Boris Johnson, Donald Trump y su populismo no fueron buenos para la industria del automóvil
Tanto el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no van a dejar un buen legado para la industria del automóvil. No se trata solo del efecto en sus países, también en el resto del mundo.
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Publicado: 07/01/2021 22:00
Muchas son las similitudes entre ambos dirigentes: sus llamativos peinados, la particular forma de gestionar la pandemia de coronavirus, su papel mediático extravagante y hasta su parecido físico... pero en esta ocasión nos vamos a centrar en un aspecto muy común y más relevante: son unos populistas de manual.
En otras palabras, se trata de dos políticos que han escalado posiciones a base de apelar a lo emocional de los votantes, hasta el punto de lograr una polarización social impresionante, tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos, más allá del típico bipartidismo conservadores/liberales o demócratas/republicanos, respectivamente. Ideológicamente dejan sociedades quebradas.
La era de Donald Trump se puede dar ya por terminada. Después de resistirse durante casi dos meses enteros a aceptar que ha perdido las elecciones presidenciales, y tras los grotescos acontecimientos vividos ayer en el Congreso de Washington D.C., ha acabado admitiendo la derrota. Han sido cuatro años muy convulsos de mandato y puede terminar con una destitución a través del Congreso -vía 25ª enmienda-.
A lo largo del periodo 2017-2021 (ganador de las elecciones de 2016) Donald Trump ha sido objeto de varios artículos en Motor.es. Por hacer un resumen en pocas líneas, las políticas de Trump han desestabilizado el mercado mundial, incomodado a fabricantes y creado inseguridades. Con algunos fabricantes se ha logrado precisamente aquello que se pretendía evitar.
Por ejemplo, una de las consecuencias de la guerra arancelaria China-EEUU ha sido que Tesla montó una fábrica en Shanghái que en menos de un año ya estaba en marcha. En el mundo de la moto, tanto Harley-Davidson como Indian fueron afectados por la respuesta de la UE a sus políticas arancelarias, ¿resultado? Han movido producción fuera de EEUU.
Las políticas proteccionistas de Trump pretendían que hubiese más producción interna, el «America First»
No todo puede decirse que sea malo, el nuevo acuerdo comercial con Méjico y Canadá (T-MEC) ha implicado que no se puedan vender en EEUU coches fabricados con sueldos inferiores a los de EEUU desde sus países vecinos. El duplicar o triplicar salarios de trabajadores, aunque sigue saliendo a cuenta, acaba pagándolo el consumidor estadounidense de una forma o de otra.
Qué decir de Boris Johnson, que si bien su mandato no ha acabado precisamente, pasa a la historia como el dirigente que ha consumado que Gran Bretaña vuelva a ser un archipiélago con frontera, en vez de un país europeo más. Desde luego no parece haber sido un buen negocio para los británicos, demagogia aparte. Se ha roto una racha de crecimiento que duraba años.
Boris Johnson tomó el relevo de la Premier Theresa May en 2019
En lo referido al automóvil, los precios acabarán subiendo. Aunque se ha pactado con la Unión Europea un 0% de aranceles para mercancías, los controles aduaneros y el papeleo han vuelto. Cada vehículo que cruce el Canal de la Mancha hacia Europa debe venir con certificación de los estándares de la UE. Cada uno. Eso produce retrasos en la logística y costes añadidos.
Eso, por no mencionar que para evitar interrupciones en el trabajo de las fábricas hace falta trabajar con más stock de piezas, lo que choca con la metodología «just in time». Honda determinó que no le salía a cuenta seguir así, y este año cerrará su planta de Swindon. No fue el único motivo, pero sí uno de los principales. Y exportar vehículos al Reino Unido es más complicado, algo malo para un país exportador como el nuestro.
Johnson pretende estimular la transformación de la industria británica del motor a través de una anticipada electrificación, a diferencia de Trump, que prefirió desligarse de la reducción mundial de emisiones del Acuerdo del París. Al menos sabemos que su sucesor, Joe Biden, corregirá esa anomalía normativa que acabaría lastrando la competitividad del «Big Three» de Detroit (GM, FCA y Ford). Por cierto, FCA se fusionará con PSA, formando Stellantis.
En EEUU esos tres fabricantes estuvieron cerca de quebrar en 2009, y en el Reino Unido todos los grandes están en manos de capital extranjero. La supervivencia de esas empresas está ligada con su competitividad, no con el proteccionismo. Cuando se les quitó la red de seguridad, el cataclismo quedó cerca.
Sirva el legado de estos dos hombres como un manual de instrucciones de lo que no debe hacerse, aunque también puede leerse en un libro de 1º de Economía. Visto lo visto, el populismo no ha sido algo positivo para la industria del automóvil, desde luego no para la estadounidense ni la británica. Habría que tomar nota de eso para no repetir errores en el futuro.
Las recetas que más han ayudado a esta industria han sido apostar por la innovación y ser líderes en tecnología, fabricar donde es más eficiente y cerca de los clientes, derribar barreras arancelarias, comercio libre, apostar por el respeto al medio ambiente, unificar normativas y gamas, facilitar la adquisición de talento allá donde esté... en resumen, más globalización.
Y respecto a lo que no funciona, poner barreras a la competencia (acaba llegando, de una forma o de otra), levantar aranceles o impedir importaciones, limitar las opciones del consumidor, un nacionalismo que pierde las conexiones con la realidad y dificultar la labor de los fabricantes que quieren ir más allá. El populismo y el automóvil se llevan mal también en otros países, y sin ir muy lejos, España es un ejemplo de ello.
Si incluso el régimen chino está apostando por las recetas que funcionan y está abandonando las que no funcionan, debería ser un aviso para navegantes. Tras décadas de protección de «papá Estado», China está empezando a soltar a sus fabricantes locales, ya «mayores de edad», para que compitan con las grandes. Y que sobrevivan los que son competitivos, los demás... que se apañen.