GP BrasilMemorias de Brasil 1991: ''O campeão''
Interlagos, Brasil. Gradas repletas en un país que veía en el deporte una de sus pocas fuentes de alegría. Lucha y proeza. Si no fue magia, fue algo muy parecido. La historia de un épico triunfo que había tardado demasiado en llegar y que, de felicidad, cansancio, y emoción, dejó a su poseedor sin una gota de fuerzas.
5 min. lectura
Publicado: 07/11/2014 12:37
Sobre el podio, un piloto sujeta una bandera, y apenas acierta a tenerse en pie. Le entregan el trofeo de ganador, que casi no logra sujetar entre sus debilitados brazos. Suena el himno, que retumba en todo el circuito, y las lágrimas de emoción de la enfervorecida afición caen al suelo y se entremezclan con la lluvia que ha azotado Interlagos. Tras el champagne, que hace recuperar una pequeña parte de las fuerzas perdidas, un grito surge: “O campeão, o campeão”. No, ese día nadie se proclama campeón. Pero, para el vencedor, aquella victoria era tanto como un título.
Es solo la segunda carrera del año 1991. Williams, que durante los años 80 había ganado cuatro mundiales de escuderías y tres de pilotos, se dispone a disputarle el título a McLaren y Ferrari. Por los del Cavallino compiten Alain Prost y Jean Alesi; por McLaren lo hacen Ayrton Senna y Gerhard Berger, y por Williams Nigel Mansell y Ricardo Patrese. Ayrton Senna marcó la pole en el Gran Premio de Brasil, por delante de los Williams de Patrese y Mansell y de su compañero Berger. El brasileño aguantó en la salida y comenzó a distanciarse de sus rivales, perseguido por Nigel Mansell. Con el paso de las vueltas, el británico se empezaba a mostrar más veloz, y comenzó a acercarse a Ayrton. El FW14 de Williams era más rápido que el MP4/6 de Mclaren aquel domingo.
Tras una parada en boxes con problemas para Mansell, que permitió a Senna alejarse, nuevamente Nigel empezó a recortar tiempo. Para añadirle un punto más de emoción, la caja de cambios de Ayrton Senna comenzó a fallar. Su McLaren había perdido la cuarta marcha y Mansell ya se frotaba las manos. Sin embargo, una vuelta después, en la 59 (de 71) la caja de cambios que se rompió no fue la del brasileño, sino la de ‘El León’ inglés, que tenía que abandonar. Fue su compañero Patrese quien se alzó a la segunda posición, con Berger tercero. El monoplaza de Senna seguía con problemas, lo que permitió a Riccardo acercarse poco a poco. Y, quedando solo dos vueltas, cuando más cercaba estaba Ayrton de ganar por vez primera en su país, su tercera y quinta marcha fallaban, con lo que se quedaba únicamente con la primera, segunda y sexta.
Con la mano derecha, Senna tenía que sujetar en ocasiones la palanca, y con la izquierda giraba el volante. La gravedad era mayor aún de lo que parecía: no podía bajar de sexta marcha, teniendo que utilizarla en curvas de baja velocidad, al borde de calar el monoplaza en varias ocasiones. Patrese, cuyo Williams tampoco estaba al 100%, seguía acercándose. Llovía en Interlagos y, en una fatigada lucha contra su propio coche, Ayrton Senna estaba cerca de derrumbarse. Después de la carrera, ‘Magic’ contó que, en esas circunstancias, solo le quedaba rezar. Y eso hizo. Contra todo pronóstico, Patrese no llegó a su altura y Ayrton Senna, con el 1 en su monoplaza (había sido campeón el año anterior), cruzaba la línea de meta viendo la bandera a cuadros. Por fin había ganado el Gran Premio de Brasil y, preso del cansancio, los nervios, la emoción, y unas décimas de fiebre, se vino abajo.
Tuvo que ser ayudado a bajarse del monoplaza y fue llevado hacia el podio, donde le esperaba una multitud de fans bajo la lluvia, celebrando el primer triunfo de su héroe (que ya era bicampeón) en suelo patrio. Después, sobre el podio, lo narrado. Meses más tarde, Senna se alzaba con su tercera corona, y aquel día, pese a tener aún catorce pruebas por delante, Ayrton ya había hecho honor al cántico de la ‘torcida’: "O campeão, o campeão”.