Motor.es

GP de Bélgica 2004: siete veces Michael Schumacher

Hay lugares que se convierten en determinantes para la vida de las personas. Sitios que se identifican de inmediato con un momento o un individuo. Y una de esas peculiares simbiosis es la del circuito belga de Spa-Francorchamps y el piloto alemán Michael Schumacher.

GP de Bélgica 2004: siete veces Michael Schumacher
Michael Schumacher cruza la línea de meta - Foto: Steve Etherington - LAT Photographic

18 min. lectura

Publicado: 23/07/2024 06:00

Hace veinte años, Michael Schumacher llegaba de nuevo a su circuito de referencia. Aquél del debut en 1991, el de la primera victoria en 1992. En el que ya había ganado seis veces, superando a un tal Ayrton Senna da Silva. Cifras y nombres. El rey indiscutible del moderno Spa, en el que pudo haber ganado incluso ocho veces. En 1994 fue primero pero lo descalificaron por el desgaste del patín de madera. En 1998 arrasaba bajo el diluvio cuando al ir a doblar a David Coulthard, se produjo un choque desastroso.

De hecho, venía de ganar las dos ediciones anteriores, 2001 y 2002, porque en 2003 no se corrió en el circuito belga. Así que si Jim Clark es el rey del viejo Spa, el largo de 14 kilómetros, con sus cuatro victorias, el del moderno es -porque lo sigue siendo- el alemán nacido a apenas 100 kilómetros al noreste del trazado.

Ahora llegaba allí no para debutar sin conocer el trazado -aquella vuelta en bicicleta como primer contacto-, ni para disputar un Gran Premio más, sino que por primera y única vez podía lograr el campeonato del mundo en su reino. Había ganado en Australia, Japón, Hungría o Francia. Pero el destino quería que el de 2004 pudiera decidirse en las curvas que siempre le encajaron como un guante.

Calcula ahora el precio de tu seguro de coche

Calcula tu precio online
Salida del Gran Premio - Foto: Steve Etherington-LAT Photographic

Y el destino y la numerología jugaban su parte esta vez también. Allí se clasificó 7º en su debut, y ahora podía lograr su 7º mundial, en el Gran Premio 700 para Ferrari y en el decimocuarto GP del año -7 por 2-. Cábalas casi de nigromante. Casualidades a las que no dejaba espacio el sublime piloto tedesco. Trabajo. Dedicación. Resultados.

Los entrenamientos

El sábado, en aquellas clasificaciones a una vuelta en dos partes, dejó otra muestra de talento. Llovía en Spa. Los coches necesitaban usar gomas de lluvia, pero en un momento dado, dejó de llover. Los dos Renault R24 de Jarno Trulli y de Fernando Alonso se colocaron en primera línea usando neumáticos Michelin intermedios. El español perdió la pole por un par de sobrevirajes. Pero volvió a llover.

El Ferrari F2004 era una maravilla, claro. Y los Bridgestone de agua también. La prueba es que Rubens Barrichello podría haber logrado la pole sin una salida de pista en la chicane del Bus Stop. Pero llegó el turno de Michael. A bordo del chasis 239, que había estrenado en Nürburgring para enlazar siete -otra vez siete- victorias seguidas hasta llegar a Bélgica.

Neumáticos de lluvia extrema. Grandes estelas de agua en la recta de Kemmel. Cuatro milésimas por delante. Entonces, el segundo sector, más técnico. Pouhon, Rivage. Precisión absoluta y velocidad cuando debería haber menos opciones por el agua. En el segundo sector, mejor por 0’347 segundos. Sólo quedaba el tercero para certificar una vuelta escandalosa. Pero no es lo mismo pasar por la temible Blanchimont con pista menos húmeda y el agarre de unos intermedios que con mucha agua. Saliendo de Bus Stop, respiración contenida. 72 milésimas de desventaja, la pole para un gran Jarno Trulli.

Pero esa vuelta de Michael bajo la lluvia, en una situación prácticamente imposible, casi logrando la pole, dejaba claro el control sobre el trazado belga. Y más en agua. No lo sabíamos entonces, pero fue su última demostración de pilotaje en Spa-Francorchamps. Porque a Michael habría que verlo en muchos circuitos -Mónaco, Suzuka o Monza-, pero si sólo se le pudiera volver a ver en uno, tiene que ser en Spa. Siempre Spa.

La carrera

El 29 de agosto de 2004 amaneció plomizo en mitad de Las Ardenas. Pero sin amenaza de lluvia. Seco. Con un objetivo a concretar. Esta vez no iba a ser con la titánica lucha contra Mika Häkkinen en Suzuka en 2000 ni con la agónica incertidumbre del 2003, ambas en Suzuka. Esta vez había tiempo y espacio. Esta vez el único posible rival era su compañero de equipo. Y estaba en Spa-Francorchamps, su territorio natural.

