La vida de un fotógrafo en Mónaco
Desde 1950, las calles del Principado representan el glamour y la exclusividad de la categoría, que durante una semana se prepara para acoger a la Fórmula 1. Este sentimiento se traslada también a los periodistas que cada año se desplazan para cubrir el Gran Premio más especial del año.
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Publicado: 03/06/2022 10:30
Con apenas 2 kilómetros cuadrados de extensión, Mónaco es el segundo país más pequeño del mundo solo por detrás de El Vaticano. Durante el Gran Premio, la población de unos 40.000 habitantes se multiplica por tres o por cuatro. Desde los aficionados más humildes hasta los más pudientes se acercan a la Meca de la Fórmula 1.Los hay que prefieren la vía marítima y alquilan un yate para embarcar en el puerto por medio millón de euros. Con eso se ahorran un par de atascos.
Y, hablando de atascos, así empezó la experiencia por la casa de Charles Leclerc. Primero el jueves intentando recoger la acreditación, después de un largo viaje desde Barcelona. A diferencia de un circuito normal, en Mónaco se usan las infraestructuras de la ciudad para todo, así que, en vez de una caseta provisional para atender a la prensa, la gente del ACM (Automobile Club de Mónaco) estaba en un hotel del norte al que me costó llegar bastante por todo el colapso.
Lamentablemente a las horas a las que llego el tinglado está cerrado y un poco desesperado empiezo a preguntar a los allí presentes, entre ellos, dos argentinos del equipo Alpine. De la nada, una recepcionista andaluza que pasaba por allí me salvó la tarde ante la falta de información.
—¿Español? — me preguntó ella. Yo, con la ilusión de haberme encontrado por fin a alguien con quien podía comunicarme sin problemas afirmé tan efusivamente que ella no pudo evitar reírse. —Te lo he notado por el acento. Dime, ¿qué te pasa? —
Después de contarle resumidamente la situación, descubro que una tal Celine era la encargada de las acreditaciones y que abrían al día siguiente a las ocho. Me dio incluso una tarjeta de parking del hotel por si la necesitaba. El estrés del viaje y los nervios de la primera vez eran importantes, por lo que escuchar a una española fuera de casa me alegró el día. ¿Os he contado ya que en Francia no entienden nada de inglés?
Viernes: la procesión más bonita del mundo
Las carreras en Mónaco son conocidas por ser una procesión de coches donde no se puede adelantar. La procesión más bonita del mundo, eso sí. Bueno, pues esto también pasa en las calles abiertas a la circulación durante un fin de semana de Gran Premio. Hasta tres horas de atasco para recoger la acreditación y llegar al parking reservado para la prensa en la otra punta del país, también para resolver algunos contratiempos por culpa de la falta de información. Los franceses (y monegascos, que viene a ser lo mismo) no saben hablar inglés ¿Os lo he dicho ya?
No es que estuviera lejos el ‘Parking Des Percheurs’, pero la policía del Principado hace malabares para gestionar el tráfico y te cortan una rotonda para desviarte por otra generando el doble de atasco. Además, cuando estás perdido porque la señalización del Gran Premio es muy mala y bajas la ventanilla para preguntarles, no te entienden y se limitan a hacerte el gesto para decirte que pases.
A la altura de la Rascasse se encuentra el acceso para llegar al aparcamiento, pero está cerrado porque es también el paddock de la Fórmula 2 y en ese momento estaban llevándose los coches. Cuando estoy a punto de desistir, el agente más majo de Mónaco reconoce la matrícula del coche y me atiende en español.
—«Está cerrado por la Fórmula 2, en cinco minutos puedes pasar. Aparca aquí y ahora te aviso», dice un policía monegasco.
Pasadas las 12 del mediodía llego a la sala de prensa, ubicada en un edificio del puerto al lado del paddock de Fórmula 1. Lo primero que debe hacer un periodista al llegar es pedir la pegatina para reservar mesa, la llave para la taquilla y en mi caso, recoger el peto de fotógrafo, que da acceso exclusivo a los sitios más recónditos. Con el tiempo justo para llegar a los libres 1 que empezaban a las 14:00, consigo enterarme de cómo funcionan los préstamos fotográficos de Canon para probar un equipo del valor de un Dacia Sandero.
Entrenamientos libres: comienza la acción
La semana anterior en Barcelona, los fotógrafos teníamos un ‘shuttle’ o lanzadera. Unas furgonetas que te llevan a la zona que quieras a través de los viales, bien el interior o el exterior de la curva. Con el calor que hizo, viajar cómodo, con aire acondicionado y sin necesidad de caminar, me hizo acostumbrarme a los lujos de un circuito permanente con instalaciones de calidad.
