Newey, el azul huevo de pato y un MTC orwelliano

El genial ingeniero británico perteneció al equipo McLaren entre 1997 y 2005, convirtiéndose en la principal oposición a Michael Schumacher y Ferrari. La obsesión por el control y el color gris de Ron Dennis hicieron que Newey nunca se sintiera del todo cómodo, propiciando finalmente su marcha a Red Bull.

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Publicado: 17/04/2019 13:30

Adrian Newey es uno de los pocos ingenieros que pueden presumir de haber influido de manera decisiva en la historia de la Fórmula 1, pues sus diseños han marcado tendencia de un modo del que sólo unos pocos pueden presumir.

El actual director técnico de Red Bull Racing comenzó su relación con la Fórmula 1 de manera efímera en Fittipaldi y March, pero su prestigio comenzó a labrarse en la IndyCar, campeonato en el que trabajó para March y Lola, además de ser ingeniero de pista de Bobby Rahal, Michael Andretti y Mario Andretti.

En 1988 Adrian Newey volvió a la Fórmula 1 de la mano de Leyton House y su audacia en el diseño le permitió ser tentado por varios equipos, entre los que se encontraban McLaren y Williams. De cara a 1991, el británico eligió este último -con el que ganó 59 carreras, cuatro títulos de pilotos y otros tantos de constructores.

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Pero antes de eso tuvo su primer contacto con Ron Dennis, ya entonces líder de McLaren. Fue en el Gran Premio de Mónaco de 1989, en plena etapa de dominio del equipo británico junto a Honda y con Ayrton Senna y Alain Prost como protagonistas de una lucha espectacular y descarnada.

“En aquellos días, los coches se quedaban cerca del puerto”, cuenta Adrian Newey en su biografía Cómo hacer un coche, editada en España por Libros Cúpula. “Para llegar hasta allí había que pasar obligatoriamente por una pasarela estrecha, por lo que no podías evitar a nadie que viniera en dirección contraria; ni siquiera Ron, que era un experto en pasar inadvertido al lado de la gente, así que una tarde no pudo evitarme y nos cruzamos”.

La portada del libro escrito por Adrian Newey, que narra su vida personal y profesional.

Newey relata cómo Dennis le ofreció unirse a McLaren, aunque no con demasiado acierto en el modo de sugerirlo. “Me habló del clima y me felicitó por mi trabajo en Leyton House. ‘Si alguna vez quieres venirte a McLaren, hay un lugar para ti’, concluyó. Pero antes, cuando estábamos a punto de seguir nuestros caminos por separado, añadió: ‘Pero ten en cuenta que no pagamos salarios de superestrellas’. Años más tarde me dijo que recordaba el encuentro y admitió que se había quedado un poco avergonzado después de aquel comentario; deseaba no haberlo dicho”, recuerda Newey.

De liderar el relevo generacional en Williams a la dirección técnica de McLaren

Con el paso de los años, la influencia de Adrian Newey en Williams fue tomando peso y el diseñador británico reclamó mayor relevancia en la toma de decisiones del equipo. Frank Williams y Patrick Head aceptaron, pero en la práctica continuaron haciendo lo que siempre habían hecho: gestionar el equipo a su manera.

La gota que colmó el vaso fue el fichaje de Heinz-Harald Frentzen a principios de una temporada que terminó coronando a un desahuciado Damon Hill como campeón del mundo. Ello, junto con la inesperada muerte de Ayrton Senna en Imola dos años antes y el posterior juicio en Italia en el que Patrick Head llegó a amenazar a Newey con señalarle como culpable del accidente, le animaron a aceptar la oferta de McLaren.

Todo en la fábrica era gris. Todo en el exterior era gris. Hasta el nombre de su avión es GRIS

Pero el peculiar estilo de Ron Dennis no encajó bien con la personalidad de Adrian Newey. “Me mostraron las instalaciones. Algo me molestaba, algo que no pude captar al principio, hasta que pude ver el cuadro entero: todo en McLaren era gris”, explica en su libro.

Tras la marcha de Marlboro como patrocinador principal -y la consiguiente llegada de West-, Ron Dennis había optado por diferentes tonos de gris y negro para identificar a su equipo, pero la imagen corporativa no se limitaba a los monoplazas o la ropa del personal desplazado a los circuitos. Obviamente, sabía que la identidad de McLaren tendía al gris en su esquema de color, pero hasta ese primer día no me dí cuenta de lo gris que era como compañía. Es el ‘color’ favorito de Ron. Todo en la fábrica era gris. Todo en el exterior era gris. Hasta el nombre de su avión es GRIS (GREY)”, recuerda.

La oficina de John Barnard

Al incorporarse a McLaren el 1 de agosto de 1997, Newey tenía que ponerse al día rápidamente para no retrasarse con el coche del año siguiente, por lo que pronto comenzó a trabajar de manera intensiva.

