Virutas F1¿Grid Girls? Chicas sí, tías no

La cagan. Unos por pillársela con papel de fumar cuando les afecta a terceros, y otros por asustarse ante el dedo acusador de un porcentaje de la clientela porque no ser moderno está muy mal visto. La cagan todos ellos.

11 min. lectura

Publicado: 05/02/2018 14:30

Lo de echar a las mujeres de la parrilla ha sido tan torpe como dejarlas de mujeres florero y atracción de feria en un negocio que es otro. Cuando una uña se te encarna y se te clava en el dedo no te amputas el pinrel, sino que lo curas, lo arreglas y lo dejas como debería estar. Liberty Media, los amos del cortijo, se han asustado ante el previsible y creciente aluvión de críticas por mantener, desde los años 70, a las llamadas grid girls a modo de reclamo visual ante los ‘siempre calenturientos machos’, mercado principal de su negocio.

En los tiempos que corren no es de recibo mantener a una chicas, que cumplen funciones reales y tangibles, vestidas como cabareteras (si no como fulanas, aunque cada vez menos) para alegrar el ojo del respetable, pero es torpe y pacato eliminarlas de la ecuación. Esa es la vía fácil e igualmente lejana a lo que piden estos tiempos. La palabra clave es integración.

En los colegios públicos hay niños de diversas nacionalidades que en ocasiones ni siquiera hablan el idioma local para que se integren en la sociedad. Ponemos plazas preferentes para discapacitados para que se integren sin cortapisas en la sociedad. Aceptamos y autolimitamos nuestros comportamientos ante el advenimiento de otras culturas y religiones para que sus representantes se integren en nuestra sociedad. ¿Y qué hacemos con las pocas mujeres que forman parte de la organización de nuestro deporte? Las echamos a patadas, las des-integramos, las excluimos. Es una cagada porque en lugar de dignificarlas, las marcamos con un hierro candente y las convertimos en culpables de lo que no tienen culpa alguna.

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Por desgracia, no siempre el buen gusto es lo que impera entre los organizadores de los Grandes Premios.

En casi treinta años metido en las carreras, el que esto escribe ha visto a muchas azafatas, muchas. Nunca, jamás, en ningún momento, ha sido consciente compartiendo parrilla, comidas, viajes y alguna confidencia con muchas de ellas, de abusos, vejaciones, denuncias de tipo alguno o queja en lo tocante al trato que se les ha dispensado, nunca. Sólo dos quejas pudieron romper el silencio a este respecto en tres décadas: “me duelen los zapatos” y “ojalá me llamasen más”.

Para la mayoría de estas chicas, este momento, el de desfilar como modelos en una parrilla de Fórmula 1 es uno de los instantes más esperados de su agenda anual, se muestran orgullosas de hacerlo, de compartir ese segundo de fama audiovisual, así lo exhiben en sus curriculums, y en lugar de avergonzarse lo muestran con alegría genuina. Echarlas sin más no sólo significa que perderán trabajo y dinero, sino que el mensaje que se les remite es un “ya no me sirves”, certificando que estaban de relleno.

Para la mayoría de estas chicas, desfilar como modelos en una parrilla de Fórmula 1 es uno de los instantes más esperados de su agenda anual

Las azafatas tienen funciones concretas tangibles. Sirven de guías a invitados, asisten en los podios al entregar trofeos, señalizan las parrillas, sirven de soporte publicitario, y dile si tienes lo que hay que tener a un piloto que se queda sin sombrilla bajo el sol barcelonés en mayo, o la gota malaya o brasileña cuando les llueve estando parados y la carrera aún no empieza. Sin azafatas chicas, esas funciones serán ahora ejercidas por hombres, por tíos, y para proteger a las mujeres te las cargas. Eso es como si tienes un hijo pero, como suspende en clase, se lo regalas a los vecinos. Menudos fenómenos.

En Mónaco 2015 el Principado jugó con esta posibilidad, la de eliminar a las féminas del ojo público, y el espectáculo no pudo ser más triste: pilotos tíos, mecánicos tíos, ingenieros tíos, comisarios tíos, VIPs tíos y azafatas tíos. Las mujeres quedaron barridas por completo en la parrilla más triste, desigual y decimonónica de la historia. En la primera carrera de la historia, la Paris-Rouen de 1894, tuvo que ser muy parecido. Viajaron en el tiempo, pero hacia atrás en lugar de hacia adelante.