Mónaco, aunque parezca obvio, es una ciudad donde se ponen guardarraíles y protecciones para meter a los coches más rápidos del mundo.Los viales son aceras, con farolas, alcantarillas, macetas y paradas de autobús. A cualquier sitio había que ir a pie y aunque es el circuito más corto del calendario no es tan corto cuando vas caminando con el equipo a pleno sol.
Los yates más caros del mundo ya estaban a tono para el comienzo del Gran Premio con los primeros entrenos. Después de un paseito por el puerto dándome de codazos con los aficionados, llego a la chicane del túnel. Esta es conocida por los fotógrafos por estar libre de protecciones al no interferir en la dirección de los coches y además, es una de las primeras paradas de todos al tener el plano general con el puerto y los edificios de fondo.
Una línea imaginaria y un comisario delimitan la zona de peligro y los Libres 1 comienzan con los coches a centímetros sin ninguna barrera de por medio. Verstappen, Hamilton o Leclerc, pasan frente a tus ojos a dos metros, y tienes que asumir que es lo normal, contener las emociones y empezar a trabajar. Con mi cámara y un objetivo angular, comienzo por los planos más generales, así como algún barrido de la frenada.
«Los viales son aceras, con farolas, macetas y paradas de autobús. A cualquier sitio había que ir a pie»
Con la otra, me las apaño para adaptarme a los 3,5 Kg del 200-400mm F4, así como a los parámetros de una cámara completamente desconocida. Con esta me ubico a la salida del túnel para intentar sacar el plano del coche con las luces del túnel a lo lejos, pero el vallado de esa zona lo complicaba todo. En Mónaco, la apertura para fotógrafos o está libre o te quedas sin foto, o si hay espacio, te las tienes que apañar con el peor ángulo.
Hora dorada en el Principado
La sesión de aprendizaje termina con los FP2 por la tarde, donde experimento lo que es el sonido de un Fórmula 1 en el túnel. Sin tapones, tal y como me habían dicho, no se podía estar por culpa del ruido, y como no tenía, descarto cualquier toma en esta zona por seguridad. ¿Cómo sería aquello con los V8 o V10?
Continúo mi camino por Portier y Mirabeau Bas, donde la luz del sol está perfecta para jugar con los contrastes. Los coches bajan a toda velocidad apurando los muros desde el minuto uno. Aunque la zona es más ancha de lo que parece en televisión, es bastante impresionante ver cómo los pilotos con bandera azul se apartan para dejar pasar.
La bandera roja de Ricciardo me da un poco de descanso para analizar lo hecho hasta el momento. Con el tiempo muerto, me animo y subo por el interior de Loews haciendo escalada entre piedras y cajas de la cámara de televisión. Un comisario me indica que me de prisa en cruzar a la zona segura, y que ni se me ocurra pisar la acera o saltan las alarmas.
En cuanto se reinicia la marcha, a la altura de la contracurva que hay antes del giro más famoso del mundo, me doy cuenta de que el calor de los coches que pasan a centímetros, traspasa las oberturas de los raíles. Durante el primer minuto, una parálisis se adueña de mí. Era la definición fisiológica del asombro. Una vez aclimatado, me acerco a Mirabeau para sacar los coches a tres ruedas y como sobra tiempo me siento a contemplar el paraíso.
Sábado: el día grande de Mónaco
El sábado con el terreno ya conocido todo resulta ser más fácil. Eso no me impide perderme por las calles de Mónaco antes de los FP3. Resulta que a diferencia de la semana anterior, donde el personal del Circuit me atendió perfectamente, aquí ni los de la ACM ni los de seguridad sabían más allá de sus accesos y cada uno me mandaba para un lado. Incluso por las callejuelas del país.
Entre la falta de inglés y el desconocimiento, encuentro un acceso a Santa Devota después de darme de codazos con la gente. Un comisario me abre amablemente un acceso de la primera curva, y descubro que hay una zona prohibida donde las barreras Tech-Pro por riesgo de impacto, así que me marcho por un túnel del que me habían hablado para cruzar de un lado a otro de la pista.
En Mónaco tienes que usar las infraestructuras de la ciudad para moverte, y aprenderte las combinaciones de túneles, escaleras, puertas y hasta ascensores para llegar donde quieres. Es como jugar a un videojuego de mundo abierto, pero sin mapa y sin nadie de la organización que te explique cómo llegar a los sitios. Tienes que aprenderte los caminos tú solo o preguntando a otros compañeros. Los novatos aquí lo pasamos mal.