Para ello le fue asignado el antiguo despacho de John Barnard, que rompía ligeramente la estética del resto del edificio al contar con numerosas superficies de madera. No fue suficiente para Adrian Newey, que necesitaba un entorno más alegre y propicio para la inspiración creativa.

Ron Dennis tenía un estilo de gestión muy peculiar y controlador.

“Con la idea de ponerme al día con el ciclo de diseño, ya que había llegado un poco tarde, trabajaba a todas horas siete días a la semana, pero al cabo de dos semanas la oficina se convirtió en un lugar muy deprimente cuando llegaba a medianoche, reconoce Newey, que no dudó en darle un toque personal a su despacho.

“Ron insistió en que fuera a la carrera de Hungría. Yo quería trabajar en el coche de 1998, pero esperaba poder tener alguna influencia en el de 1997, ofrecer algunos consejos de set-up y demás”, cuenta Newey, que disfrutaba mucho como ingeniero de pista en los circuitos. “Antes de irme, le pregunté al gerente de la fábrica si podía redecorar un poco la oficina. Elegí el azul huevo de pato, así como una alfombra de tono pálido y una silla de color tostado más agradable”.

Aquella decisión satisfizo a Newey, que a su llegada vio con orgullo el aspecto final de su despacho. Ron Dennis también quedó altamente impresionado, pero no del mismo modo que su ingeniero estrella. “Pasar de la monotonía de la fábrica de McLaren a mi despacho era algo así como cuando en El mago de Oz encienden el technicolor”, cuenta con cierta sorna Newey. “Ron, sin embargo, quedó mucho menos impresionado cuando, el lunes por la noche, vino a ver cómo iba. Se quedó en la entrada, con la boca abierta y la mandíbula caída, y estuvo allí de pie boqueando como un pez de colores durante más o menos treinta segundos, aunque pareció como si hubiesen pasado cinco minutos. Se iba poniendo cada vez más rojo mientras yo pensaba: ‘Dios mío, le va a dar un ataque’. Hasta que, sin pronunciar una sola palabra, se giró y regresó a su santuario gris McLaren”, detalla.

Newey había llegado a McLaren con estatus de gran estrella, por lo que Dennis prefirió dejarlo pasar, aunque eso no significaba que fuera capaz de asumirlo con facilidad. “Por suerte, aquel era un periodo de luna de miel y, en general, no podía hacer nada mal, así que me salí con la mía. Sin embargo, su esposa Lisa me contó años después que estaba encendido de ira cuando llegó a casa esa noche. Ron era bueno, digamos que le gustaba ejercer un control férreo sobre todo lo que le rodeaba”, afirma Newey.

Obsesión por el control

La personalidad de Ron Dennis era trasladada a la gestión de McLaren, especialmente su obsesión por la simetría y el orden, algo a costa de lo que Newey y sus compañeros de trabajo se divertían en ocasiones.

“Una de las maneras más efectivas de disgustar a Ron es entrar en su oficina, donde por lo general tiene montones de papeles apilados en su escritorio, y mover uno ligeramente, sólo unos pocos milímetros, en la certeza de que luego se obsesionará con esa pila durante siglos, dudando si lo has enderezado o torcido”, recuerda Newey en un libro en el que relata su carrera profesional, pero también personal. “Ese es Ron en pocas palabras. Es muy pulcro y organizado, lo cual por supuesto es una cualidad positiva hasta que traspasa el límite de lo excesivamente controlador”.

El McLaren Technology Centre se extiende sobre 500 000 metros cuadrados de terreno.

El 12 de mayo de 2004, Ron Dennis inauguró su gran legado: el McLaren Technology Centre de Woking, un espacio diseñado por Norman Foster que contó con un presupuesto de 300 millones de libras y 500 000 metros cuadrados de extensión.

Las nuevas dependencias permitieron a Ron Dennis ejercer un control aún más estricto sobre la empresa, perjudicando la creatividad de Newey y sus colegas. “Nos acabábamos de mudar a una fábrica diseñada por Norman Foster (McLaren Technology Centre). Para mí representaba la opresión del orden gris. Con reminiscencias de Metrópolis de Fritz Lang, presenta hileras e hileras de escritorios sin nada fuera de lugar. Como construido por un espíritu imperialista. No era un entorno en el que nos resultara fácil ser creativos”, afirma.

Newey cuenta como Dennis impuso una serie de normas de conducta exageradamente controladoras y que incluso fueron acompañadas de amenazas de denuncias por parte de algunos empleados. “Cuando nos mudamos, ni siquiera nos permitieron tener vasos de agua en nuestro escritorio, ningún té, ni café, ni efectos personales”, explica. “Alguien señaló que quizás era ilegal negar que los trabajadores trajeran agua a su escritorio, por lo que Ron tuvo que ceder en eso, pero no en el té ni en el café. En cuanto a efectos personales, se permitía una foto familiar por escritorio, pero se tenía que guardar en un cajón durante la noche”.