Pero al apagarse el semáforo, las cosas se torcieron cuando, como acostumbraba, el Renault de Fernando Alonso le superó. Un ligero bloqueo en La Source, y el McLaren de David Coulthard también le había pasado. Salía de allí cuarto, dispuesto a encarar Eau Rouge-Raidillon. Pero por detrás se desataba el caos.

No fue como en 1998 pero estuvo cerca. Kimi Raikkonen, que salía décimo, intentaba pasar a Felipe Massa por fuera, mientras que al mismo tiempo Mark Webber se metía por dentro a Giancarlo Fisichella. Ambos fracasaron: Raikkonen y Massa bloquearon sus ruedas y chocaron y luego Jenson Button impactó también contra la parte trasera del Sauber del brasileño. Por su parte, el Jaguar de Webber bloqueó las ruedas e impactó con la parte trasera del Ferrari de Rubens Barrichello, perdiendo su alerón delantero.

Juan Pablo Montoya adelanta a Michael Schumacher - Foto: Charles Coates - LAT Images

Mientras bajaban la colina, Webber iba bastante lento sin alerón y, al pasar por Eau Rouge, Takuma Sato intentó adelantarlo. Los dos se tocaron mientras el siempre aguerrido Juan Pablo Montoya intentó adelantarlos. El resultado fue que Sato hizo un trompo a la salida de Raidillon. Gianmaria Bruni llegaba con su Minardi y chocó contra el BAR de Sato, que trompeó con la rueda trasera izquierda rota, mientras Webber le esquivaba con la delantera derecha también quebrada.

El Minardi de Bruni quedó cruzado al final de la curva, y Giorgio Pantano chocó contra él, subiendo ligeramente al monoplaza italiano mientras empezaba a soltar alguna llamarada. El coche de seguridad fue activado inmediatamente, con tres coches parados a la salida del Raidillon. Webber, Sato, Bruni y Pantano habían abandonado, mientras Button, Massa, Zsolt Baumgartner, Barrichello, Nick Heidfeld y Olivier Panis se detuvieron para reparar daños o cambiar neumáticos. En el caso de Barrichello, cambio de alerón trasero incluido.

La carrera la lideraba Trulli seguido de Alonso, Coulthard, Schumacher, Räikkönen, Montoya, Fisichella y Antonio Pizzonia. Hasta que en la vuelta cinco se reanudó la carrera. Rodeado de monoplazas equipados con Michelin, los Bridgestone duros del Ferrari no entraban fácilmente en temperatura tras el periodo de neutralización. Así que Kimi Räikkönen, el rival del año anterior, adelantó a Schumacher en la bajada hacia el Eau Rouge. Pero tras él llegaba Juan Pablo Montoya.

El Williams había dejado ya el morro de morsa y era más efectivo. El colombiano se motivaba especialmente frente al alemán. Su llegada en 2001 pareció la de un duro rival que, sin embargo, se fue diluyendo salvo en momentos puntuales. Pasando por Blanchimont, el Williams tomó el rebufo. Al frenar en Bus Stop Schumacher protegió el interior, pero el colombiano se fue al exterior. Lanzó el coche al hueco y le ganó la partida con una maniobra fantástica.

En el Ferrari, la mirada estaba puesta en el largo plazo, cuando la carrera se fuera asentando y el ritmo pudiera marcar la diferencia. Mientras tanto, Räikkönen se colocaba tercero y atacaba a los Renault. Alonso era más rápido que Trulli, que paró en boxes en la vuelta 10, dejando líder al español. Sin embargo, el motor francés perdía aceite, y sólo dos vueltas después, Alonso trompeaba primero en Les Combes, recuperando el coche en la escapatoria. Kimi Räikkönen pasaba al liderato. El español retomaba la marcha pero sólo unos metros después, en la derecha de Bruxelles, otro trompo lo dejaba definitivamente en la grava y fuera de carrera.

Dos McLaren en el liderato. A principios de año, los británicos habían sido la gran decepción ante el fiasco del nuevo coche de Newey, que seguía rodando y rodando en interminables test sin solución. Las modificaciones al MP4/19 iban funcionando. Pero cuando a Coulthard le explotó el Michelin trasero derecho a la salida de Pouhon, dejándole un lento camino hasta los boxes, saltaron las alarmas.

Poco después pararían Räikkönen, Montoya y Schumacher. El colombiano salía detrás de Jarno Trulli, y en la vuelta 20 intentaba hacer con el italiano lo mismo que con Schumacher en Bus Stop. Pero esta vez, también común en Juan Pablo, medía mal el movimiento, los monoplazas chocaban, el Renault volaba, pero ambos seguían en carrera.

Rueda de prensa de la carrera - Foto: Sutton

Kimi Räikkönen era un sólido líder con doce segundos sobre Schumacher. Pero el McLaren en las manos del joven finlandés se mostraba inalcanzable incluso para Michael y su Ferrari. No había manera de recortar la distancia. Hasta que Jenson Button, tratando de doblar a Baumgartner en la vuelta 30 en Kemmel, reventó la rueda trasera derecha e impactó contra el Minardi. Otro Michelin reventado. Otro coche de seguridad.