«Verstappen, Hamilton o Leclerc, pasan frente a tus ojos a dos metros, y tienes que asumir que es lo normal»
Por ejemplo para llegar desde la sala de prensa (Rascasse) hasta la plaza del Casino, había que recorrer todo el puerto, subir por la chicane, entrar al túnel, girar a la derecha por un acceso, para bajar a otro subterráneo y buscar un ascensor para subir. Después, unas escaleras te dejan en Massenet, y cruzando unas puertas llegas a esa zona tan emblemática. Luego, para ir al exterior de la curva del Casino, desde la plaza llegabas a través de unas escaleras mecánicas. Y para ir al exterior de Loews, debías cruzar un parque para encontrar el paso. ¿Os habéis perdido? Yo también.
Arranca la clasificación, y la Q1 la paso en el Casino intentando obtener planos de los coches con los edificios de fondo. La diferencia con respecto a lo visto en los entrenos era evidente. La sensación visual de velocidad de los coches era todo un espectáculo desde los primeros segundos. Éric, un fotógrafo de los buenos y amigo mío, me dice que me ponga en la salida de la curva con una sonrisa un poco malvada. Este es un punto donde un F1 empieza a enlazar marchas, te pasa a 200km/h y lo único que te separa es un guardarraíl de 10cm de grosor.
Lo de Mirabeau era increíble, pero lo de aquí, aunque suene mal decirlo, me daba miedo… por el sonido y el impacto aerodinámico. Es algo que hay que vivir para entenderlo porque no puedo describirlo con palabras. En la siguiente sesión pruebo en Beau Rivage, y para la Q3 como ya tenía cubiertos a todos los pilotos, me marcho a sala de prensa a volcar las fotos para editarlas, justo a tiempo para ver el trompo de Pérez, el choque de Sainz y el recto de Alonso.
Domingo: día grande pasado por agua
Amanecía sobre las 5:45h en el hotel de Niza. A pesar de haber dormido poco los días previos, la tensión y la adrenalina de un día de carreras en Mónaco suplían los cafés que no llegué a tomar. Venía de haber sufrido un golpe de calor el día anterior y, aún así, estaba «fresco como una lechuga». A eso de las ocho llego al circuito. Me da tiempo a desperezarme con la Fórmula 2, mientras espero a que los señores de Canon monten el chiringuito para volver a pedir esa Canon Eos R5 con la que se me caía la baba. Como no estaba el horno para bollos, decido renunciar al telescopio del 200-400mm y le pido algo más ligero. Mi arma para el domingo iba a ser un 70-200 f2.8.
Ilusionado con el nuevo juguete bajo corriendo a ver la Porsche Supercup. Más de una treintena de 911 con el boxer orquestal de 6 cilindros, resuenan por el Principado y me sacan una sonrisa de oreja a oreja. Como no me apetece andar mucho, me voy a la chicane Louis Chiron para probar el aparato. 1/2000, apertura máxima en 2.8, ISO al mínimo y a disparar. Me hacen falta unos pocos segundos para descubrir que la estética y el bokeh de este objetivo era increíble. De vuelta a la sala de prensa, empiezo a ver cómo los coches vuelan sobre la chicane de la piscina, y me digo: «Yo no me quiero perder eso».
«Habían dado un 70% de posibilidades de lluvia para la hora de la carrera, pero inocente de mí continúo el camino»
Una hora antes del inicio de la carrera y con el tacto cogido al nuevo objetivo, me preparo para salir hacia Santa Devota. Termino de recoger todo, pues tenía que marcharme justo después de la carrera, mando los últimos archivos y salgo disparado al lugar más demandado por los fotógrafos en una salida de Mónaco. Al salir del ‘Media Center’, veo el cielo encapotado y pienso si volver o no para coger el chubasquero. Habían dado un 70% de posibilidades de lluvia para la hora de la carrera, pero inocente de mí continúo el camino, pues total, es Fórmula 1 y seguro que no llueve.
Como en un partido de fútbol, al llegar al andamio habilitado para los fotógrafos, toca luchar por los espacios para conseguir un buen lugar. Hay 3 niveles de altura, el primero reservado para las agencias y el resto era un poco «tonto el último». A mi me toca el último escalón, justo debajo de otro pequeño andamio que sería mi salvación ante la lluvia. 10 minutos antes del comienzo de la carrera, un primer manguerazo deja la pista para intermedios. La mayoría de los fotógrafos, también cambian de neumáticos, y empiezan a sacar plásticos para proteger las cámaras. Los hay que llevaban un paraguas de Alfa Romeo. Yo, completamente calado, me arrepiento de no haber cogido el chubasquero.
A las 15:00, al ver que no empieza nada, que el Safety Car no ha salido a hacer las vueltas y que no tenemos pantalla alguna, intuyo que pasa algo y que se ha retrasado la salida. El resto de compañeros tampoco entienden muy bien qué está pasando. Llueve sobre mojado con el último aguacero. ¿Sabéis lo que es abrir una ducha con la ropa puesta? Pues eso. La carrera había comenzado oficialmente detrás del precioso AMG GT Black Series pilotado por Bern Maylander, pero la bandera roja estaba cantada. Ahora, las fotos de estos momentos quedaron preciosas.
