OpiniónSebastian Vettel, o la paradoja del campeón y su prestigio

El piloto alemán atraviesa un bache de rendimiento casi sin precedentes, ante el imparable alza de Charles Leclerc. El desgaste de cinco años sin título en Ferrari refleja la caída en desgracia de otros grandes en el pasado, dentro y fuera de la Scuderia.

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Publicado: 13/09/2019 15:30

Vettel partía como el gran favorito en los test de Barcelona. Seis meses después, todo ha cambiado / © Ricki Grande

Habían pasado casi 48 horas desde que el Gran Premio de Italia coronó a Charles Leclerc como el nuevo héroe de Ferrari, en una carrera en la que, a la vez, Sebastian Vettel culminó su particular descenso a los infiernos con un temprano trompo y una inexplicable e insegura reincorporación a la pista, un capítulo más en una larga lista de incidencias durante el último año. Uno ya había leido y oido numerosas opiniones sobre Vettel y su situación, la mayoría siguendo un patrón similar, algunas más hirientes, otras menos. La mía no difiere en exceso. Pero ese martes me encontré con una reflexión que activó otra en mi mente.

Si uno ha rondado lo suficiente por el mundo tuitero de la Fórmula 1 en español, en especial por sus lados más irreverentes, no le pillará de nuevas el nombre de Max Depre, quien ha sido además un gran fan de Sebastian Vettel desde incluso antes de que pasase a ser enemigo público para una parte de la afición española. Este usuario publicó una carta abierta (que recomiendo leer para comprender este asunto desde otra perspectiva), en la que recuerda las sensaciones que le produjo el primer test de Vettel con Ferrari, y alega que la exigencia de ganar con Ferrari, tanto la propia de Vettel como la del equipo y lo que le rodea, ha ido consumiendo al alemán, además de denunciar el escrutinio constante que considera que sufre el tetracampeón mundial.

Partamos de la base de que hay partes de este manifiesto, escrito desde el punto de vista de un acérrimo fan de Vettel y reconocido anti de Ferrari, con las que no estoy de acuerdo. Queda implícito que los errores del alemán tienen como principal base la presión a la que se le somete y el "ambiente tóxico" que rodea a Ferrari, algo que ni es nada nuevo (prácticamente todos los grandes campeones que han pilotado para la Scuderia lo han sufrido) ni justifica determinadas acciones o situaciones, y se ignora en parte que, en general, el prestigio de Vettel como piloto ha recibido un importante traspiés, algo que va más allá de las críticas viscerales que aún no han superado Brasil 2012 y "lo de las banderas amarillas".

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Sin embargo, todo ello me llevó a evaluar situaciones parecidas de pilotos que, en el pasado, fueron víctimas de una explosiva mezcla que combinaba las circunstancias del momento, el nivel de sus compañeros, el nivel de sus rivales y la capacidad para sobreponerse a la adversidad. A lo largo de la historia, ha habido grandes campeones que se han crecido en esta clase de eventualidades, en algunos casos ofreciendo el mejor rendimiento de su carrera. Pero, para otros, este particular Martini agitado de las carreras se les hizo bola en la garganta sin que ni una metafórica maniobra Heimlich sirviese de gran ayuda para superarlo. Y aunque aún es pronto para dar este caso por cerrado, parece que el binomio Vettel-Ferrari pasará a engrosar esa lista, atrapado por lo que se podría denominar como "la paradoja del campeón".

No cabe duda de que en Ferrari se han vivido muchas de esas situaciones a lo largo de la historia, y es fácil y lógico apuntar al común denominador, sin importar quienes estuviesen al mando. La historia de amor de Fernando Alonso con la Scuderia se deterioró rápido a raíz de la continua sensación de derrota y el fuerte caracter del asturiano; Kimi Räikkönen perdió rápidamente el favor en su primera etapa tras dos años sin aspirar a lo que las expectativas presumían; Nigel Mansell pasó de ser 'Il Leone" a buscar refugio en los brazos de Frank Williams tras no adaptarse al equipo ni a las políticas de su pelea con un Alain Prost que también terminaría hastiado un año después cuando Ferrari se pasó de los monoplazas a los camiones...

Sus casos son los más recientes, pero no los únicos: René Arnoux, Gilles Villeneuve, Didier Pironi, Niki Lauda en su último año en el equipo, Jacky Ickx, John Surtees, Phil Hill... para todos ellos, el final de su etapa en Ferrari fue notablemente agridulce, ya fuese por desavenencias dentro del equipo, con el propio Enzo o con la influyente prensa italiana, o por un descenso del rendimiento en las múltiples ocasiones en las que Ferrari se ha visto superada a lo largo de la historia. Incluso el propio Schumacher lo llegó a sufrir en sus carnes pese a las victorias, con la espada de Damocles no muy lejos de su espalda hasta que se derrotó al fin a Mika Häkkinen.

