Virutas F1La Fórmula 1 son los padres
El sábado 3 de junio a las 12:30 h arrancaron los entrenamientos Libres 3 del Gran Premio de España en el circuito de Montmelo. Logan Sargeant acababa de salir a pista, cuando al pasar a toda velocidad por la última curva, perdió el control de su Williams.
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Publicado: 15/06/2023 12:30
En ese momento, acabó algo, pero comenzó otro algo mucho más interesante. Lo que arrancó a continuación forma parte de una historia muy especial a la que se le puede aplicar el principio del llamado Efecto Mariposa: un pequeño cambio en alguna parte del mundo, puede realizar uno muy grande en otro lado.
El FW45 con el dorsal número 2 se salió de la pista, y quedó empanzado en la escapatoria que hay pegada a la tribuna principal. En su viaje por la puzolana un buen puñado de gravilla saltó por los aires, y cayó sobre el público que miraba tras la valla de protección. Pero para entender lo que pasó después, es necesario conocer lo que ocurrió antes. Aunque haya gente desagradecida en el mundo y crea que se parieron y criaron ellos mismos, han de saber que le debemos mucho a nuestros padres, a nuestros ancestros.
Se sorprendía viendo un teléfono móvil, que nunca antes había visto, o por el tamaño de una televisión de 42 pulgadas
Ya sea por estar escrito en el ADN, por haber adquirido la costumbre o por verlo en casa, muchos se aficionaron a la Fórmula 1 gracias a la atmósfera que creó su familia. Lo que resulta menos habitual es que la F1, dentro del ámbito familiar, haya cambiado una vida o al menos la haya mejorado. Y esta historia, que protagoniza una pequeña de cinco años recién cumplidos, comenzó hace casi medio siglo, en los años 80.
Antonio, Victoria y la Fórmula 1
Antonio comenzó con un camión Pegaso, aunque pronto se pasó a los Renault, que son los que ha llevado casi toda su vida. Por esto sonrió de oreja a oreja cuando la marca del rombo fichó a Fernando Alonso tras su paso por Minardi. Antonio veía la Fórmula 1 desde la época de Ayrton Senna, de ahí que sea fácil encontrar decenas, cientos de cintas de video VHS con carreras en las estanterías de su casa de Almería.
Con frecuencia le tocaba transportar mármol de Macael a las horas de su emisión y su mujer, María José, se las grababa; la F1 es un deporte de equipo, pero seguirla también. Esa pasión recayó de manera vertical sobre Antonio Jr, que trabaja en la Unión Deportiva Almería, equipo de fútbol de la Primera División del fútbol español. Allí también desarrolla su labor Lorena, su pareja.
Durante una entrega de premios a la labor social de su equipo —tienen una fundación— se encontraron con los que llevan todo lo relacionado con niños de acogida de Cruz Roja. Se interesaron por el tema, y les pareció una buena idea estar en el listado de posibles ‘padres temporales’ de aquellos a los que el destino les dejó una mala herencia.
Un buen día su teléfono sonó. El interlocutor explicó que tres niños de diferentes edades y de una misma familia, les habían sido retirados a sus progenitores por el Servicio de Protección de Menores de la Junta de Andalucía (y es mejor obviar los detalles, porque son terribles). Antonio y Lorena se harían cargo durante unos meses de una niña de poco más de cuatro años, Victoria, la menor de los tres.
La chiquilla, tras una breve estancia en un centro de acogida, y el proceso habitual, acabó en una nueva casa. Se sorprendía viendo un teléfono móvil, que nunca antes había visto, o por el tamaño de una televisión de 42 pulgadas. Sus nuevos padres la sacaban al parque, invitaban a amigos con hijos de su edad, o la llevaban a lugares donde pudiera socializar con más niños. Sin jamás haber tenido hijos, desarrollaron un sexto sentido con el que apreciaban que había un tono de amargor en sus gestos.
Hablaba poco, casi nada. Apenas se expresaba, asomaba en las escenas cotidianas, casi con temor, y siempre en silencio. Saltaba a la vista del más torpe que sus primeros pasos vitales habían sido complicados.
Pero…
Antonio veía cada domingo la Formula 1 en televisión, es un apasionado del deporte. Como buen adicto a la velocidad, se ha perdido fiestas, vacaciones, viajes, comuniones y comidas familiares por ver las carreras. Los dos observaron algo extraño: la cría veía dibujos animados, películas, series infantiles, pero reparaba con especial atención en esa nube de coches de colores acelerando, frenando, y adelantándose que salía cada domingo por televisión.
