Virutas F1Té con Jo Ramírez
Jo Ramírez se tiró media vida luchando contra el tiempo, y ahora parece haber pactado en él. Es como si el Dios Kronos le hubiera extendido un cheque por todos los minutos y segundos que le robó durante toda una vida en las carreras… y es que el mexicano aparenta una década menos. Tener prisas en su otra vida le ha permitido poder ir despacio en la actual.
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Publicado: 26/02/2019 09:30
Roza los setenta y ocho, y tiene la vitalidad de un treintañero. Es aún mejor: por su vestimenta y si ocultas su cara casi lo parece. Sujeta unos Levi´s 505 con un cinturón de piel, gasta zapatos náuticos marrones, la camisa de manga larga tiene Fiats 500 dibujados, la cazadora de ante marrón oscuro muestra un discreto logotipo de McLaren, y va tocado con una gorra roja de la Panamericana en la que unas pocas veces ha participado. Para nada tiene aspecto de ladrón, pero si sumamos todo lo que le hurtó al cronómetro desde su box seguramente podrías leerte las 472 páginas de su libro, Mi vida en la Fórmula Uno (acabado en letras, no en números) con un delicioso texto acerca de su paso por la época más brillante y competida en la historia de la categoría.
En la silenciosa pantalla gigante del restaurante Daytona de Marbella un Audi R8 lidera en la pista de Monza la jauría de las Blancpain Series. El azteca pide unos nachos con guacamole y Mario Guarnieri, el anfitrión, saca lo mejor de uno de los menús más racing que se pueden devorar sobre nuestra piel de toro: Six Cylinders Salad, Pizza Pepperoni Monza, Quattro Stagioni Imola, Beef Triumph o Burguer Daytona. Más que ganas de comer, lo que dan es ganas de que apaguen ya el semáforo rojo y empiece una carrera, y la mejor forma de hacerlo es clavando el pie contra el fondo del chasis:
¿Quien fue el mejor de todos, Jo, el más impresionante?
Todos fueron realmente buenos pero Senna. Ramírez hace un silencio, piensa su siguiente frase, y asiente la cabeza para decir Senna fue el más impresionante de todos. Era increíble porque siempre daba un poco más de lo óptimo. Lo mejor era como lograba sus poles bueno, casi me dolió cuando Schumacher le superó en número de pole positions, o Lewis, que superó al alemán. Me sentí herido porque es un poco como si me hubieran vencido a mi. Senna siempre iba un paso más allá. Siempre te sorprendía.
¿Prost no?
Prost era la precisión. Era muy fácil trabajar con él. No tenía manager, él se lo negociaba todo. Le hacías un asiento al inicio de la temporada y ya. No discutía las decisiones del equipo, ni tenía exigencias raras. En pista era muy ahorrador, muy eficiente, lo medía todo al milímetro. Nigel Mansell saltaba a pista y hacía 1:24,7 y Alain decía “ok, ahora salgo yo” y hacía 1:24,5. No hacía más aunque sabíamos que podía. No es que no fuese ambicioso, es que sabía que solo con eso era suficiente para estar por delante y se limitaba a hacer justo eso, lo medía, lo calculaba. No forzaba la mecánica más allá de lo necesario. Por eso le llamaban El Profesor, porque hacía lo justo y necesario.
¿Entonces era mejor que Senna o no?
Era distinto, a una vuelta Ayrton era increíble. Alain sufría al ver como Senna le arrasaba en eso y lo asumía sin más, era como una rendición en el propio box, sabía que no llegaba ahí. El francés salía a pista en Mónaco, y hacía la pole. Venía con el pecho henchido, pero luego salía Ayrton y le rebajaba el tiempo ocho décimas o un segundo. Era increíble: que le superase, y más por esa diferencia. Alain relajaba los hombros, bajaba la cabeza, decía que no moviéndola de lado a lado, y admitía sin más algo contra lo que no podía hacer mucho.
Pero ¿cómo lo hacía?
