Virutas F1Tu F1turo, telemirón
Airbnb es la mayor cadena hotelera del mundo y no tiene en propiedad ni una sola habitación. Uber la mayor empresa de taxis, y taxistas… tampoco tiene. PayPal es una de las entidades financieras más dinámicas del planeta y no tiene ni solitaria una oficina para atender al público. La Fórmula 1 debería dar pasos ya…
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Publicado: 08/09/2021 13:30
Y es que la irrupción de Internet en todos los campos vitales, o al menos la información que viaja a través de la red de redes, ha transformado todo lo transformable. Bancos que cierran sucursales por miles, el todopoderoso Corte Inglés se tambalea ante una Amazon que inunda nuestras calles de furgonetas grises, o cientos de diarios y revistas que languidecen con cifras de ventas que quitan el sueño a sus responsables. Que el mundo está en mitad de una revolución equiparable a la invención de la máquina de vapor es innegable y está ya muy visto, pero… ¿Cómo va a afectar esto a la Fórmula 1, pero no a su fisonomía deportiva, sino en cómo la percibimos desde casa? Los coches acabarán cambiando su combustible a otro más ecológico, la seguridad irá a más, lo virtual seguirá dando zancadas, pero pocos se atreven a tocar el modelo del negocio audiovisual, en esencia porque supone alrededor del 40% de los ingresos de la categoría y equipos. El ‘si funciona no lo toques’ empieza a ser cuestionado, y hay varios motivos para pensar en ello.
En la tercera década del Siglo XXI todo aquello que no pase por la red, y más concretamente por un teléfono, caerá en el olvido. Sin ir más lejos cerca de un 80% de los que alcancen este artículo lo hará a través de un smartphone —que ya es mérito leerse este ladrillo en una pantalla de 5 pulgadas—. Así que con medios nuevos hace falta un lenguaje nuevo. Una poesía, una novela, una película o una canción cuentan básicamente historias, pero cada una de estas plataformas requiere su propio idioma, sus elementos técnicos y del lenguaje para llegar a su público. Las canciones requieren de unos músicos, los vídeos de un fondo, las novelas de una serie de capítulos, y la TV de un plató y unos presentadores, por poner varios ejemplos. De la misma manera Twitch, Youtube, Twitter, Tik Tok o las plataformas de vídeo en streaming tienen sus reglas tecnicosemánticas para satisfacer a su clientela, y es algo que los medios analógicos llevan muy mal. Muy pocos han entendido que una sesuda columna de opinión en, por ejemplo El País, queda muy bien impresa sobre un papel; leída en un iPhone pierde su sentido a partir de la línea once en un aparato que no deja de vibrar, pitar y en el que salen alarmas, globos informativos y enlaces hacia otros contenidos.
¿A dónde nos lleva todo esto?
Nos lleva a que las nuevas generaciones no aceptan lo que en otro momento reinó, y la Fórmula 1 reinó, y sigue reinando en un territorio que poco a poco va desapareciendo: las televisiones. La empresa de análisis de audiencias Kantar Media divide a los telemirones en cuatro escalones básicos: de 18 a 24 tacos, de ahí y hasta 44, de 45 y hasta 55, y de 55 en adelante. Los datos que arrojan son abrumadores, preclaros, e indican que el segmento más mayor apenas hace caso a contenidos digitales mientras que el más joven apenas lo hace de lo analógico. En datos obtenidos en julio de 2021 en el segmento de 18 a 25 años, el consumo de contenidos diario se dispara a 193 minutos al día, de los que más de un tercio es Youtube.
Hasta el intocable y todopoderosos balompié tiene problemas para enganchar a aficionados menores de 25 años
Si sumas el conjunto de audiencias de los tres grandes grupos audiovisuales que pueblan el espacio radioeléctrico español, Atresmedia, Mediaset y RTVE, no llegan a lo que solo suma la plataforma de vídeos de Google. Al conocer el dato te das cuenta del porqué del éxito de tipos como El Rubius, The Gregf o Ibai Llanos, entre otros. La conclusión sencilla no es «si quieres llegar a ese público has de estar ahí», sino «si quieres un público hay que estar ahí», porque a la TV lineal le quedan veinte, puede que veinticinco años, como mucho; más o menos lo que tarden en palmar los que aún ven la tele ‘normal’.
En charleta con Víctor Abad hace poco, un notable YouTuber especializado en Fórmula 1, y hablando sobre este tema preguntó «¿y qué crees que va a pasar con esto en el futuro?». La conclusión era sencilla:
Los deportes, que han sido siempre analógicos porque de esa era provienen, ya sea fútbol, baloncesto, MotoGP, Formula 1, golf, tenis, atletismo o todo aquel por el que hoy se paguen derechos de emisión —que no son muchos más— tendrá, necesitarán abrir la mano a nuevas formas de transmisión. Hasta el intocable y todopoderosos balompié tiene problemas para enganchar a aficionados menores de 25 años, así que se acabó eso de «estoy aquí y que venga», para «están ahí, a por ellos». Cuando se inventó esto de los derechos de emisión una de las claves era la exclusividad para el que apoquinara los jurdeles. El que pagaba se llevaba una pieza de caza única, se la quitaba al resto, y con ello hacía sus trapis ya fueran publicitarios, de imagen, de audiencia, o de lo que fuera. Poco a poco el deporte que sea se va a quedar sin una porción importante de su audiencia, la más joven. Esto equivale a la muerte pelá porque la audiencia que no enganches a esas edades es muy probable que la pierdas para siempre.
