y la 25 bajó sus tiempos casi 10 segundos por vuelta, alejándose definitivamente de cualquier rival. Jackie Stewart entendió el mensaje que le enviaba su amigo: «Nunca hablé de ello con Jim, porque nunca confesaba sus secretos de pilotaje hasta tal nivel. Fue sólo algo que supe que no discutiríamos. Pude sentirlo, sin embargo. Que Jim estaba cuidándome ese día».

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Clark a su paso por Burnenville

Era Jim Clark abriendo las aguas en mitad de truenos y algún relámpago: «Estaba tan mojado que tuve que ir levantando, incluso en la recta; supongo que debí haber levantado menos que los otros». Y hacia mitad de la carrera empezó a doblar a pilotos. Llegó a doblar al tercer clasificado, Bruce McLaren, y tenía una ventaja de más de un minuto con Stewart, que era ya el único que seguía en su misma vuelta. Y entonces, llegó la confirmación de que Spa-Francorchamps era temible. Rodando en séptima posición con su Lotus 25-BRM –chasis R4, que había sido usado por Clark en 1963, año de su primer título mundial-, Richard Attwood se dirigía hacia Masta. Pasó la chicane, y el agua hizo el resto.

Con un inesperado acuaplaning, Attwood perdió el control del coche y sin poder evitarlo, impactó a alta velocidad con un poste de teléfonos, partiéndose el coche en dos y prendiéndose fuego. Attwood estaba atrapado en las llamas, pero un espectador cercano se lanzó a rescatar al piloto, que sólo sufrió algunas quemaduras. Clark pasó por el lugar, vio el coche arder, vio a Attwood vivo, y respiró. Su Lotus 33 empezó a mostrarse caprichoso con el embrague, así que pasó por boxes un momento. Volvió a pista y empezó a cuidar el coche. Jackie Stewart empezó a reducir la distancia, pero no por ir más rápido: había captado el mensaje. No hubo intentos heroicos.

Un doblete escocés

Y así, Clark completó la vuelta 32 y venció por cuarta vez consecutiva en Spa-Francorchamps, con su amigo escocés en segundo lugar a 44 segundos de distancia. En ese momento es cuando Clark al fin disfrutaba de Spa, sólo cuando se había acabado. «Es una extraña broma del destino que realmente no me gusten los circuitos rápidos tanto como los complicados. Nunca he ganado en Mónaco, un circuito que amo, pero he ganado cuatro veces en Spa, un trazado que odio. Esto es el automovilismo. Si los resultados fueran predecibles no serán carreras, y aunque a veces no entiendo los designios que las gobiernan, no las querría de otra manera».

Gran Premio de Bélgica de 1965 de Fórmula 1
Jim Clark gana por cuarta vez consecutiva en Spa

Fueron esos extraños designios los que le llevaron a una carrera de Fórmula 2 en Hockenheim un 7 de abril de 1968. Podría haber estado –y de hecho lo había acordado- en una carrera de GT en Brands Hatch ese día corriendo con un Ford F3L. Pero estaba con Lotus. Y aunque llovía con fuerza, ese no fue el problema que se llevó al mejor piloto de su era. Al hombre capaz de enfrentarse a sus demonios en Spa y separar las aguas para alcanzar la victoria.

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