Virutas F1Alonso, el hombre franquicia
El caso de Fernando Alonso se acabará convirtiendo en objeto de estudio en las universidades especializadas en economía y publicidad. Sin ganar nada en Fórmula 1 desde hace años, se ha convertido en un tío que tiene, a ojos vista, más valor que su propio equipo.
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Publicado: 11/06/2018 14:30
La Fórmula 1 puede vivir sin Fernando Alonso, de hecho lo poco productivo desde el punto de vista netamente deportivo influye poco o nada en las zonas de honor de cada carrera desde hace años, pero McLaren a día de hoy viviría mucho peor sin él. El de Oviedo no lucha por victorias, ni títulos. Apenas adelanta a nadie en pista, ni ejecuta maniobras que modifican el resultado de una carrera o un mundial. Esto es una desgracia, algo muy lamentable porque el corredor muestra su calidad con frecuencia en carrera, pero sigue saliendo a pista con las dos piernas atadas.
Sus muy seguidores no quieren ni oír hablar de lo evidente: Fernando Alonso no va a ganar carreras y mucho menos títulos en F1 este año, pero es muy posible que tampoco el año próximo y puede que ni siquiera el siguiente. Esto no lo dice un opinador cualquiera desde una atalaya digital a coste cero sino que ya es público por voz del honesto Zak Brown cuando habla de que esta posibilidad es muy remota e improbable. Fernando no es peor piloto por no ganar carreras, y de hecho su valor sigue intacto como cuando las ganaba, su popularidad está lejos de diluirse como la de aquellos que perdieron el favor de los medios tras ocasos estériles.
El problema, su problema, es que sabe que, si sigue donde está, volverá a padecer otra temporada como la de esos prejubilados que negocian para seguir cobrando e ir de tarde en tarde a su antiguo curro a justificar la nómina. Aunque Alonso diga que sigue disfrutando en las carreras, y es posible que así sea, a nadie que conozca al personaje le cabría la menor duda de que una cría de cocodrilo le muerde el estómago cada vez que otro participante peor dotado le pasa sobre el asfalto. Añade dos crías más de Lacoste y con doble mandíbula dando dentelladas en las tripas cuando mira hacia atrás en la parrilla y ve menos coches que los que tiene por delante. Suma un zoológico lleno de reptiles con verdadera mala leche cuando en plena celebración de una victoria, pasa por debajo del pódium casco en mano, cabizbajo, mientras otros tíos saltan, saludan y desde el cajón ponen morritos y hacen la V para unos selfies apestando a champán.
Nadie que tenga sangre en las venas, y ALO es de los que la tienen permanentemente hirviendo, se quedaría tranquilo sin más. Muy torpe es el que piense que se iba a quedar tal cual si alguien le dijera, y Zak ya lo ha dejado claro, “el año que viene más de lo mismo”. Su (pen)última Coca-cola del desierto se la bebió en Spa a bordo de un Toyota y los maledicentes ya le espetan con un “sólo gana con coches baratos, mira lo que hace cuando le dan un Ferrari o un McLaren”.
Mala leche tienen, pero no están faltos de razón datos en mano. La combinación perfecta que puede dinamitar tamaña afirmación puede llegar el año que viene si ocurre lo que nadie propone: que Alonso lo corra todo. Hordas de analistas, observadores, y aficionados barajan cual puede ser el destino del asturiano el año que viene y le proponen que deje la F1, que siga en ella, que se vaya a EEUU, que conduzca un Fórmula E o hasta que intente la vuelta al mundo en bicicleta a reacción, que para eso la tierra es plana según una pandilla de pirados. Lo que pocos valoran es que Alonso puede convertirse, si es que no lo es ya, en el primer piloto-franquicia del Siglo XXI.
