Fórmula VintageLa era Grand Prix; los precursores de la Fórmula 1
Mucho antes de que la Fórmula 1 existiese como tal, las marcas y pilotos de más renombre se batían el cobre en los Grandes Premios a lo largo de Europa. La primera entrega de Formula Vintage viaja a principios del siglo XX, una era en la que la velocidad era un sueño apto sólo para osados.
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Publicado: 24/03/2016 11:00
Melbourne, Australia, 20 de marzo de 2016. Hace apenas unos días, la capital del estado de Victoria dio el pistoletazo de salida a la temporada 67 en la historia de la Fórmula 1, a 8 meses de emoción, diversión, polémicas, adelantamientos, glorias, miserias… Fórmula 1, con mayúsculas. A muchos de los nuevos fans que, hoy día, se emocionan con las hazañas de Hamilton, Alonso o Vettel, les son desconocidas las batallas, las historias, las carreras y las leyendas que han convertido a la Fórmula 1 en la disciplina reina del motor. O, en el mejor de los casos, les resultan muy lejanas en el tiempo. Desconocen las guerras sobre cuatro ruedas que libraron los Fangio, Moss, Brabham, Hill, Clark, Fittipaldi, Lauda, Piquet, Senna… Desconocen el rico pasado que germinó la actual Fórmula 1 y que, dicho sea de paso, pocas veces fue de color de rosas. Muchas cosas han cambiado, pero otras nunca lo harán, porque forma parte del ADN de los pilotos y de las propias carreras. Como toda historia, esta tiene un comienzo, para el que hay que retroceder en el tiempo unos cuantos años, más incluso de lo que se pueda pensar. 122, para ser exactos.
París, Francia, 22 de julio de 1894. La capital gala fue testigo de los albores del automovilismo, del primer evento considerado como ‘carrera’; una prueba de punto a punto a lo largo de 126 kilómetros entre las ciudades de Paris y Rouen, organizada por el diario Le Petit Journal y denominada ‘Concurso de carruajes sin caballos’. Por aquel entonces, el propósito era testar la fiabilidad del novísimo transporte motorizado y promoverlo entre un público que miraba a esas extrañas máquinas con una mezcla de entusiasmo y extrañeza. El marqués Jules-Albert de Dion fue el más rápido, tardando 6 horas y 48 minutos en completar el recorrido a una velocidad media de 19 kilómetros por hora, pero su vehículo no era apto para la victoria al estar propulsado por carbón. Los jueces buscaban un ganador “no peligroso, fácil de conducir y barato durante el trayecto”, y le dieron el triunfo al cuarto clasificado, René Panhard, que tardó media hora más.
Pronto los coches empezaron a exceder la barrera de las 100 millas por hora (160 kilómetros por hora), y comenzaron a celebrarse carreras en larguísimos circuitos que empleaban vías públicas, práctica que se mantuvo hasta los años 50, salvo excepciones que confirmaban la regla, como Monza, Indianápolis o el circuito británico de Brooklands. Años después del fin de la I Guerra Mundial, varios países europeos se lanzaron a la celebración de lo que se empezó a denominar como ‘Grandes Épreuves’, o ‘Grand Prix’, eventos que darían nombre a esta era del automovilismo en términos históricos. Italia fue el primer país en lanzarse de forma numerosa a organizar estas carreras, a lo que se unió Francia en 1921 y España en 1923. En Estados Unidos, todo se había organizado alrededor de un campeonato único basado en carreras en circuitos ovalados de tierra, pero en Europa se hacía de manera deslavazada, sin reglas comunes.
Entre 1925 y 1927, la AIACR (Asociación Internacional de Clubs del Automóvil Reconocidos), germen de la actual FIA, juntó las pruebas más prestigiosas para crear el Campeonato del Mundo de Marcas, el primer antecesor de la Fórmula 1. Se comenzó disputando las 500 millas de Indianápolis y los Grandes Premios de Bélgica (Spa-Francorchamps), Francia (Monthléry y, en 1926, Miramas) e Italia (Monza). Al año siguiente salió Bélgica, pero se les unió Reino Unido (Brooklands) y España, en el circuito de Lasarte, un trazado de 17 kilómetros en las inmediaciones de San Sebastián. Como su propio nombre indicaba, el campeonato sólo premiaba a las marcas, y no a los pilotos; por tanto, Alfa Romeo, Bugatti y la francesa Delage fueron los primeros campeones. Si bien el primer campeonato no tuvo un dominador claro en lo que a pilotos se refiere, Jules Goux y Robert Benoist fueron los grandes artífices de los éxitos de sus respectivas marcas. Aquí se dieron los primeros pasos para establecer límites en el peso y el consumo de gasolina, lo que supuso la condena del certamen tras sólo tres años.
