ACEA y los fabricantes responden a los objetivos de emisiones de Europa para 2030
El nuevo objetivo de la Unión Europea de reducir las emisiones de CO2 en un 40 por ciento en 2030 está suponiendo ya una auténtica revolución entre los fabricantes, con un gran escollo en esta nueva medida y con la que no están de acuerdo las marcas: la imposición de una cuota obligatoria de ventas de eléctricos. Los fabricantes responden con sus argumentos sobre la viabilidad de las medidas.
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Publicado: 06/10/2018 12:00
El pasado miércoles te contábamos los planes de la Unión Europea para 2030. Los eurodiputados del Parlamento Europeo han votado un compromiso para reducir las emisiones de CO2 en un 40 por ciento en 2030, un diez por ciento más de la propuesta alemana y un veinte menos de lo que proponen las organizaciones defensoras del medio ambiente.
Sin duda es uno de los objetivos más ambiciosos de los últimos años, que situaría el valor promedio de la flota de cada marca en nada menos que 38 gramos por kilómetro, una medida que Europa pretende implantar sin límites fijos y apostando por un objetivo de reducción porcentual.
Los fabricantes, a través de ACEA, ya han manifestado su descontento absoluto hacia esta medida argumentando pérdidas de empleos, una "transformación dramática en un tiempo récord" y, lo que es peor según ellos, es que no se alcanzará este objetivo.
Pero si esta medida ya les preocupa, la verdaderamente importante es la imposición obligatoria de que un 35 por ciento de las ventas anuales sea de coches eléctricos o híbridos enchufables con cero emisiones o el valor más bajo posible, y al que van a hacer frente con todas las herramientas posibles a su alcance, a pesar de que la gran mayoría han apostado por una carrera muy competida por ofrecer una amplia gama de modelos eléctricos.
El problema de alcanzar esa cuota mínima de ventas es que no se puede obligar a los ciudadanos a comprar un coche eléctrico porque sí, especialmente cuando la gran mayoría son caros, no ofrecen una autonomía significativamente importante como para decantarse por este sistema de propulsión y en muchos países europeos, la infraestructura ni siquiera llega a cumplir unos requisitos mínimos. De hecho, el 76 por ciento de todas las estaciones de carga rápida se encuentran en Alemania, Francia, Gran Bretaña y los Países Bajos.
Hoy, a grandes rasgos, la situación se encuentra así. Los fabricantes asumen que van a tener que invertir más en reducir sus emisiones promedio de CO2 y confían en poder sentarse con los representantes europeos para llegar a una posición común entre ambas partes. Lógicamente va a ser complicada, pero desde la asociación de fabricantes europeos ya están trazando sus propuestas.
El punto de vista de los fabricantes es totalmente opuesto: ni en 2030, los compradores contarán con grandes ventajas para adquirir un coche eléctrico sí o sí
Respecto del objetivo de reducción de las emisiones, proponen una bajada del 20 por ciento, la mitad de lo que estima Europa, considerando que este porcentaje sí es técnicamente viable y se puede conseguir, por supuesto eliminando la cuota de los eléctricos. Después de conocer las intenciones de Europa, las estimaciones de los fabricantes ya no resultan tan prometedoras: en 2025, la cuota de ventas será de un 3,9 por ciento y de un 5,4 en 2030, muy lejos del 35 por ciento que se les impondría.
Los argumentos del asociación europea de fabricantes de automóviles sobre las ventas de los eléctricos van más allá, basándose en que una autonomía tan deseada como la que puede ofrecer hoy un modelo de constitución, sólo está al alcance de países ricos del oeste y del norte de Europa, pero muy lejos del alcance de los estados de la Unión Europea con una renta "per cápita" de 18.000 euros o menos, suponiendo un desastre comercial.
¿Podrían llegar a ese 35 por ciento de cuota mínima que exige Europa? Podrían hacerlo pero necesitarían una contrapartida de Europa subvencionando la construcción de una infraestructura de carga especialmente en los países del Este y del Sur de Europa, además de tratar de cambiar el comportamiento de compra de los europeos que, los fabricantes dicen, "dificulta" alcanzar los objetivos actuales de emisiones, que continúan en ascenso al comprar, principalmente, gasolina.