Virutas F1El resacón de Las Vegas va a poner en apuros a muchos organizadores
Nos equivocamos. La cuenta de la vieja está aún por cerrarse, pero todos los que pensamos que el gepé de Las Vegas iba a ser un desastre financiero erramos el juicio. Las señales eran inequívocas: miles de entradas sin vender, hoteles tirando precios, jaleo con el vecindario, taxistas subiendo las tarifas, y mucho cabreo ante The Ultimate Verbena de Stefano. Sin embargo, de forma aparente, ha sido un pelotazo.
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Publicado: 23/11/2023 15:30
Según soltó la organización, cada jornada pasaron por taquilla 105.000 contribuyentes, en una prueba que tuvo un coste que rondó los 500 millones de dólares, y ha recabado —de momento— un retorno de 1.200. Habrá que ver que cuentas arrojan los hosteleros, y si ese dineral es impacto mediático o billetes verdes contantes y sonantes.
La carrera, bien y muchas gracias. Pero el espectáculo anexo fue de orden superior. A los aficionados más agarrados a lo deportivo les chocó toda la parafernalia que envolvió al evento, aunque esto suelen decirlo todos aquellos que jamás han pisado el Nuevo Mundo. Cuando ves cómo se hacen las cosas allí te das cuenta de que, en este sentido, el resto de los mortales vivimos en la Edad Media publicitaria, y no vamos hacia ningún otro sitio que no sea aquello.
Pantalla grande, ande o no ande
En 1992, la Expo Universal de Sevilla vendía al público que uno de sus mayores atractivos era su pantalla gigante Jumbotron, un producto de la multinacional Sony. Instalada en la magna exposición, medía doce metros de altura y dieciséis de anchura. En 1996 fue adquirida por el hipódromo de Madrid. Aquel mismo año, más de la mitad de los casinos de Las Vegas instalados en The Strip, la calle principal, tenían una en su puerta anunciando menús a diez dólares, la actualización de Diana Ross, o la pensando en parejas aburridas y con ganas de pasar un fin de semana guarro. Lo que para el resto del mundo era extraordinario, allí es lo normal. Con este patrón en mente, lo de la esfera gigante, las luces, y la cohetería que estuvo interrumpiendo las entrevistas, es en pan nuestro de cada día.
La carrera más esperada del año fue una prueba sorprendente por diversos motivos. Compleja, cara, y repleta de problemas de mala solución. Lo del viernes fue como el presagio de un desastre, con aficionados desalojados de la grada por la que pagaron una leña, el organizador dándoles bonos para gastarse en merchandising, vecinos despiertos hasta las tantas por el retraso de los Libres 2… y con Freddie Vasseur con la cara roja como la carrocería de sus coches. El Ferrari de Carlos Sainz impactó con una pieza de 63 dólares en el suelo de la pista, y la puñalada que asestó en los bajos fondos del coche —milagro que no hiciera daño a Carlos—, costó panza del vehículo, chasis tocado, caja de cambios, batería y un motor que pasó a mejor vida. Aún tienen que apañarse entre las partes.
Todo esto requiere de diversas revisiones. En las carreras inaugurales de nuevos destinos es habitual que haya problemas, y en realidad, visto desde fuera, pocos hubo. A pesar de ello, hay cosas que cambiar: horarios, para empezar, y no debería ser lo único.
El futuro
El problema aquí es otro. Las Vegas ha puesto el listón muy muy alto. Altísimo. Y va a haber una víctima: las pistas europeas. Alemania se perdió, Monza no las tiene todas consigo con Imola haciendo ruido, Montmeló tiene un contrato pero Madrid llama a la puerta y esto hace levantar cejas, Audi y Mercedes quieren que se vuelva a correr en Alemania y de momento ‘nein’, Spa ya se perdió alguna vez, Francia anda a renqueones… y la cuita es otra.
Las pistas clásicas, señeras, históricas, que amamos, respetamos, aquellas de las que conocemos cada palmo de asfalto, no ofrecen lo mismo que los trazados que han llegado en la última década o década y media. Ves la desaparecida pista de Corea, la de China, la de Abu Dhabi y se te cae un lagrimón; dos si palpas lo de Miami o la Ciudad del Pecado. Los europeos no disponemos de semejantes instalaciones, ni montamos esos saraos ni de lejos. Es porque no hay dinero, pues no existe esa cultura del espectáculo, ya que el público tampoco lo pide, o porque las cosas nunca se han hecho así. Ocurre que Liberty Media no compra historia, sino negocio, beneficios, y esto parece llegar en mayor volumen cuando ofreces un producto más redondo, completo y mejor acabado como circuito.
Esto ha cambiado
Las carreras, vistas con generosidad y para los no adictos, son más o menos iguales en unas pistas que otras. Pero lo que las envuelve no. Aportar una base de aficionados conocedores, tradicionales y expertos está muy bien porque te garantizas una base de venta de entradas, y las gradas tienden a llenarse con cierta seguridad. Pero con la llegada de otro aficionariado más joven, hiperconectado, ávido de actividades paralelas, en las que pueda participar, interactuar, y que exige mucha más estimulación, esto está cambiando.
La F1 tiene mucha suerte, porque su entorno físico y técnico se presta, y es una fortuna de la que carecen otros deportes. Esto es una asignatura nueva para muchos, pero un guion aprendido para otros. Si los destinos más veteranos no quieren perder comba, más les vale espabilar en este sentido, porque cuando Liberty tenga a veinte candidatos para elegir tres o cuatro a la hora de decidir a donde van las carreras, esto va a pesar. Antes, las pistas se seleccionaban por su historia, tradición, trazado… luego por la pasta que aportaban. En la tercera década de este siglo va a ser todo eso y un «y que más pones encima de la mesa». O te montas un Circo del Sol, carrera aparte, o quedarás fuera de juego. Si quieres triunfar, vete a Las Vegas y toma nota. Luego busca la pasta.