El alemán es, probablemente, el único caso de derrotas continuadas en la general que terminó bien (y no por poco), y fue probablemente el único piloto en imponerse a ello para triunfar, junto a un Lauda que acabo dejando Maranello pese a asegurar el segundo título con contundencia. Los precedentes, por tanto, no parecen demasiado halagüeños para Vettel, inmerso ya en su quinta temporada en el equipo, y que ha visto como su joven compañero monegasco no solo ha asumido la iniciativa, si no también la ventaja en la general y los triunfos, los dos únicos de Ferrari este año tras la controversia que costó a Vettel su victoria en Canadá. Algo más hiriente incluso si se tiene en cuenta, como indica la carta antes mencionada, el gran cariño que el alemán siente por todo lo que representa la Scuderia.

Desde que sufriese aquella salida de pista en Alemania el año pasado cuando lideraba la prueba, los errores han llegado de forma demasiado frecuente. Adelantamientos fallidos, toques, trompos no forzados... con la inestimable "ayuda" de las estrategias de Ferrari rematando la faena cuando ha habido opciones. No es difícil juzgar que, entre ambos, numerosas opciones de victoria se han desperdiciado en este periodo, lo que resulta aún más dañino para la opinión popular al enfrentarse a un equipo como Mercedes, capaz de aprovechar prácticamente todos y cada uno de sus deslices.

Vettel acumula ya 22 carreras sin victoria, más de un año sin catar la gloria del triunfo desde Bélgica 2018, y está a cinco carreras de igualar su peor racha de 27, construida a lo largo de un 2016 que compartió muchas características con esta temporada, incluídos los errores forzosos y los rifirrafes internos y externos que sacaron por completo a Vettel de su habitual gran rendimiento. Resulta increíble revisar la cinta y ver al dominante alemán que sacó de sus casillas a toda la parrilla durante cuatro años entre 2010 y 2013, y comprobar que esta versión apenas se ha presentado durante dos temporadas y media de sus casi cinco años en Ferrari.

Nada de esto ha ayudado a que Vettel se haya desquitado del sambenito de "niño de Newey" que sus detractores le impusieron, pese a haber demostrado desde entonces su gran nivel en muchas ocasiones, pero las comparaciones son odiosas: esta no es la primera vez que un compañero le pone contra las cuerdas, ya que Daniel Ricciardo también sojuzgó al alemán en su última temporada en Red Bull, y aún hay quienes recuerdan que Mark Webber lideraba la general en 2010 hasta su accidente en Corea. Esto, sumado a unas caídas de rendimiento demasiado notorias, contrastan con el lustro ferrarístico de Alonso, al que siempre se percibió por encima de sus coches, y que avasalló a sus compañero. Claro que, ni el Felipe Massa post-Hungría 2009 ni el Kimi Räikkönen post-Lotus eran pilotos emergentes de gran nivel como Ricciardo o Leclerc.

Aún con todo, el asturiano no se ha librado de numerosísimas críticas a lo largo de su carrera por aspectos como su actitud dentro del, y con el, equipo allá donde ha pasado, su tendencia a disfrazar actuaciones menos pulidas (ayudado por la prensa patria en gran medida), la crítica constante a la Fórmula 1 o el fallido intento de devolver a McLaren a la cumbre justo mientras el equipo caía en cenizas, sin que construir un equipo alrededor de él fuese suficiente. Alonso siempre ha dado la impresión de saber imponerse ante esas críticas mucho mejor en la pista, y de forma pública, que en el garaje, algo que parece prácticamente lo opuesto de lo que Vettel, que aún goza de gran consideración dentro del equipo, vive ahora.

Y en este asunto en el que se concentra "la paradoja del campeón": la percepción cambiante que el público en general, y el deporte en particular, puede tener de los campeones, su nivel o su lugar en la historia. Admirados un día, detestados al otro. Grandes maestros el jueves, indignos de ser llamados campeones el martes. Y todo esto, antes incluso de que inicien el declive de sus carreras, propio del paso del tiempo y la llegada de nuevos talentos. En la pista, haber sido campeón no te da derecho a nada, y es como debe ser, pero fuera de ella debería servir para algo más que rellenar una estadística. Muchos no han sido capaces de sobreponerse a ello, y la retirada, temporal o total, ha sido la solución socorrida en más de un caso.

¿Volverá algún día Vettel a su nivel de 2010-2013, o al de 2015, o al de 2017? ¿Es ese su nivel real, o solo el resultado de gozar de grandes coches? ¿Juzgar los éxitos pasados de los campeones en base a sus hechos actuales es justo sin tener en cuenta las circunstancias? ¿Existe una respuesta estándar para todas estas preguntas? Es algo que queda a conciencia, y consideración, de cada uno. Vettel continuará en Ferrari en 2020, y ahí tendrá una nueva oportunidad de limpiar precedentes y plantar cara a un reforzado Leclerc, pero a estas alturas de la vida, uno se pregunta si tomar la decisión que otros tomaron antes que él, y optar por un año sabático, sería quizá lo mejor para intentar recuperar su mejor versión. Solo así, quizá, podría conseguir demostrar que el prestigio de los pilotos es, efectivamente, un blanco móvil.

Fotos: Ricki Grande / Scuderia Ferrari

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