Una vez que se daba la salida, no se movía del asiento. Para una mente limpia, cualquier pequeño estímulo es una novedad, y a Victoria le gustaba aquello más que otras cosas propias de su edad. Se empezó a interesar, a hacer preguntas, a cuestionar cuando sería la siguiente prueba… con un pequeño plus: el «abuelo Antonio era muy de Williams» —hasta llegó a tener un Clio Williams—, y la chiquilla adquirió una especial simpatía por los colores de ese equipo. Cuando le explicaron que estaban a semanas de que se disputase el Gran Premio de España, se empeñó en que quería estar allí y verlo. Antonio y Lorena, padres temporales se encogieron de hombros, sonrieron, y decidieron ir.
El sábado del Gran Premio franquearon la Puerta 2 pocos minutos antes de las doce y media de la mañana, y dirigieron sus pasos hacia la Tribuna Principal. A los pocos minutos, 12:38 h aproximadamente, y en mitad del trayecto hacia su asiento, una pequeña piedra de la gravilla que el coche de Logan Sargeant escupió en su salida de pista golpeó en la pierna a Victoria. Al principio se asustó, derramó una cuantas lágrimas, y requirió algo de Logan: «Tiene que pedirme perdón».
Antonio y Lorena son novatos en lo de ser padres, pero le echan el corazón y las ganas de los que se ganan el cielo con sus actos. Dos días antes, Victoria pisó sin querer a un compañero de clase, y le enseñaron que tendría que pedir disculpas por hacer daño a alguien, aunque fuese sin querer. Lo que la chiquilla quería no era un selfie, ni un autógrafo del piloto al que había reconocido por sus colores: lo que quería es que con ella hicieran lo que sus padres le enseñaron. Si ella lo aprendió, daba por hecho que otros hicieran con ella lo propio.
Un periodista se hizo eco del tweet que sus padres pusieron de forma anecdótica. Aquello lo vio un ingeniero del equipo que le seguía, y dio el aviso al director de la escudería, James Vowles, y al equipo de marketing. Al día siguiente, domingo y día de carrera, Lorena recibió una llamada de una integrante de la escudería. Estaban invitados a pasarse por el hospitality de la formación. Hubo fotos, un paseo por el paddock, el motorhome, y el box de la escudería.
Victoria se puso el casco de Alex Albon, y recibió las disculpas de Logan Sargeant en persona. Fue un día increíble para la cría, inolvidable, sin duda una de las mejores experiencias de su vida. Al acabar la jornada de carreras, Antonio, Lorena y Victoria, aún tenían que cumplimentar otra escala importante.
La Unión Deportiva Almería se jugaba la permanencia contra el Español esa misma noche; para los tres fue sin duda una de las jornadas más intensas vividas en años. El equipo andaluz retuvo su plaza en Primera División, y al acabar la pequeña celebración del equipo, el Serie 1 familiar de color azul enfiló hacia la huerta de Europa en viaje nocturno.
Y ocurrió la magia
Lo valioso de esta historia no es lo que ocurrió, sino el efecto que causó. Super V, que es como la llaman sus padres en redes sociales, mutó, se transformó, cambió. A media mañana del día siguiente llegó al colegio tras dormir un poco más de lo habitual tras el trajín nocturno. Allí la chiquilla parecía otra. Explicó, llena de emoción, todo lo ocurrido en Montmeló. El viaje, el circuito, la pedrada, los boxes, los pilotos, el sonido, los colores, la megafonía, la camiseta de Williams con la que duerme y la gorra que no se quita de la cabeza desde entonces.
Tuvo que salir a la pizarra, pintar coches, explicar, y hablar. Hablar. Abrirse al mundo que la rodeaba. Victoria por fin se expresaba ante sus compañeros, algo que apenas había ocurrido antes. Se emocionó, y esto abrió la espita de la comunicación; quería compartir su experiencia de alguna manera. La Formula 1 despertó algo que habitaba dentro de ella, pero estaba dormido. Ha pasado de jugar sola en el patio del colegio a ser la estrella de la semana tras contar su experiencia. Victoria es otra.
¿Y los padres? «Cuando estuvimos en el box, descubrimos gestos y caras que nunca habíamos visto antes. Ahora es monotemática. Hasta la cara se le ha cambiado. Ella ha cambiado. No podemos estarle más agradecidos a Williams, y a los que han hecho esto posible».
Esta mañana, como la de ayer, y seguramente la de mañana, Victoria irá al colegio, y sus padres, que trabajan para que se quede con ellos por un periodo más largo, siempre le ponen música. Pero no le ponen las sintonías de los dibujos animados, ni programas de la tele. Ni siquiera las de los Cantajuegos. Le ponen esta, que es su favorita, que se la sabe de memoria y la canta sentada en su sillita, sonriendo… y esperando al Gran Premio de España de 2024.