Ha pasado una década desde que McLaren recabó su último título de pilotos y veinte años del último de constructores. Una compañía así necesita dar un volantazo de orden mayor, hacer algo realmente distinto para salir de una situación incómoda y con especial incidencia tras los lúgubres tres últimos años de la mano de Honda. Lo que prometía ser el paraíso terrenal de mano de los bienintencionados nipones pasó a ser el entierro de su hacedor, el dominio del grupo árabe a los que el deporte se la trae al pairo y lo que quieren es ver el verde de los dineros, y una pérdida de norte en general que ha llevado a que el segundo equipo más laureado de la historia tenga verdaderos problemas para encontrar patrocinadores.
McLaren no genera confianza, no es la formación pujante y rompedora que fue
El equipo no genera confianza, no es la formación pujante y rompedora que fue, y a ojos de sus actuales rectores esto sólo se apaña diversificando riesgos. Si en la Fórmula 1 el horno sigue cociendo una masa que va a tardar años en subir, la compañía entera no puede esperar a que la levadura haga su efecto y el plan pasa por expandirse. Esto es tela de difícil, pero si miramos alrededor, las categorías más deseables son la Indy yankee en la que el coche ya viene dado por Dallara; no hay que desarrollar prácticamente nada, y el WEC, donde se pergeña una novedosa categoría denominada Hypercar donde los diseños más avanzados de los vecinos de Automotive. Los de los coches de calle, ayudarían y tendrían un escaparate único para intentar revalidar el mítico triunfo de su triplaza con conductor en posición central de 1995 en Le Mans, un coche por cierto, con el que una vez acabada la carrera podías irte a casa por las autopistas francesas.
La suerte de McLaren es que tienen lo más complicado de conseguir: un corredor con ganas de oler sangre que esté lo suficientemente loco como para querer correr en todo eso, de manera paulatina, alternativa, complementaria o por episodios como en las teleseries. McLaren necesita a un corredor de bandera que les haga mantener su status de equipo ganador cuando hace años que no lo es, y si Stoffel Vandoorne hace un trabajo digno, no es un referente dentro de la parrilla. Lando Norris viene como un cohete y hay quien dice que puede ser el siguiente Max Verstappen. Si tienes dudas acerca de esto el interés de Red Bull para colocarlo en Toro Rosso y desplazar a un Brendon Hartley que ya mira para la puerta, debería hacerte pensar. En todo caso y a día de hoy Norris no tiene tampoco ese caché que aporta el bicampeón.
De este se sabe que tiene un acuerdo multianual, con Kimoa como socio industrial de por medio que a nadie le llame a sorpresa si aparece el año que viene con un coche de color turquesa-Kimoa en Indy 500. Sabedor de que le será imposible recaudar resultados netos de cierto brillo en la F1, es una posibilidad nada desdeñable que ande saltando de un lado a otro del charco. En Trumplandia para ganar en Indy, en Fórmula 1 para añadir caché a su contratante, en el WEC para pelear por ese mundial y Le Mans, y porqué no, preparando un hipotético asalto pasado las Le Mans 2019 a bordo de un Hypercar McLaren.
En el WEC se esforzaría en pos de esa corona y la muy deseada de Le Mans, en USA correría más o menos pruebas en función de los resultados netos por si allí sonase la flauta, y en la Fórmula 1 cedería su asiento de forma alternativa a Stoffel o Lando según tocase. De esta forma tendrían abiertas muchas puertas, Zak sonreiría, venderían más coches en EEUU, lanzarían el anzuelo al inquieto mercado financiero norteamericano, los árabes felices, le daría tiempo al equipo de Fórmula 1 a recuperar resuello, Alonso haría su plan deportivo paralelo pero ya tarifero con respeto a la F1, se iría marchando con la dignidad del campeón que busca una meta contundente, y vendería más gorras y camisetas que nunca a su nuevo público yankee que se amontonaba el año pasado ante la pantalla en las Indy 500 de 2017 y este año han vuelto a sus quehaceres. Con un plan así, hasta Ron Dennis sonreiría y pagaría su entrada por ver qué pasa.
Fotos: McLaren Racing | WEC | IndyCar