En muchos Grandes Premios, las azafatas de parrilla también contribuyen a proyectar la cultura y el folklore del país en el que se disputa la competición.

Una actriz tiene un cuerpo y lo usa en su curro. Y una presentadora de televisión. Y una cantante. Y una modelo. Y hasta una prostituta, que ahora se llama eufemísticamente “trabajadora sexual”, pero una azafata tiene un cuerpo y no puede usarlo, que es que la miran y eso es malo. No señor, las personas tienen un cuerpo al que no pueden renunciar, hombres y mujeres. A las azafatas las echan de donde estaban por ser mujeres; si fueran hombres no ocurriría esto. En pos del respeto, la igualdad y la integración, si se fueran a cualquier tribunal de derechos humanos arrasarían a la fiscalía si interpusieran una denuncia por despido improcedente alegando discriminación.

Esto hay que digerirlo de otra manera: mujeres sí, pero bien. Un ejemplo reside en las galas de Oscars o Goyas. Las azafatas y azafatos no son floreros, no están vestidos como si estuvieran ‘haciendo la calle’ y nadie discute sus funciones y tareas. No quitemos a las mujeres de donde están; tratémoslas debidamente, con respeto, con educación, con clase, con espacio y con funciones que queden bien definidas y justificadas. Mujeres SÍ, tías NO.

El Gran Premio de Europa de Valencia no fue un ejemplo en muchos aspectos, pero sÍ lo fue en uno: el del trato a sus azafatas. Los levantinos hicieron realidad lo de la paridad con aquella acertada mezcla de hombre-mujer a partes iguales. Su indumentaria, la de ambos sexos, era la que cualquier valenciano medio suele usar por la calle en verano; un polo de manga corta, y unas bermudas, algo más largas en el caso de los chicos, y más corta en la de las chicas, y unas zapatillas deportivas como calzado.

Con este escueto uniforme, de manera casi imperceptiblemente patrocinado por Telefonica, se igualaban géneros y se ofrecía un aspecto saludable y respetuoso con la figura de chicos y chicas locales que añadían color sin perder las buenas maneras. Nada de escotes, microfaldas, taconazos insufribles ni pechos saliendo como los de Afrodita-A, la novia robótica de Mazinger Z. Las mujeres valencianas fueron tratadas con respeto e igualdad, y les otorgaron unas funciones que alguien debería hacer de no estar ellas. Este es el camino, respetar, cuidar las formas, gestos igualitarios e incluir y no excluir. ¿Otra idea? Si esas azafatas, las encargadas de sostener una sombrilla, llevasen un uniforme del equipo al que escoltan, tal y como lo hacen sus mecánicos u otras chicas integradas en funciones técnicas dentro del mismo, esta pelea sería absurda porque nadie discute esto.

Nada de escotes, microfaldas, taconazos insufribles ni pechos saliendo como los de Afrodita-A

El tiempo en que los almanaques de mujeres desnudas adornaban talleres y cabinas de camiones afortunadamente quedó atrás. El espacio que ocupan las mujeres en nuestra sociedad, cada día más igualitaria desde el punto de vista global, jamás fue ni soñado por nuestras madres, es ciencia ficción para nuestras abuelas, y aún le queda mucho camino por recorrer para que llegue la deseada paridad, igualdad y competencia de tú a tú en todos los planos. Pero a base de desplazarlas no andamos. Una buena idea hubiera sido escuchar a las implicadas, a las afectadas. Los que juzgan y deciden, que no siempre son los mismos, prefirieron tener su idea sin contar con ellas y ha sido un aluvión de protestas por parte de profesionales que ven sus intereses dañados ante algo que ellas no sufren. En el mundo del futuro ha de haber cada vez menos espacio para las limitaciones y más un hueco en el que entren todos. Tan chungo es lo que había, como lo recetado, y los de Liberty denotan una falta de imaginación galopante. En el caso de los que juzgan, también. Tías no, pero mujeres sí, siempre, todas, y cada vez más

Fotos: Red Bull Content Pool

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