Uno de los secretos de Ayrton era cómo mantenía el motor en el régimen óptimo durante todo el tiempo, sobre todo en curva. En aquella época los turbo eran muy complicados de tratar, no estaban tan perfeccionados como hoy. Tardaban en subir de vueltas, no eran tan reactivos como ahora y su ventana de funcionamiento era ajustada. Su forma de acelerar, de pisar el acelerador incluso frenando era única, mantenía el motor en el régimen perfecto siempre de manera que el coche empujaba durante más tiempo. Alain no podía hacer eso. Hacía otras cosas, pero eso no, y claro
Hace unos años un tipo relacionado con las subastas contactó con Ramírez para que extendiera algún tipo de certificación alrededor de un casco del que decía fue usuario.
¿Era suyo?
No lo se, no las tenía todas conmigo. Lo parecía, pero yo no pude asegurar que lo fuera.
¿Y cuánto dices que pedían por él?
162.000 euros
La sombra del mito es alargada y todo lo relacionado con él, cuesta caro. Tanto es así que la cultura a tamaño natural que ha hecho en bronce Paul Oz la única de tres que está a la venta cuesta unos 200.000 euros al cambio, 50.000 la de un metro, y más de 5.000 la de treinta centímetros.
Ayrton era sorprendentemente organizado, el primer piloto profesional en todos los aspectos. Siempre viajaba con un maletín, uno de esos de ejecutivo, y cuando lo abría era como una oficina comprimida. Siempre llevaba sobres con moneda del país al que íbamos, otro con dólares, su pasaporte, su documentación bueno, no toda, yo era el que manejaba su licencia. Al llegar a cada carrera ese tema administrativo me tocaba a mí. (Jo Ramírez tiene en su casa alguna Superlicencia de Senna) También llevaba una Biblia. Siempre leía unos versículos antes de cada carrera; tenía un fuerte sentimiento religioso.
¿Manías?
No especialmente, era un tipo muy normal. Casi todos tienen fijaciones, debilidades, alguna superstición pero nada grave. David Coulthard, por ejemplo, siempre corría con los mismos calzoncillos. Al final estaban destrozados, no se los podía poner, eran ya un trapo inservible así que lo que hacía era que se los metía dentro del mono y en cierto modo siempre los tenía en contacto con su piel, pero aquello ya no valía ni para limpiar cristales (risas).
¿Era tan rígida la atmósfera en McLaren como dicen?
Si y no. Ron Dennis era muy exigente, muchísimo, lo que a veces era bueno y a veces malo pero con frecuencia nos conducía hacia lo mejor posible. Ron elevó él solo el nivel general de la Fórmula 1. Solo quería ir a los mejores hoteles disponibles pero yo defendía que el equipo se moviera en bloque, en conjunto. Así que como teníamos que ir al hotel de Ron, pues los mecánicos se quedaban en los cinco estrellas y el resto de equipos nos miraban con envidia porque iban a otros más baratos, peores. Esto encarecía mucho los viajes, pero si el jefe quería ir a los mejores sitios el equipo también, así que nadie protestaba. Era un fanático de la perfección y eso trajo cosas buenas. Iba a los despachos de la gente y mientras hablaba con ellos, les ponía en orden los papeles y las cosas que tenían sobre la mesa, enderezaba los cuadros de las paredes o les ajustaba la corbata. Era un obseso no tanto del orden sino de la perfección.
¿Es cierto lo del coche aquel en Japón?
Ah sí. sí, es cierto. Sonríe y menea la cabeza de forma jocosa acompañado de una amplia sonrisa condescendiente.
