Coches RarunosAetna Drivotrainer, el sustituto de la conducción real
En la década de 1950 se desarrolló un innovador sistema que sustituía las clases prácticas para los futuros conductores. El 'Drivotrainer' era la experiencia de conducción más realista del momento y se expandió por todo Estados Unidos como la forma más eficaz para aprender a conducir.
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Publicado: 26/03/2016 09:00
En Coches Rarunos no sólo salen coches sino también historias relacionadas con ellos. Esa vez descubriremos un simulador para aprender a conducir y que, como ya intuirás, es realmente peculiar. No es la primera vez que nos metemos en el terreno de la formación vial -quizá recuerdes el Datsun Baby- pero en esta ocasión no vamos a hablarte de un automóvil sino de un aparato que se le parece.
Los años 50 fue la edad de oro del automóvil, al menos en Estados Unidos. Las secuelas de la Segunda Guerra Mundial ya habían quedado atrás y el país norteamericano vivía una milagrosa recuperación económica, que en el plano del mundo del motor se tradujo en millones de automóviles grandes y lujosos poblando las calles.
La creación de un nuevo sistema de autopistas interestatales permitió que muchas familias emigraran de las grandes ciudades a los suburbios así que el coche pasó de ser un lujo a una necesidad. Todo el mundo quería un coche en su garaje y los estudiantes de secundaria estaban deseando obtener el permiso de circulación para hacerse con el coche de sus sueños.
Con cada vez más vehículos en las carreteras -y cada vez más potentes- el riesgo de accidente iba aumentando. Por puro interés económico la compañía de seguros norteamericana Aetna Insurance Company trabajó en reducir el número de siniestros. En 1951 presentó el Drivotrainer, un simulador de conducción que se combinaba con un video proyectado delante del alumno.
No era la primera vez que la empresa utilizaba un método similar, pero los aparatos anteriores -llamados Reactometer, Driverometer y Roadometer- utilizados en los años 30 y 40 sólo medían el tiempo de reacción del conductor ante las situaciones de conducción que se mostraban en el film. El Drivotrainer, inventado por George Finnegan Jr. y Hobart Durham, iba mucho más allá.
Se empleó por primera vez en Nueva York en 1953, en el centro de secundaria Brooklyn High School for Automotive Trades. El aula se componía de una quincena de simuladores que trataban de imitar con fidelidad el habitáculo de un automóvil e incluso utilizaban muchas piezas de Ford: tenían velocímetro, freno de estacionamiento, un cambio de marchas -manual o automático-, indicador de combustible e incluso una llave que había que girar para ‘arrancarlo’.
Por supuesto, también contaba con pedales. A medida que se pisaba el acelerador aumentaba la sonoridad del ‘motor’ mientras que el embrague y el freno ofrecían cierta resistencia para ofrecer una experiencia más realista. El volante y el asiento eran los mismos que se usan en los coches de verdad. Las últimas versiones del Drivotrainer contaban incluso con paragolpes y faros.
El curso se componía de 22 películas de corta duración que se proyectaban en una gran pantalla frente a los puestos de conducción. Los films recogían diferentes circunstancias al volante, desde las más básicas hasta situaciones de emergencia, que los alumnos debían trata de resolver en el simulador: cambios de sentido, adelantamientos, incorporación a la autopista, parar ante un semáforo o maniobras de aparcamiento.
La maquinaria monitorizaba todas las acciones del alumno y cada giro de volante o cada presión sobre el pedal quedaban registradas. De ahí se imprimía un informe que se analizada exhaustivamente, con la finalidad de que el alumno pudiera corregir los errores cometidos. El examen final incluía una exigente grabación de 25 minutos con situaciones muy variadas.
En la actualidad puede parecer un sistema muy arcaico ya que en nuestro teléfono móvil podemos tener simuladores de conducción mucho más realistas. Pero piensa que, por aquella época, antes de que el Drivotrainer llegara las clases teóricas suponían casi todo el proceso de aprendizaje: apenas el 1% de las personas que lograban el permiso de conducir habían conducido realmente durante el aprendizaje.
Era muy costoso realizar clases prácticas y debían realizarse de uno en uno pero con este método aprendían varios alumnos a la vez, era más económico y seguro y eliminaba dificultades logísticas en las grandes ciudades. Los ‘coches’ de Aetna eran todo un acierto y crearon una gran expectación mediática.
El Drivotrainer suplía una importante carencia del sistema educativo. Por supuesto no eran coches de verdad, pero ponía a los alumnos tras el volante y se entrenaban en situaciones simuladas. Por ello el programa estuvo en activo hasta finales de los años 60 a lo largo y ancho de Estados Unidos, cuando quedó obsoleto por la llegada de nuevas tecnologías.
Imágenes: Brooklyn Public Library, goldiesguy, Utah Valley University