GP AlemaniaMemorias de Alemania 2000: un despechado y la lluvia ayudan a Rubens
El extraño fin de semana del Gran Premio de Alemania 2000 no podía acabar de otra forma que con victoria del piloto que salía 18º. Era, además, su primer triunfo en Fórmula 1, y estuvo condicionado, además de por su talento, por otros dos factores externos: un ex empleado vengativo y la lluvia.
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Publicado: 17/07/2014 10:00
“Estoy muy contento de estar aquí, de formar parte de esta familia y este coche que me dará no solo la primera victoria, sino muchas más”. Así se presentaba Rubens Barrichello en Ferrari, pero jamás podría haber imaginado cómo iba a ser su primer triunfo en Fórmula 1. En la cuarta carrera llegó su primera pole, que no pudo traducir en victoria por una avería hidráulica. En los diez primeros grandes premios de rojo, había sumado seis podios, pero subir al primer cajón aún se le resistía. La undécima prueba, la de Alemania, era su participación número 125 en Fórmula 1. El lugar, Hockenheim, el antiguo circuito, antes de ser tristemente modificado.
Su compañero en Ferrari, Michael Schumacher, lideraba el Mundial, seguido por los dos Mclaren, un equipo muy potente con Coulthard y un Hakkinen que era el vigente campeón. Rubens había comprobado rápidamente cómo su papel en Maranello era el de escudero de Schumacher. Con el anterior sistema de clasificación, Barrichello salió a rodar el sábado en Hockenheim buscando una buena posición de salida, pero perdió el control de su Ferrari en la primera vuelta y se vio obligado a volver a boxes y utilizar el coche reserva. Sin embargo, al llegar al pit-lane comprueba que el monoplaza suplente no puede utilizarlo, ya que estaba destinado a Schumacher y tenía la configuración correcta para la conducción del alemán, muy diferente de la de Rubens.
Barrichello tuvo que esperar casi una hora hasta que estuviera listo. Tan larga fue la demora que casi se queda sin marcar tiempo, aunque no tuvo oportunidad de hacer una vuelta aceptable. Consiguió clasificar el 18º. No arrancaba en una posición tan retrasada en parrilla desde 1997. Pero aún quedaba mucho por suceder. En la primera curva, Schumacher y Giancarlo Fisichella se tocan, y ambos acaban contra las protecciones, teniendo que abandonar. Barrichello, con un potente Ferrari y una estrategia agresiva con poca carga de gasolina, va remontando posiciones, y tiene que entrar pronto a boxes para repostar. Hasta que ocurre algo inesperado.
Con los Mclaren dominando ampliamente la carrera, un espontáneo salta a la pista y la invade, llegándola a cruzar, vestido con una sábana con mensajes sobre Mercedes. El Safety Car salió a pista. El coche de seguridad era, como siempre, un Mercedes. El señor que había provocado su presencia era un ex trabajador de la marca alemana que había sido despedido por motivos de salud, y que pretendía hacerse notar precisamente en el gran premio germano. Los más perjudicados fueron, para más inri, los Mclaren, el equipo más poderoso con motor Mercedes. Vieron su ventaja reducida al cero, y ahí comenzó una nueva carrera. Barrichello había recibido su primera ayuda externa.
La segunda apareció a falta de pocas vueltas para el final. Lo hizo en forma de lluvia, aunque ahí, además de suerte, necesitó mucho talento. La mayoría de pilotos entraron a boxes a cambiar neumáticos, pues mantenerse en la pista con los de seco era casi una utopía. Pero Rubens y Ferrari arriesgaron, y se mantuvieron sobre el trazado alemán. Con una conducción impecable sobre un veloz monoplaza, pese a tener las ruedas menos convenientes para esas condiciones, Barrichello cruzó la línea de meta en primera posición, por primera vez desde que debutara en 1993, 124 carreras después.
No atinaba a articular palabra, y en la radio del equipo solo se escuchaba el llanto de emoción de un veterano que por fin veía cumplirse su sueño: “No podía creer lo que estaba viendo”, decía después en rueda de prensa, aún emocionado. Las lágrimas le acompañaron también en el podio, al que subió con una bandera de su país. Era la primera victoria brasileña desde la última que consiguió, en 1993, Ayrton Senna, referente de Rubinho. Barrichello tenía así su primer triunfo en Fórmula 1, que no fue seguido de muchos más (11 en total, 9 de ellas en Ferrari), y que seguramente fue el más sorprendente, pero también el más bonito. Un despechado y el cielo habían ayudado a Rubens, pero sin su calidad no habría sido posible, por mucha ayuda que, en forma de lluvia, le mandara Magic Senna desde lo alto.