Los tabaqueros lo tenían claro: «cada día que 10.000 jóvenes no se echan a fumar, perdemos dinero». Este era uno de sus karmas y regla number one a la hora de planificar sus estrategias de marketing. A Victor le expusimos una idea, «mira, los deportes, en general, van a tener que abrirse a estar donde esté la gente sin esperar a que venga. ¿Dónde está la gente ahora? Está en Twitch, Youtube, Instagram, Twitter… pues ahí ha de estar todo deporte que piense en su futuro, y lo que es más importante, detrás de los prescriptores capaces de hablar la lengua que habla esa gente. Que no te extrañe que un Ibai, o un Rubius, o alguno de estos acabe retransmitiendo partido de fútbol de forma paralela a las teles. Y ya veremos bajo qué fórmula, si pagando algo, con bitcoins, cuotas de acceso, publicidad permanentemente en pantalla o a saber».
La premonición era barata, porque esto fue justo lo que ocurrió a los diez días con el streamer vasco y el estreno de Lionel Messi en el Paris Saint Germain. El experimento gestionado por Kosmos, la empresa del futbolista Gerard Piqué (un lince en esto de ver el futuro) acaba de abrir la puerta a que en un futuro esto de la exclusividad se diluya para viajar a un planteamiento al menos mixto con el público de toda la vida, y aquel que se necesita para vivir y perpetuar el bisnes. Lo que invente el futbolismo se irá aplicando paulatinamente a todo aquello que genere interés audiovisual aunque con matices. El fútbol tiene ligas, copas, eurochampions, teleuefas, mundiales y hasta campeonatos europeos en Arabia Saudí que nadie sabe muy bien que son pero se juegan y televisan.. y se pagan de manera generosa. Dicho de otra manera: los operadores se los reparten, y cada cadena de TV pilla cacho… pero la F1 no, solo hay una, y el resto de categorías no tienen ni ese caché ni esa economía, así que el talego negociero que la encierra la harán más hambrienta de una solución similar. Abad, Calero, David Moreno, Dani Clos, iFons… id calentando que salís. Va a tardar un poco, pero estad atentos porque esto viene de camino.
Hay más. La Fórmula 1 tiene algo extra, un as bajo la manga, algo de lo que carecen prácticamente todos los deportes: la experiencia virtual. Que sí, que el FIFA 2020 fue un pelotazo de ventas, pero lo de sentarse en un simulador, o incluso una consola con un volante y una pedalera no es lo mismo que pelearse con uno de esos mandos repletos de botones enchufados a una Play por muchos megas que tenga. Los eSports asociados al pilotaje y la conducción abren una puerta de la que carecen el resto.
De acuerdo con un estudio reciente y muy celebrado por el Formula One Group, el incremento de aficionados muy jóvenes ha triplicado al del fútbol en el último año. Todos apuntan con el dedo a los videojuegos, y algo de lo que carece el fútbol en Netflix (sospechamos que por la intrincada selva legal del balompié) su propio «Drive to survive del balón». Amiguetes… la guerra se hace en todos los frentes, y mejor si son digitales.
La clave de todo: el reparto de los dineros
Si te crees que esto es complicado o raro, necesitas manejar un dato. Alphabet, la empresa matriz a la que dan explicaciones Google y Youtube devoran el veinte por ciento (si, el 20%) de la inversión publicitaria de anunciolandia, EEUU. Esto incluye a todas las cadenas de televisión, radio, streaming, periódicos, publicaciones, publicidad exterior y todo lo que le cuelga. En el paraíso del marketing, el mercado comercial más grande el planeta, el de mayor consumo per capita de todo el universo conocido Google-Youtube, se ha cargado el equilibrio del ecosistema en apenas 15-20 años, y hay quien sospecha que en alrededor de 2040 será de la mitad… o más. Y es aquí donde entran los artistas invitados.
El éxito de YouTube no es ni más ni menos que el de su contenido, que no lo crea Youtube, sino aquellos que suben sus vídeos a la plataforma, los youtubers. Ha pasado mucho tiempo desde que aquel corto del zoo se subió por primera vez a una tímida web de vídeos, y hoy día, hay colegas que se han ido a Andorra para cortamanguear a Hacienda. Son muy dueños, pero si deciden volver por aquí, que lo hagan solo de visita que esto lo pagamos entre los que nos quedamos. Si consigues entre treinta y cincuenta mil visitas al día ya puedes plantearte vivir de esto, y si rondas el medio millón de suscritos a tu canal, la cuenta de la vieja dice que puedes embolsillarte alrededor de diez mil euros al mes.
Eso más los bolos que te salgan; que si una conferencia aquí, que si una presentación allá, que si una semana de vacaciones en tal lado y me haces un vídeo. Cuando se le da un abrazo a un influencer no es solo porque te guste su contenido, sino porque se acabará haciendo eco en sus redes sociales de tu producto. En cierto modo te compras a su audiencia. Bien… pues eso mismo es justo lo que hace la Fórmula 1: comprarse audiencia. Audiencia es lo que venden las teles, ese es su producto final, y es por eso que lo analógico acabará abrazando, por necesidad vital, a los líderes de audiencia del Siglo XXI. Si ellos ganan pasta van a impulsar el negocio, se harán grandes, crearán contenidos, y llevarán de la mano a lo otro. Así es como va a ocurrir.
¿Vas a acabar viendo la Fórmula 1 por Youtube, Twitch, o Tik Tok? Sí, dales tiempo, no les queda otra.
Fotos: BiZkettE1 | Freepik