Recibí un correo electrónico advirtiéndome de que si no volvía a usar la ruta obligatoria me enfrentaría a un ‘examen interno’

Una de las múltiples anécdotas que cuenta Newey, mucho más dado a la juerga de lo que pudiera parecer en la actualidad, tiene que ver con la ruta obligatoria que Ron Dennis imponía a sus empleados a la hora de entrar y salir del complejo. “Todo el personal tenía que entrar en el edificio bajando por una escalera circular hacia el corredor subterráneo de suelo gris y paredes blancas. Era como si estuvieras entrando en una película orwelliana. Luego subías por otra escalera circular hacia el centro del edificio y de ahí a tu puesto de trabajo. Yo odiaba caminar por el corredor exterior, así que en vez de hacer eso me iba por el borde la hierba, luego cruzaba un camino interior y entraba por donde estaban aparcados los camiones”.

Sin embargo, pronto Newey recibió un correo amenazante en una época en la que Dennis ya no estaba dispuesto a renunciar a su modo de hacer las cosas por nadie. Me detectaron en los monitores del circuito cerrado de televisión del sótano y recibí un correo electrónico advirtiéndome de que si no volvía a usar la ruta obligatoria me enfrentaría a un ‘examen interno’. Madre mía”, expresa el prestigioso diseñador británico.

El fin

Con la posterior implementación de un sistema matricial en el organigrama de McLaren con la llegafa de lo que Newey y sus colegas denominaban como mulás, el británico comenzó a perder la motivación tras tantos años de lucha contra un entorno ‘hostil’. Dennis impuso varios responsables de departamento que controlaban el trabajo de cada uno de ellos, obligando a una toma de decisiones consensuada y que coartaba las ‘excentricidades’ de Newey.

Durante el proceso de diseño del McLaren MP4-20, Adrian Newey empezó a llegar a su límite, dándose cuenta de que cada vez le resultaba más complicado explotar sus cualidades. “Estaba desilusionado con la forma en que habían ido las cosas en McLaren. Para lidiar con ello, me concentré en mi parcela técnica trabajando estrechamente con Peter Prodromou y Mike Coughlan y no tanto con los mulás en el sistema matricial. Pero aún así sabía que estaba perdiendo la chispa. Me estaba forzando a mí mismo en vez de trabajar con naturalidad y eso nunca es buena señal, admite.

Tras la llegada de Zak Brown, McLaren ha recuperado el color en los monoplazas y en el McLaren Technology Centre.

En ese momento apareció Red Bull, que a diferencia de Jaguar un tiempo antes, logró convencerle para que se uniera a un equipo que en ese momento no era tomado en serio por nadie. Un tiempo antes, Dennis había ofrecido a Newey y a Martin Whitmarsh ser sus sucesores al frente de McLaren, pero Adrian rechazó la oferta al no conseguir que Dennis se comprometiera a fijar un plazo para completar la transición. Ello abrió una herida entre ambos que cambió su relación definitivamente.

Cuando el 8 de noviembre de 2005 Red Bull confirmó el fichaje de Adrian Newey contra la voluntad de Ron Dennis, que pretendía retrasarlo más, el jefazo de McLaren reaccionó airadamente. No esperaba regresar a mi escritorio y que me dijeran que abandonara el edificio en el acto, admite Newey al recordar su último día en Woking. “Me permitieron recoger mi maletín antes de ser escoltado hasta el exterior del edificio; un final bastante triste para mi carrera en McLaren”, finaliza.

Me permitieron recoger mi maletín antes de ser escoltado hasta el exterior del edificio; un final bastante triste

Actualmente, Adrian Newey continúa en Red Bull como director técnico y alterna proyectos como el Valkyrie de Aston Martin con el diseño de los monoplazas de la Fórmula 1, con los que ganó cuatro títulos mundiales consecutivos de pilotos y constructores entre 2010 y 2013.

Ron Dennis dejó su puesto al frente de McLaren a Martin Whitmarsh el 1 de marzo de 2009, pero los malos resultados del equipo forzaron a Dennis a volver en 2014 con un contrato de suministro de motores Honda bajo el brazo. Whitmarsh fue despedido y no ha vuelto a la Fórmula 1 desde entonces.

En Red Bull, Newey encontró la flexibilidad que buscaba, desplegando todo su potencial y creatividad.

En enero de 2017, Ron Dennis fue forzado por sus socios accionistas a abandonar la empresa, convirtiéndose Zak Brown en director ejecutivo de McLaren Racing. Desde entonces, el tono gris y oscuro de los monoplazas de Woking ha sido reemplazado por el alegre y mítico naranja popularizado por Bruce McLaren en la década de los años 60 y el equipo ha adoptado un enfoque mucho más desenfadado y fresco. ¿Qué pensará Ron Dennis de todo ello?

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