A principios de los 90 Ron Dennis se embarcó en crear un supercoche de calle, e hizo, de la mano de Gordon Murray, uno de los mejores deportivos de la historia: el McLaren F1, el único coche de venta en concesionarios con el que podías ganar Le Mans, y salir por la puerta del circuito al acabar la ceremonia del pódium e irte a casa subido en él con dos acompañantes (tiene tres asientos). Dennis entendió que el mercado japonés, que estaba en plena efervescencia gracias a una economía en pleno y explosivo crecimiento, era sumamente importante por motivos comerciales y decidió llevar una unidad al Gran Premio del sol naciente. Se cruzó con Gerhard Berger por el paddock y le dijo “verás que vuelta te voy a dar en ese coche que hemos construido”.
Alonso ha mejorado mucho y en muchos aspectos cuando no ha ganado. Se ha hecho más accesible, más humano
El austriaco, curioso, aceptó y Ron creyó ser más listo que esas fuerzas invisibles que atraen a ingenios de ese tipo contra las protecciones de la pista. El director de escudería devenido en piloto abusó del agarre de aquel coche, el sartenazo fue de los gordos, y el desgraciado bólido quedó completamente destrozado. Dennis, avergonzado de aquel siniestro total, pidió al circuito un box vacío en el que esconderlo y que nadie se diera cuenta del desavío. Berger, gamberro donde los haya, se encargó de airear la hazaña tan solo para reírse del británico. En el viaje de vuelta a Europa todos lo sabían y en los aviones se brindaba con sorna por el difunto triplaza y su subida a ese tipo de cielo al que no se puede acceder con un Airbus.
¿A qué pilotos miras hoy con buenos ojos?
A todos, Lewis, Max Ramírez pierde su mirada buscando caras imaginarias a su alrededor con la educación necesaria del que no quiere hacer de menos a nadie.
¿Charles Leclerc?
¡Sí! Me encanta. Me gusta mucho. Es valiente, rápido, y tiene detalles de killer. Lo lleva escrito en sus ojos. Tiene mirada de eso, de asesino en la pista. Pierre Gasly también me atrae. Creo que tiene algo que no ha tenido la oportunidad de hacerle brillar porque no tenía un coche para alcanzar en pódium. Estoy expectante por ver a dónde llega con un Red Bull.
¿Y Alonso? ¿Qué piensas de él?
Ah Suspira, respira profundamente y pone gesto casi de dolor. Qué pena. Es un genio, buenísimo, un piloto de otra galaxia. Me encanta su espíritu competitivo. ¿No puede estar en F1? Pues se va a otras categorías a seguir corriendo. Creo que ha mejorado mucho y en muchos aspectos cuando no ha ganado. Se ha hecho más accesible, más humano. Ahora corre libre, tiene menos gente alrededor y funciona mejor, gana carreras. El piloto genial cuando decide solo, suele mejorar. Me encantaría verle en Ferrari o Mercedes hoy, no para verle ganar, sino para ver hasta dónde lleva a esos coches, cómo lucha con sus compañeros, si es capaz de llevar esos coches más allá. Es una pena que no esté en F1.
¿Se ha equivocado en la gestión de su carrera?
Jo Ramírez, galante y generoso como el que trata a un hijo se muestra condescendiente. En la pista no fallaba. Y guarda un respetuoso silencio mientras enarca sus cejas.
Lewis comenzó a ganar de forma encadenada cuando se despidió de su padre y empezó a decidir cosas por sí mismo ¿Los padres pueden ser un lastre para tíos que se juegan la vida cada fin de semana?
He visto a padres dar broncas a pilotos de Fórmula 1, de esos que suben al pódium los domingos y ganan títulos, como si tuvieran cinco años, como si estuviesen en el colegio. No te lo podrías creer. No siempre son una buena compañía. En mi época los pilotos llegaban el sábado antes de la clasificatoria con dos chicas, una cogida de cada brazo. Hoy llegan acompañados de sus paaaaadres. Y pone gesto burlón enseñando las palmas de las manos.
Los platos con nombres míticos del automovilismo van desapareciendo a la misma velocidad con la que sus protagonistas originarios se acababan sus vueltas en carrera. Tras un brownie con helado de vainilla y fresas capaz de hacer andar un coche pequeño con tanta caloría Joaquín Ramírez pide un Latte Machiatto con una capa de nata. Da pena tocar de lo bonito que está con sus múltiples capas de er líquidos marrones. Virutas se tira a por su tercer té de la jornada y ataca a la yugular:
¿Los pilotos que ganan han de ser unos hijoputas en pista?