Vuelvo corriendo a la sala de prensa y recojo el chubasquero. Me da tiempo a cambiarme de posición hasta el exterior de Loews, donde paso más o menos el primer tercio de la carrera hasta el accidente de Mick Schumacher, que resultó ser más aparatoso de lo que fue. Latifi tuvo el detalle de chocarse justo enfrente mía en la vuelta de formación, un momento un poco cómico para los que estábamos allí. Empieza la carrera sin una salida en parado -algo que Masi no habría permitido- y pendiente de la pantalla que aquí sí tenía, me preparo para las primeras fotos.
Esta localización me permite variar vuelta a vuelta los encuadres, el zoom o la angulación, aunque echo de menos mi cámara con el 16mm para sacar tomas más angulares. La diferencia con el viernes era brutal, de seco a mojado los coches habían pasado de ser camiones a barcos. Les costaba girar una barbaridad. Eso sí, era súper interesante ver las diferentes trazadas de cada uno. Vettel por ejemplo, era el que más se comía el arcén del vértice para hacer rotar el coche. Perro viejo.
La carrera a pie de pista
Aunque los fotógrafos nos solemos enterar de poco o nada de las carreras a pie de pista, con una pantalla cerca y cuatro detalles, soy capaz de comprender muchas cosas y es algo de lo que me siento orgulloso. Por ejemplo, Gasly por detrás fue uno de los primeros en montar intermedios. Casi se choca delante de mí con una derrapada a las primeras de cambio, pero contando los segundos en el vuelta a vuelta, se notaba que era mucho más rápido que el tren de los ‘full-wet’ de Ricciardo y compañía.
Cuando la pista se empezó a secar, algunos pusieron intermedios, pero en las fotos se podía intuir degradación, porque había tramos completamente secos. En el momento en el que uno de los Williams puso slicks sin haber pasado por los intermedios lo entendí todo: no había crossover, o si lo había, no compensaba por tiempo. En una de esas, no vi pasar a Leclerc, sí a Sainz.
Al monegasco le habían puesto intermedios, mientras cada vez más pilotos aparecían con neumáticos de seco. Los Red Bull también habían caído en la trampa y Carlos parecía el más listo de la clase. Estaba dando botes, por fin el madrileño tenía la victoria al alcance de su mano. En la vuelta siguiente, veo pasar a Sainz con slicks y grito de emoción mientras fotografío al Ferrari con un compañero de viaje un poco inusual. Luego me entero de la situación.
Para la resalida después de la bandera roja, me ubico en la subida hacia el casino justo después de Santa Devota. Llego un poco tarde y los spots de fotógrafos están todos cubiertos excepto un pequeño reducto que no es lo mejor, pero me hace el apaño. Continuando el camino natural de los viales del Principado bajo hasta Tabac y me ubico por primera vez en el interior la chicane de la piscina.
Alonso me empieza a desconcertar con su ritmo. Pasaban los 4 primeros, Russell, Norris y tenía que esperar 30 segundos para sacar al #14, que llevaba toda la carrera conteniendo a Hamilton. Por culpa de esto, más de una vez me distraje revisando las fotos. Cada vuelta que pasaba se dejaba más y más tiempo. Me temía lo peor, pero luego al ponerme en la Rascasse para las últimas vueltas y ver que se había distanciado del heptacampeón, entendí que todo había sido un juego.
Quedan cinco minutos para el final y los 4 primeros están en dos segundos, así que me voy a Louis Chiron justo detrás del cámara de TV para las últimas instantáneas. Al final no hubo sorpresa, Checo Pérez cruzó la línea de meta y toda la gente empezó a gritar y aplaudir por la victoria del mexicano. Yo también.
De vuelta al hotel, me quedan todavía dos días para volver a casa. En este trayecto, empiezo a asumir que todo se ha acabado, que el sueño de ser fotógrafo en el lugar más prestigioso del mundo ya forma parte de la historia. Tampoco puedo quejarme, lo he cumplido con solo 21 años. Atrás solo quedan una selección de centenares de las miles de fotos que hice durante el fin de semana.
Instantáneas que servirán para ilustrar contenidos en esta web durante un tiempo efímero, pero que conservaré y llevaré en el recuerdo para siempre. Porque la experiencia de ser fotógrafo en Mónaco, con lo bueno y con lo malo, es algo que nunca se olvida. Como esa sensación de un Fórmula 1 subiendo marchas, que te pasa a 200km/h y lo único que te separa de él es un guardarraíl de 10cm de grosor.
Fotos: David Moreno - Motor.es