Antes, durante y después de éste primer campeonato, numerosos Grandes Premios se siguieron disputando, en especial en Italia y Francia, antes de extenderse por Europa. Así, en 1929 se celebró por primera vez el Gran Premio de Mónaco, que introdujo una característica habitual en los Estados Unidos. La parrilla de un Gran Premio se solía decidir por sorteo, pero, en la edición de 1933, se celebró una sesión de clasificación por primera vez en Europa. El italiano Achille Varzi fue el primer hombre pole en su Bugatti, batiendo al Alfa Romeo del héroe local Louis Chiron. El concepto de campeonato se revivió en 1931 y 1932, con escaso éxito, en carreras que, por reglamento, debían durar entre 5 y 10 horas. Los italianos Ferdinando Minoia y el legendario Tazio Nuvolari, ambos en Alfa Romeo, fueron los ganadores de los primeros Campeonatos Europeos, que se recuperaron en 1935.
Para entonces, las marcas alemanas Auto Union (actual Audi) y -en especial- Mercedes empezaron a imponer su hegemonía sobre las francesas y las italianas, en plena era reivindicativa de la Alemania nazi. Aunque nunca incluyó más de 5 Grandes Premios por año, los Campeonatos Europeos fueron los primeros bien organizados a nivel europeo, contando con circuitos como Spa, Nürburgring (en sus temibles versiones de 14 y 22 kilómetros, respectivamente), Mónaco, Monza o el propio Lasarte, entre otros. Por aquel entonces, existía un curioso sistema de puntos ‘a la inversa’, que otorgaba 1 punto al ganador de una carrera, 2 al segundo, 3 al tercero, entre 4 y 7 dependiendo del porcentaje de carrera que se completase y 8 si el piloto no competía en ese evento.
En la primera temporada, Tazio Nuvolari dio una de las exhibiciones más recordadas de la historia del automovilismo. Tras ser rechazado por Auto Union, el italiano compitió con un Alfa Romeo de la Scuderia Ferrari en el Gran Premio de Alemania. En un día lluvioso, y a pesar de que su coche era más lento y desfasado que los 5 Mercedes y los 4 Auto Union, Nuvolari se impuso a todos ellos, adelantamiento en la última vuelta incluido. Nadie más pudo hacer sombra a las marcas alemanas en lo que restaba de año, y el alemán Rudolf Caracciola se llevó el campeonato. Mercedes erró con el coche del año siguiente y no pudo revalidar el título, que fue a parar al gran rival de Caracciola, Bernd Rosemeyer, en un Auto Union.
Caracciola se tomó la revancha en 1937, pero su última batalla fue lejos de los circuitos: ambos se enfrentaron por separado en la Autobahn alemana en enero de 1938 tratando de batir récords de velocidad en prototipos diseñados específicamente para ello (Caracciola alcanzó los 432 kilómetros por hora), pero Rosemeyer perdió el control de su bólido y la vida. La simpleza del reglamento técnico, que solo estipulaba el peso mínimo, había propiciado que los motores alcanzaran la friolera de 650 CV, por lo que se limitó el cubicaje por motivos de seguridad para 1938. Auto Union se hizo con los servicios de Nuvolari, pero Mercedes dominó con comodidad el campeonato, del mismo modo que harían muchos años después, y Rudolf Caracciola conquistó su tercer y último entorchado.
El estallido de la II Guerra Mundial en 1939 a falta de una carrera impidió coronar un último campeón. Oficialmente, el título fue para Hermann Paul Müller, de Auto Union. A pesar de las discrepancias entre el sistema de puntuación existente y un sistema francés de máximos similar al actual, Muller lideró ambas clasificaciones. No obstante, la Alemania nazi optó por considerar campeón a Hermann Lang, quien previamente había sido acusado en privado por Caracciola de recibir favoritismo por parte de Mercedes. Aquellas disputas nunca llegaron a resolverse, toda vez que el conflicto bélico detuvo las carreras a nivel global.
Cuando el ruido de las armas cesó en el Viejo Continente, el rugido de los motores volvió a sentirse con más fuerza que nunca. La FIA se constituyó como tal, y definió en 1947 el concepto de Fórmula 1 como la clase principal de monoplazas, sometidos a una serie de reglas que todos debían acatar y seguir. Los Grandes Premios clásicos volvieron a celebrarse en la segunda mitad de los años 40. Muchos de los grandes pilotos de pre-guerra habían muerto en la pista o en la guerra, estaban retirados o en la cuesta abajo, y el francés Jean-Pierre Wimille fue considerado el hombre a batir, hasta su muerte a principios de 1949 en Buenos Aires. Con todo, era cuestión de tiempo que se unificasen criterios para formar un campeonato único. Así, en 1950 se disputaría por vez primera un Campeonato del Mundo de Fórmula 1, el inicio de una larga historia que no había hecho más que comenzar…
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