Lo necesitan. Sin eso no ganan. Han de tener muchas cosas y esa es una. Cuando hablaba y discutía esto con Ayrton me decía que en pista era necesario ser un depredador. Jo mide mucho sus palabras. Un ganador ha de ser eso, un killer, con todo lo que ello conlleva: energía, ambición, afán de superioridad, no dejar nada para nadie. Senna me decía esto, que siendo buena persona, buen chico, no se ganan títulos. Y le respondía, “bueno, mira Alain (Prost) es un buen chico”. La respuesta fue “sí, sí Alain es un buen chico fuera de la pista, pero dentro de ella no es un buen chico. Yo he corrido contra él y no lo es, te lo aseguro”. Y es que en la pista no hay amigos.
Senna me decía esto, que siendo buena persona, buen chico, no se ganan títulos
Esto lo decía también Pedro Rodríguez, ¿no?
Jo baja lentamente su cabeza buscando palabras. La levanta, mira hacia su derecha, y pierde la mirada. Vino a Europa con los hermanos Rodríguez y sufrió en el 62 con la muerte de Ricardo, y en el 71 con la de Pedro; aún se emociona. La estancia queda en silencio. No es incómodo, sino un paso obligado en una charla así. Cuando aprecias que alguien sufre con sus recuerdos hay que conceder el tiempo necesario. No hace falta mucho, pero el ritmo del mexicano al hablar baja de revoluciones y su tono se agrava.
Yo era más amigo de Ricardo. Éramos más parecidos, más libres, más abiertos. Hacíamos lo que queríamos sin sopesar demasiado el calado de las consecuencias. Teníamos amigos, éramos divertidos. Pedro era más retraído, muy callado y reflexivo, más introvertido. No tenía apenas amigos en el paddock. Tenía un razonamiento para esto: cuanto menos supieran de él sus enemigos en pista, mejor, porque así no conocerían sus posibilidades y debilidades. Eran dos hermanos muy distintos. Mucho.
¿La Fórmula 1 de hoy es peor?
No se, pero me gustaba más antes. Era más competición. Hoy Liberty quiere más espectáculo y se pierde un poco el valor de lo primero. Otra cosa es que ya no es peligrosa, no existe aquel riesgo. Ya no te atas a la gente con la sensación de que un día pueden irse, es como si no les necesitases tanto. Hay otro tipo de conexión con los pilotos. Esto siempre ha sido un deporte tecnológico, y así debe ser, pero creo que hay que poner ciertos límites. Con coches más sencillos habría otro tipo de igualdad, de competitividad.
Creo que el nuevo alerón delantero es una buena idea a nivel genérico porque simplifica todo un poco. Cada equipo hace un montón de alerones cada año y eso cuesta un disparate. Imponer el límite presupuestario es muy complicado, no pueden, los equipos grandes no van a querer gastar la mitad cuando para ellos conseguir esas cifras grandes no es tan difícil. La solución bien podría ver a base de coartar la libertad de los ingenieros a base de simplificarlo todo.
Mira, son increíbles, increíbles porque son capaces de obtener más potencia con motores que consumen un tercio menos de combustible. A cada regla que ponen para parar los pies de cualquier solución, estos ingenieros son capaces de rodearla y dejar atrás sus limitaciones. La única manera que veo que todo esto pueda mejorar es simplificarlo todo de forma que es que no haya forma de mejorar algo por su sencillez. No se me ocurre otra cosa. Los gastos, y las mejoras de todo se multiplicaron con la llegada de la electrónica y la aerodinámica. Si limitas esto, limitas las posibles mejoras y los gastos.
¿Echas de menos a Bernie?
