Virutas F1Lewis Hamilton: el negocio de no correr

Ivan Capelli era un perfecto desconocido en su propio país cuando corría para Leyton House. Pero todo cambió cuando se le anunció como piloto de Ferrari. Viajó del casi anonimato a que la gente quisiera pagarle el combustible en las gasolineras.

Lewis Hamilton: el negocio de no correr
Lewis Hamilton se ha labrado una lucrativa carrera dentro y fuera de las pistas. - Twitter Lewis Hamilton

11 min. lectura

Publicado: 05/11/2022 11:00

Capelli pasó de ser poco menos que un don nadie a una estrella del rock de la noche al día, y es que subirse al cavallino eleva tu valor hasta donde Elon Musk remite sus cohetes. Dice José Miguel Vinuesa que «ser piloto Ferrari es en Italia como un título nobiliario». Su afirmación debe ser bastante acertada porque el único conductor de la Fórmula 1 actual que tiene un galardón de ese fuste es Sir Lewis Hamilton, que lidera una curiosa lista. Y no, no es la de ganancias, o la de títulos.

De acuerdo con los analistas de SportsPro el británico no es solo el piloto de Fórmula 1 más vendible, sino el tercer deportista planetario alrededor del que más negocio se puede hacer. El británico decidió deslindarse de su padre como representante —no sin trifulcas familiares por medio—, pero al final, y las cifras lo cantan, acertó como cuando Luke Skywalker coló sus torpedos por el alcantarillado de La Estrella de la Muerte. Lewis fue sumamente astuto al darse cuenta de que pilotar coches incluso ganando tenía relativamente poco valor en comparación con los chavales que salían por la tele cantando en aquello de la Operación Triunfing inglesa, o comoquiera que se llamase aquello.

Este año pasado, sin ganar títulos, facturó más que nunca con unos rumoreados 65 millones de euros

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Por eso echó mano de un manager de cantantes y famosos tipo Sálvame. Se agarró a valores humanitarios universales, a las redes sociales, y cedió la parte del negocio en este sentido a profesionales en lugar de meterse en peleas absurdas con followers más o menos entregados. Sus apariciones cada jueves con esos disfraces imposibles no son más que un truco publicitario; lo mejor no es lo que se embolsilla por ir vestido de determinadas marcas o diseñadores. La clave de la jugada es dar que hablar; el juego se lo hacen los que se hacen eco con sus retuits. Cada vez que traspasa los tornos del paddock, a los pilotos ni se les mira, no hay noticia en ello. Lo de Lewis, sin embargo, es como asistir a la gala de los Oscar en cada Gran Premio.

La clave no es hacer lo de siempre, sino dar la nota, y Hamilton la da como nadie. Sus actividades fuera del asfalto se asemejan más a las de la cantante Rosalía, y sus acciones personales en la bolsa de valores de lo económico han subido más que las de ningún otro.

A nadie escapa que los pilotos de Fórmula 1 son ricos. Bueno, algunos más que otros. Tampoco que esa riqueza les llega de forma temporal. De hecho, muchos se han arruinado al salir de ella tras derretir sus fortunas en inversiones desacertadas, pero en todos los casos, saben que esto dura un periodo con principio y final. Por eso Hamilton trazó un plan para extraer el máximo partido de su tiempo en la categoría y prueba de que le está funcionando es que este año pasado, sin ganar títulos, facturó más que nunca con unos rumoreados 65 millones de euros de caja. No le fue mal.

Sir Lewis ha salido en videojuegos, lo hemos visto pegando tiros al estilo de John Wick, tirarse desde aviones como un SEAL o ponerse boca abajo subido en aviones de combate. Su última jugada ha sido la de montar una productora de series y películas. De su amistad con Will Smith, Brad Pitt o Tom Cruise tenía que salir algo, y ha parido una empresa denominada Dawn Apollo. Una de sus primeras zancadas será, o debería ser, esa película para Netflix sobre las carreras en las que el chorizo rubio de Ocean's 11 y visitante temporal de la parrilla andan desarrollando.

¿Y qué dice Toto de todo esto?

Pues la respuesta del jefe es ‘mientras el rendimiento no quede afectado, que haga lo que le parezca’, le suelta la correa para que esté cómodo. Como saben que no tienen coche para ganar, y la verdad es que Lewis está rindiendo más o menos donde su mecánica le permite, pues no hay problema. De paso su negocio crece y crece gracias al impulso que está teniendo la Fórmula 1 en mercados como el norteamericano, donde sus adelantamientos se jalean como si fueran protagonizados por un yankee nativo.

