Schumacher y la exitocracia

Es una constante en la historia de la velocidad: los hijos de un Campeón quieren su propio trofeo, y si es posible, más grande que el de su padre. En la lista están Villeneuve, Hill o Rosberg y otros menos afortunados que van de camino o que han buscado rutas alternativas como Andretti, Sainz, Verstappen, Rovanpera, Kankkunen, Prost, Scheckter, Palmer, Stewart, Lauda, Nakajima, Piquet, Fittipaldi, Gachot… La lista es larga y esto es así desde que Cayo Apuleyo Nimphidio, nieto del auriga Diocles, quisiera emular a su ancestro en el Siglo II.

Schumacher y la exitocracia

13 min. lectura

Publicado: 27/09/2018 10:30

El dinero se hereda, y la tradición. Se heredan los genes, el cabello rubio de la abuela o incluso ciertos placeres de la vida encuentran acomodo de manera vertical entre padres e hijos. El problema es que el talento, la clave de todo este jaleo para estar arriba del todo en el carrerismo, no se transmite de manera natural. Un piloto de F1 es un exótico mecano compuesto de cientos de piezas y una de ellas es precisamente algo que ni se compra ni se vende, no se adquiere ni con la tarjeta centurión de American Express esa de titanio con la que puedes comprarte un jet privado con sólo agitarla en el aire.

Eso, el talento del ganador, se tiene o no se tiene y aún nadie sabe a ciencia cierta si es algo que Mick Schumacher, heredero del piloto de F1 más exitoso de todos los tiempos, alberga en su interior de forma masiva y única aunque todos esperan que sí. Las interrogantes de Mick son varias y su cuesta arriba va a ser el doble de empinada que para el resto por la pesada mochila que carga a su espalda, a pesar de que su bicicleta traiga de serie un pequeño motor eléctrico.

La Fórmula 1 no es una meritocracia sino una exitocracia. Al Olimpo de la velocidad no llega siempre el que lo merece, sino al que acompañe el éxito sea cual sea el camino por el que tire. No siempre topa el bueno, que también, sino el que consigue pasar una retahíla de vallas como las de los 400 metros olímpicos y que no siempre te las encuentras dentro de la pista. El sobrino de Ralf arrancó un pelín tarde en esto de la velocidad. Tenía casi nueve años cuando comenzó a rodar con Karts y a competir un par de años después. Muchas de sus primeras vueltas las dio en España con el apellido de soltera de su madre, Betsch y subido en mecánicas de Genís Marco, las mismas que usó Fernando Alonso en sus inicios. Los resultados del alemán eran correctos pero no especialmente brillantes, al igual que en su siguiente escalón, la Fórmula 4 italiana y alemanas, donde tampoco llamó la atención a pesar de tener millones de ojos en su cogote. Eso sí, se peló el culo de dar vueltas al correr en dos campeonatos al unísono con una treintena de jornadas de test paralelas a la competición.

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El chico fue dejando pequeños detalles de calidad, pero sin despeinar. Desde 2017 corre en la F3 europea, la patanegra según los más sesudos analistas porque es el último entorno entre esos 250 caballos de sus motores y la F1 donde los pilotos pueden aprender realmente debido a que hay cierta barra libre en el desarrollo de los coches. En todo lo demás, Renault 2.0, GP3, Fórmula 2 o las extintas World Series los apaños en los coches se limitan (o limitaban) a ajustes adaptativos a pilotaje o pista. Esta F3, que no las regionales, parte de monoplazas gemelos aunque su reglamentación permite trapichear con suspensiones, durezas, distribución de pesos, ubicación de conductos, muelles de los amortiguadores, radiadores, y mil pequeños detalles que ayudan a avanzar. Los carreristas barajan aquí un abanico de opciones, posibilidades y acceso a sensaciones único y con cierto paralelismo a la categoría reina. En realidad el baile de ingenieros entre escuderías conduce a que casi todos acaben haciendo cosas parecidas, pero son los pilotos los que tienen que testarlas en pista y esto les ayuda a crecer, a expresarse, a usar con fluidez un lenguaje técnico con frecuencia en una lengua no nativa, a sensibilizar su organismo ante cambios mayores, a modificar su pilotaje si fuera necesario…

Mick no brilla en exceso, de hecho su carrera es bastante paralela al de otro vilipendiado por críticos y tuiteros furibundos, Lance Stroll, que datos en mano consiguió mejores resultados en categorías inferiores. Schumi Jr. lleva una racha incuestionable que puede que le lleve de cabeza al que puede ser su primer título, primer certificado de valía homologable en su currículum de cara a la galería. Para subir peldaños hay que crecer y es evidente que el chico ha crecido, y mucho, a pesar de que pueda o no tener ayudas perfectamente confesables.