Te contaré algo de Ecclestone, para que sepas un poco quién es. Cuando íbamos a Brasil él siempre compraba corazones de palmito. Le encantaban, y de allí son los mejores. Cuando tenía que agradecerle algún favor unos pases, alguna ayuda en una gestión, le llevaba algo de esto. A él le encantaba y lo agradecía como si le llevases un reloj de oro. Cuando tienes que regalar algo a alguien que lo tiene todo, al final, estas pequeñas cosas más emocionales funcionan mejor que otras con más precio que valor.
¿Sabes que se mataba por el jamón español, no?
¿Bueno, y quien no? (risas).
¿Me cuentas lo de aquella noche en el barco de Champion en Mónaco?
Silencio. Sonríe. Mejor que no (risas, muchas risas de los dos).
En Mónaco siempre pasan cosas.
Muchas, muchas.
¿Y aquello con el policía austriaco?
¿Quien te ha contado eso? Sí, eso sí te lo puedo contar, fue hace unos meses. Iba con Úrsula (su pareja) desde Viena a Verona en su coche, un Golf potente, alto de gama. El camino era largo y no quería llegar demasiado tarde. Iba algo rápido, no a una velocidad alocada, pero sí que iba por encima de los límites legales de la velocidad. De repente vi por el retrovisor a un motorista con las luces azules puestas que se acercaba como un misil. Fuí reduciendo la velocidad, detuve el coche, y vi por el espejo la rabia con la que aquel tipo se quitó el casco y casi lo tiró sobre la moto, aquella cara enrojecida estaba muuuuuy enojado. Vi aparecer su rostro por la ventanilla y comenzó a chillarme cosas en alemán, cosas que no podía entender, y Úrsula que es austriaca empezó a responderle.
¡Pocas veces me he alegrado tanto de haber trabajado en la F1!
El tipo bajó un poco el tono, se iba tranquilizando poco a poco, pero hablaba de mil euros de multa, o lo peor, ¡retirada de carnet! Empecé a preocuparme, y le di mi documentación. De golpe se le cambió la cara, y empezó a sonreír. “Usted es ¿Ramírez? ¿Jo Ramírez? ¿El Ramírez de McLaren? Oiga, yo soy de McLaren de toda la vida. ¡Soy un fan de su escudería!”. El tipo se deshizo en elogios, y me agradeció mi trabajo en las carreras. Al final me dijo que es que ya había comenzado a gestionar la multa y que una vez arrancado el proceso, no podía retirarla, pero que iba a ver qué podía hacer por mí. Al final creo que pagué sesenta o setenta euros. Y claro, seguí mi camino sin más. Pocas veces me he alegrado tanto de haber trabajado en la F1 (risas).
Jo Ramírez tiene cinco coches y una moto. Dos Ferrari, un precioso 250 GT de paso corto y un 308, un Porsche Cayman gris (“un coche fantástico”), un Citroen C2 (“el que más uso de todos”) y un Fiat 500 original con placa histórica y matrícula de Roma mimetizado con los colores de Martini. Su motor lo tunearon técnicos de Ferrari y suena casi como la Harley Davidson que le regalaron Mika Hakkinen y David Coulthard cuando se jubiló y que coge muy poco.
A la cita ha acudido en el pequeñín, el ‘chicuechento’ al que llama Fiorella. Al marcharse se despide con la mano y hace sonar la bocina con la tonada de “Tequila”, la popular y multiversioneada canción de The Champs. Con la ventanilla bajada manualmente Ramírez se disculpa “quise poner ‘La Cucaracha’ pero necesitaba muchas trompetas para tocar todos los tonos y no había espacio en un coche tan pequeño”. Tampoco era necesario, hace sonar nuevamente la melodía con nombre de bebida mexicana y a su avance por la Avenida Julio Iglesias van saltando las alarmas de los coches aparcados. Y es que todo lo mexicano tiende a ser intenso. Jo lo es por dentro; por fuera es como el tío que todos quisiéramos tener.
Fotos: José Manuel Zapico