La F1 está subiendo, el McDonald de la velocidad que repateaba la barriga de Bernie Ecclestone está facturando más que nunca, y Hamilton está en la cresta de su ola. Es, de largo, el que mejor ha sabido leer el mercado, y el resto están a otras cosas, básicamente en correr y ganar sobre el asfalto.

Lewis Hamilton brilla dentro y fuera del coche, donde es el piloto más rentable y exitoso.

De vuelta a la lista que determina la comercialidad de los deportistas, desgrana una serie de datos interesantes. Lewis, el tercero en la general, se sitúa tras Cristiano Ronaldo y Serena Williams, y nunca antes había albergado a tal número de pilotos de Fórmula 1. El segundo en la tabla es Charles Leclerc, colocado en la posición 25. Resulta obvio que el peso mediático de Ferrari le impulsa con fuerza. En tercera posición y en el puesto 33 está el vigente campeón, Max Verstappen. George Russell es el 35º, Checo Pérez aparece justo a continuación, Alonso está el 60, el 66 Carlos Sainz y Ricciardo cierra esta clasificatoria con el puesto 82 de entre los cien deportistas más negociables. SportsPro midió la puntuación marketiniana de cada uno en función de su fuerza de marca, alcance de la audiencia y economía en el primer semestre de 2022. Para ello analizó datos procedentes del seguimiento en las redes sociales, valoraciones económicas y conocimiento en el mundo no virtual.

Cierto piloto cuyo nombre se nos acaba de olvidar fue presentado como esponsorizable a una multinacional muy concreta hace unos años. Los directivos de aquella compañía le dieron con la puerta en la cara cuando echaron un vistazo a sus redes sociales. No decía graciosadas, no bailaba, se vestía normal, apenas posaba en fotos y las que mostraba no eran imágenes especialmente cuidadas, apenas interactuaba con sus seguidores… En resumen: no tenía un gran atractivo digital y con ello pierde por inacción un punto de venta, de incremento de su actividad comercial, por no disponer de un equipo profesional que le lleve el tema y acabe facturando más. Es una visión corta de miras.

En todo lo de Lewis atufa a la legua que detrás hay una agencia de publicidad y el piloto se limita a posar y poco más. Sencillamente, la vena comercial que rodea al heptacampeón lo usa como franquicia y lo coloca en muchos espacios. El ejemplo que ha seguido, de manera vagamente similar, es el del rapero 50 Cents. Curtis James Jackson, que es como se llama este cantante neoyorquino, irrumpió en el mercado musical de 2003 con su álbum «Get Rich or Die Tryin’/Hazte rico o muere en el intento». Desde entonces ha protagonizado anuncios televisivos, ha salido en películas, ha protagonizado videojuegos, ha escrito libros, ha ofrecido giras de conciertos por medio mundo, colaborado en álbumes de otros artistas, promocionado una línea personal de zapatillas Reebok, lanzado una gama de auriculares con su nombre, hizo un reality para la MTV y hasta ha salido en Los Simpsons.

A pesar de todo este jaleo, su negocio nuclear sigue siendo la música. Tiene varios Ferrari, al menos un Lamborghini, un Maserati y un Bugatti. No le ha ido mal y a pesar de tener una vida controvertida, resulta obvio que trabaja como un mulo. Pues lo de Lewis parece estar tomando cariz similar, y parece ser el único que le ha metido el diente con la saña de un bulldog, mientras el resto parece no darse cuenta de sus jugadas.

El que esto escribe recuerda una charla en la parte trasera de un tráiler con un prometedor piloto que miraba con deseo hacia la Fórmula 1. ‘Que si fulano va solo regular’, ‘es que ha llegado a la F1 y va decimoquinto’, ‘que si ha elegido mal su equipo’, comentábamos sobre uno que había alcanzado ya el Olimpo de la velocidad. La respuesta por parte del corredor fue tan sencilla como lapidaria: «Sí, pero mientras está ahí se va a meter en el bolsillo entre 3 y 5 millones de euros al año. Van a ser entre 3 y 5 millones más que tú y yo juntos». Y llevaba razón. Ivan Capelli debe estar tirándose de los pelos por haber llegado demasiado pronto a las carreras. Porca miseria.

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