La primera de las patas en la que se sustenta su estabilidad es la de su madre, Corina, que tras haber compartido casi dos décadas con el Kaiser, se sabe el camino de los aciertos y errores como pocos. El segundo apoyo es Sabine Kehm, consejera, y manager del progenitor tras su primera retirada y jefe de prensa durante casi toda su trayectoria. El tercero es uno de los mejores amigos personales del heptacampeón, Peter Kaiser, la K de KSM, la marca de Karts del sieteveces. Si en su momento acompañó al padre, es ahora el viajero que cubre el flanco trasero del hijo. La cuarta pata no entra dentro de la herencia genéticofamiliar del jovenzuelo: los amigos de Schumacher. Dos décadas y su paso por cuatro equipos dejaron un reguero de personas que tuvieron contacto directo con la rutilante estrella del firmamento velocístico. Si en pista era temido, duro, y a veces hasta marrullero, fuera de ella supo ganarse el aprecio de muchos. Es por ello que no es tanto el establishment sino los propios amigos y cercanos a Michael los que quieren ver como a Mick le va bien. Ross Brawn, Jean Todt, Niki Lauda, Gerhard Berger, Jos Verstappen (con toda probabilidad su mejor piloto-amigo), Mercedes como equipo y marca, o incluso en Ferrari estarán encantados en poder hacer alguna cosa por él. No se trata de favores, preferencias o torcer unas reglas en su beneficio, sino de ayudar a que no le falte de nada, y después, que el chavea se las componga y ahí le toca hacer a él.

No es tanto el establishment sino los propios amigos y cercanos a Michael los que quieren ver como a Mick le va bien

La carrera del germano está bien afianzada por el apoyo financiero de su familia. Apenas tiene patrocinadores porque así lo han decidido, con idea de no deber favores, no estar amarrados a nadie en concreto y aunque algunos sospechan que podría ya incluso tener algún tipo de apaño con Mercedes, motorista de su actual monoplaza, todo apunta a que es del todo libre. El chico es inteligente, habla cinco idiomas, es educado, elegante con sus oponentes, rayano casi en lo sumiso cuando se trata de trabajar en equipo donde asume que es uno más. No se le conocen ni malos gestos, ni una actitud soberbia; más bien todo lo contrario. Según todos los que tratan con él, es un tipo al que querer. Poco a poco, con decisiones muy bien tomadas, sin presiones, con mucha inteligencia de su entorno, con los pies muy en el suelo, ha ido haciendo las cosas muy bien y sin prisas.

A día de hoy, a una carrera del final de su temporada de Fórmula 3 y muy probablemente campeón de la misma, su siguiente paso bien podría ser recalar en la Fórmula 2 el año que viene en Prema —su actual equipo—, ART o DAMS, que junto con Russian Time son las escuderías más serias y potentes. Mick no ha sido un piloto ruidoso al llegar, ni lo ha hecho acompañado de éxitos incontestables, pero con paso corto y pisada firme está llegando justo a donde tiene que llegar para que no ya por su apellido y sí por su valía empiece a ser un firme candidato en ingresar en el selecto club de la F1. Es más, aún ni siquiera tiene decidido si quiere llegar a la F1, aunque sería su meta lógica. Su entorno espera, con toda la paciencia del mundo, que un día escriba las líneas que diriman su destino. El peso del apellido, de lo que se espera de él, las presiones de querer estar a la altura de su padre, los medios, las entrevistas, las constantes y reiterativas preguntas sobre su progenitor es algo que podrían hacerle perder carreras antes de arrancarlas y esto es algo que en su entorno, de forma muy consecuente, no quieren que ocurra.

Una vez solventado todo lo que rodea al chico, queda la herencia inmaterial del hijo de El Kaiser: ¿es rápido o no? A día de hoy poco hace pensar que posea la brillantez de un Alonso, la eficiencia de su padre, el mordiente de un Hamilton o la apabullante velocidad de Max Verstappen, pero los pilotos a los que no devora el Complejo de Peter tienden a crecer, desarrollarse. Mick está justo en ese momento en que a muchos les retumba por dentro un click, un interruptor misterioso que enciende a la mayoría de los llamados sólo a poblar la parrilla de la F1 o a liderarla. La exitocracia de la F1 le llama, pero dentro de la meritocracia que muchos defienden Mick ha hecho justo lo que tiene que hacer: trabajar, esforzarse, ser serio y poner todo lo que tiene y no sólo una parte, y esto es algo que no todos cumplen a pesar de tener unos mimbres similares a su disposición. Va camino, aunque le queda mucho por hacer. Los que sueñan, como hicieran Diocles y Nimphidio, en ver un mismo apellido con campeonatos del mundo en dos siglos distintos, tendrán que esperar, primero si ocurre y luego que gane. Buena suerte Mick, buen viaje, y allí esperamos verte, pero tú a lo tuyo.

Fotos: mickschumacher.ms

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