Ross Brawn llamó al Ferrari a boxes y salió segundo, pegado al McLaren. Pero Räikkönen ya había advertido que al Ferrari le costaba calentar las gomas en estas condiciones. Así que cuando el Mercedes-Benz SLK55 apagó las luces, ralentizó mucho el ritmo. Lento. Muy lento. Dejando que los Bridgestone bajaran a temperaturas gélidas. Y llegando a Blanchimont, un acelerón que dejó al monoplaza rojo atrás, lidiando con el ataque de Montoya. Jugada maestra.

Ahí comprendió que esta vez no iba a ganar en Spa. Ahí, Michael entendió que todo lo que debía hacer era garantizar un resultado. Sólo una sorpresa cambiaría la situación, pero no él ni su Ferrari, con todo su dominio. No esta vez. O quizás sí. Primero, Montoya tuvo un pinchazo en su Michelin trasero derecho. Ese neumático otra vez. Y en la vuelta 39, David Coulthard, rodando octavo, chocaba con la trasera del Jaguar de Christian Klien al embocar la recta de Kemmel. Fibra de carbono por los aires. Coche de seguridad.

Una última oportunidad. Pero Kimi repitió exactamente la misma jugada con el mismo resultado, y tres vueltas después cruzaba la línea de meta para lograr su segunda victoria en la F1, la primera y única de McLaren. La primera del finlandés en un trazado belga del que se haría dueño y señor desde entonces, con otras tres victorias hasta 2009. El sucesor del rey destronado.

Simplemente el mejor

‘Simply the best’, simplemente el mejor, rezaba la pizarra que le mostraba el muro de Ferrari a Michael Schumacher cuando cruzaba la meta en segundo lugar. Siete veces campeón del mundo. No hubo grandes aspavientos. Ni gritos. Ni explosiones de emoción. En el podio, sonrisas, gestos cómplices, pero como en otro día más. Salvo que no lo era.

En la rueda de prensa, reflexivo. Sonriente y feliz, pero pensativo. “Si piensas en lo que he logrado aquí, en cómo empezaron las cosas aquí y finalmente puedo decir que gané un número muy importante y muy prestigioso, un séptimo campeonato aquí en Spa.”

¿Y las emociones por la victoria? “Lo bueno es que siempre es diferente. Quiero decir, cualquier cosa que consigas, he descubierto que siempre tienes emociones diferentes y ciertamente lo que siento hoy es difícil de expresar con palabras, pero no se siente en ninguna parte lo que sentí la sexta o quinta vez. Es muy especial, estamos aquí en Spa, lo que significa mucho para mí, el circuito, el lugar, y conseguir el séptimo título en el Gran Premio número 700 para Ferrari es algo muy especial. Estoy muy orgulloso de haber logrado esto junto con el equipo. Es lo que nos hace fuertes y es simplemente un momento fantástico para celebrar y sentir... no necesita muchos arrebatos emocionales, es importante lo que pienso y lo que siento y eso son buenos sentimientos.”

Las celebraciones del título - Foto: Clive Rose-Getty Images

Michael piensa, madura lo logrado. Ha perdido pero ganado. Quizás intuye que esta situación tiene que acabar en algún momento. No se ganan cinco campeonatos seguidos sin que haya un declive, no se es siete veces campeón sin un relevo. El cambio normativo para 2005 está preparado para ello. Y así será, pero también que el hambre del ya heptacampeón no había menguado, como demostrará en un 2006 de reafirmación.

Cuando se quedó sólo en el podio, el último en abandonarlo, quienes observaban veían al piloto más grande de todos los tiempos. Sonreía, trofeo en alto, en la cima del mundo del deporte. ¿Quién repetiría estas gestas? ¿Alguien las igualaría? Se habían tardado 45 años para igualar los cinco títulos de Juan Manuel Fangio, 46 para superarlos, 47 para poner la marca todavía más arriba.

Quienes observaban veían la sublimación de lo inalcanzable. No podíamos saber que se abría la época de los dominios. Los de Vettel, los de Hamilton que igualaría sólo 16 años después los siete títulos, o los de Verstappen, a punto en 2024 de encadenar su cuarto mundial seguido. Todos ellos llenos de mérito y trabajo.

Pero hace veinte años, la sensación era que la historia temblaba a cada paso que Ferrari y Michael Schumacher daban juntos. Quizás Michael pensaba ese día, y lo diría tiempo después: “nadie pensaba, y menos yo, que batiría los cinco títulos de Fangio. Y lo hice, e incluso lo elevé a siete. Los records están ahí para ser batidos. Y estoy bastante relajado con que ello ocurrirá algún día.” Y muchos han caído, pero Michael Schumacher se convirtió en la piedra miliar del automovilismo.

Pixel