Tu puerta hacia la Fórmula 1 (parte 1)
Woking, Maranello, Hinwil, Faenza, Milton-Keynes o Brackley son unas de las pocas salas de parto donde nacen los Fórmula 1, pero… ¿de dónde salen sus padres y madres? ¿dónde está ese criadero? ¿Dónde se acumula la genialidad que los crea? Te lo contamos.
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Publicado: 21/02/2017 18:30
Un equipo de F1 es un sumidero de talento en materias diversas con un nexo común: todas se interrelacionan para engañar al tiempo. Informáticos, diseñadores, expertos en materiales, en aerodinámica, en electrónica, en análisis de datos y muchos de ellos, la mayoría ingenieros, aprenden la magia que consigue hacer en 59 segundos las cosas para las que normalmente se tardaría un minuto.
"Brookes es uno de los criaderos más accesibles para los que lean este artículo".
Los ingenieros no polinizan los estambres de la velocidad por arte de magia, ni brotan cual champiñones por generación espontánea, sino que se crían y desarrollan en sitios muy concretos. Puedes salir muy bien formado de la Politécnica de Valencia, de la Nebrija, o del master de Campos o el de Monllau, pero las escuderías —inglesas en su gran mayoría— tienden a echar sus redes en las cercanías. La Universidad de Bath, el Imperial College del que salió Adrian Newey o Cranfield son magníficos túneles por los que llegar por la vía rápida a la cúspide de la velocidad, pero un enorme índice de éxito se da entre los licenciados en Brookes, y es uno de los criaderos más accesibles para los que lean este artículo.
Tan es así que de los noventa matriculados en el master de motorsport 2016-2017 unos treinta son hispanohablantes, y de ellos, veinte son españoles. Éstos se entienden muy bien con mexicanos, colombianos y ecuatorianos, pero también hay alemanes, mucho canadiense y norteamericano, algunos italianos, austriacos, y una pila de hindúes. ¿Lo que menos hay? Ingleses. Los locales siempre van aparte y se relacionan menos con los foráneos. De ese casi centenar, hay media docena de chicas, dos son españolas, una valenciana y la piloto Alba Cano, que compagina el mono de carreras con la bata blanca de las clases prácticas en UK.
Brookes tiene tres centros de estudio —tres facultades— y la más cercana a la Fórmula 1 está a unos nueve kilómetros del centro de la ciudad. Oxford es el infierno con mayúsculas para el automovilista. Aparcar es complicadísimo, apenas hay sitio en la calle y los parkings públicos se pueden contar con los dedos de una mano. A la universidad sólo van en coche los que viven en las afueras y están mal comunicados en el excelente servicio público, aunque para aparcar dentro del recinto se ha de pagar un abono anual. Lo normal es ir en bici o que se use una de las cuatro líneas de autobuses propiedad de la universidad. Usan vehículos similares a los de las líneas municipales que estás acostumbrado a ver pero completamente mimetizado con sus logotipos, como si fuera un coche de carreras, con los colores y publicidad de Brookes.
Para los que se queden en las residencias concertadas son gratuitos, aunque el público general se puede subir a cambio de 4,80 libras en trayecto de ida y vuelta aunque no se esté cursando estudios. Justo por delante de la universidad pasa un autobús que en dos horas y a cambio de 10 pounds ida y vuelta te planta en Londres. El tren tarda una hora menos, pero tendrás que bajar al centro de la ciudad a cogerlo.
Cuando entras por la puerta, el primer día, te llevan a un aula en la que te explican el curso que vas a hacer y puede que te lleves el sopapo de tu vida: la puerta está flanqueada por no uno sino dos Fórmula 1: un Williams y un BAR-Honda, que están en los pasillos. Alucinas a color porque probablemente nunca antes has visto uno tan cerca. En realidad son dos showcars, monoplazas inacabados, sin motores ni electrónica, pero no dejan de impresionar. Generalmente suelen estar montados con piezas mal acabadas y que no han pasado los tests de calidad, o que han servido sólo para pruebas.
