OpiniónLa ruleta rusa de Red Bull
Red Bull ha sacudido la actualidad de la Fórmula 1 con uno de esos movimientos a los que nos tiene acostumbrados de vez en cuando. Y es que, si de algo carece la marca austriaca con Helmut Marko como brazo ejecutor, es de escrúpulos. Y le sobra valentía. Mucha.
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Publicado: 05/05/2016 19:10
Daniil Kvyat y Max Verstappen intercambiarán sus respectivos monoplazas a partir del próximo Gran Premio de España, colocando al holandés como protagonista de las que, seguramente, son las dos decisiones más atrevidas de los últimos años en la Fórmula 1.
A mediados de 2014, se gestaba entre bambalinas un intenso duelo entre Mercedes y Red Bull por uno de los pilotos más impactantes de los últimos años: el holandés Max Verstappen. Mercedes pretendía ficharle para su programa de jóvenes pilotos, algo que también quería Helmut Marko.
Pero sólo una cosa podía decantar la balanza en favor de unos u otros: un asiento de titular en Fórmula 1. Para Mercedes dicha circunstancia era inasumible a corto o, incluso, medio plazo. Tanto Lewis Hamilton como Nico Rosberg representaban el futuro del equipo, tanto por fiabilidad y rendimiento deportivo, como por imagen de marca. Lo mejor que podían ofrecer era un programa en categorías inferiores con la promesa de ascender a la Fórmula 1 no antes de tres años más tarde. Red Bull decidió echar el resto y le ofreció un asiento de titular en Toro Rosso, aprovechando que Sebastian Vettel se marchaba a Ferrari y Daniil Kvyat le sustituiría en el primer equipo. El resto, es de todos sobradamente conocido.
Todo el que conoce bien a Max Verstappen asegura que es un piloto especial. No sólo muy bueno: especial. Su carrera deportiva en monoplazas es corta, pero muy intensa. En cierto modo, muy similar a la que ha tenido hasta el momento en Fórmula 1.
El tiempo dirá cómo de especial es Max, pero mientras eso sucede, Red Bull va a tener que aguantar muchas críticas por su modo de gestionar a sus jóvenes talentos. Pero, independientemente de que aprobemos o no sus métodos, una cosa es indiscutible: Red Bull no engaña a nadie y, con el paso de los años, permanece fiel a su estilo.
Cuando Red Bull se fija en un piloto y decide apostar por él, lo hace hasta las últimas consecuencias. Es decir, le paga su carrera deportiva desde el minuto 1 y hasta que todo termina en la F1. A diferencia de, por ejemplo, Mercedes, no se limita a prestar su ayuda con la condición de que el piloto en cuestión compita en campeonatos con motores Mercedes (F3 alemana, DTM, etc). Guía y financia su carrera en todo momento y sin reservas. A cambio, se permite la licencia de decidir cortar el grifo en cualquier momento, en mayor o menor medida. Muchos han sido los pilotos que, tras la F1, se quedaron sin nada. Muchos otros también encontraron acomodo en otras disciplinas en las que Red Bull tenía intereses de algún tipo. ¿Terrible? Quizá. ¿La excepción? Ni mucho menos. Pilotos como Kevin Magnussen pueden dar fe de ello.
"Es difícil de asimilar y roza la humillación. Pero el problema es de Kvyat, no de Red Bull"
Es evidente que lo sucedido con Daniil Kvyat es, como mínimo, difícil de asimilar y roza la humillación. Pero, en realidad, el problema es del ruso, no de Red Bull. Helmut Marko tiene su método y todos los conocemos. Daniil lo conocía cuando decidió entrar en el programa. Carlos Sainz también. Ejemplos como los de Juncadella, Speed, Liuzzi, Bourdais, Alguersuari, Da Costa y muchos más no son secreto de estado: al contrario.
Es cuestionable si Kvyat merece ser bajado de Red Bull tras sólo cuatro carreras. Es igualmente cuestionable si el ruso estaba haciendo lo suficiente como para conservar un puesto en uno de los tres mejores equipos de la parrilla. Y es que, para aguantar en Mercedes, Red Bull o Ferrari, hay que elevar la media con holgura (excepto si eres el segundo piloto de Ferrari, en ese caso quién demonios sabe qué mínimos hay que cubrir).
Obviamente, y como ocurriera con la negociación del primer contrato, este tipo de decisiones no se limitan a evaluaciones meramente deportivas, ni siquiera extensivas a informes técnicos del departamento de ingeniería en el que se evalúa la capacidad técnica del piloto (hola otra vez, Kevin Magnussen). Hay otros aspectos y, en el caso de Max, de nuevo la amenaza de otros equipos ha debido tener peso en la decisión. Tanto Max como Jos -su padre- llevan semanas advirtiendo que este sería el último año del joven talento en Toro Rosso. No había otra opción que ascender, bien fuera dentro del organigrama de Red Bull, bien en tierras alemanas o italianas.
"Que demos el estatus de estrella a chavales de 20 años no debe impedirnos perder la perspectiva"
Parece obvio que Helmut Marko tenía claro quién pilotaría el segundo Red Bull, sólo estaba esperando el momento oportuno. ¿Habrá precipitado la decisión el desastre de Kvyat en Sochi? ¿o una oferta de Mercedes, Ferrari o ambos? En cualquier caso, es muy posible que todos en la 'familia' Red Bull supieran desde hace tiempo que Max estaba predestinado a llegar a esta situación desde el mismo día que firmó el contrato con los de la bebida energética a mediados de 2014.
La Fórmula 1 es un negocio a nivel mundial y, como tal, en él se toman decisiones basadas en criterios totalmente alejados de los sentimientos o la sensibilidad. Que en este mundo demos el estatus de estrella a chavales de 20 años o menos no debe impedirnos perder la perspectiva. Daniil Kvyat, seguramente, es muy consciente de todo ello, aunque pueda adoptar otro discurso de cara a la opinión pública. Y, no nos engañemos, si ha encontrado acomodo en Toro Rosso es única y exclusivamente porque Marko no considera que haya otro piloto preparado para afrontar un reto así en este momento. Así de duro. Así de real. Ni de lejos inesperado.
Fotos: Toro Rosso / Red Bull