"Quien le hacía las suspensiones a Schumacher te dejará hacer lo que quieras... bajo su supervisión".
Donde sí que hay un Fórmula 1 de verdad y completamente operativo es en el laboratorio de pruebas; un coleccionista tiene cedidos a la universidad varios coches reales y están para trastear en ellos. Tienen un Force India real, un Indy, y otros coches de cierto fuste. Puedes verlos, pero no tocarlos directamente, a menos que hables con el encargado, un tipo encantador que le hacía las suspensiones a Schumacher cuando corrió para Ferrari. Si llegas y le dices “quiero armar una caja de cambios, o controlar los pesos, o controlar el pesaje”, por poner tres ejemplos, el tío se pone contigo y te deja hacerles lo que quieras… siempre bajo su supervisión. Ese día podrás decir muy probablemente por primera vez en tu vida: he metido mano a un Fórmula 1 de verdad.
Sorprende que las clases sean muy poco prácticas. Son muy rigurosas y de aspecto sumamente académico, todo es muy serio, muy como en las películas inglesas, y ese rigor se transmite de menta vertical, impone. Lo práctico va por una línea paralela y sí que te lo encuentras, pero fuera del aula. No hay un contacto directo con los equipos o la industria, pero de vez en cuando representantes de las escuderías se dejan caer para dar conferencias, y es cuando hacen preguntas, “¿y quién despunta, quién es realmente bueno, qué sabe hacer aquel tipo de gafas? ese me hizo buenas preguntas, este tiene una buena idea…”.
"Necesitan aprendices con ganas de currar y algo de idea: los de segundo año".
Suelen interesarse mucho por los estudiantes del segundo curso de la carrera de tres años, esto es, los ‘estudiantes de grado’; los del master no les interesan tanto. La razón es sencilla: necesitan becarios, aprendices, tipos con ganas de currar, que tengan algo de idea pero sin dominar las asignaturas y ese perfil lo dan los del segundo año. Los del tercero, o los del master estarán en el mercado laboral al año siguiente y nadie quiere que salgan por la puerta con cosas que hayan visto dentro de sus cabezas… ¿Le enseñarías el Mercedes de 2018 a un becario en 2017 sabiendo que puede irse a Williams el año que viene?
De vez en cuando reciben la visita de gente de Toro Rosso, de Red Bull, de Williams, McLaren, Cosworth… El año pasado Ferrari se llevó al único italiano que había allí; no fue por ser del mismo país, sino porque hablaban el mismo idioma. (Nota mental: si hablas inglés fetén, vas bien, pero si añades más idiomas a tu CV será mucho mejor).
Alrededor tienes a Williams a tiro de piedra, a Red Bull no tan lejos, a Mini, a Jaguar, Land Rover, y cuando dices que eres de Brookes te abren las puertas. Si les dices que llegas desde cualquier universidad europea no británica, por muy buena que sea, la realidad es que tienes que dar explicaciones. Por cierto, y esto sí que puede ser un problema. El master de Brookes cuesta 6.800 pounds si eres ciudadano del viejo continente; el año que viene tendrás que añadir 1.000 pounds más a la factura, pero el día en que se haga efectivo el Brexit, la factura subirá hasta 14.300 pounds, que es lo que apoquinan los estudiantes no europeos.
La residencia por curso viene a costar unas 7.000 libras esterlinas con la cara de su majestad Isabel II sobre ellas, más o menos lo mismo que el master. A eso tendrás que añadir algo de pasta para el alpiste diario, lavandería 2,20 pounds por lavado, y 1 pound por la secadora. Añade algo dinero de bolsillo para gastos menores pero necesarios. Hay algunas residencias en las que te dan más servicios, o incluso en las que puedes instalarte con tu familia, pero te costarán más dependiendo del número de servicios que te presten.
La semana que viene, la segunda parte. Asignaturas, duración, la vida en Oxford y lo que te espera si decides irte allí.
Continuará...
Fotos: Alba Cano | Red Bull Content Pool | Brookes University