El origen del Camaro ZL1, el muscle car más exclusivo y que Chevrolet fabricó por casualidad
El recién presentado Camaro ZL1 esconde tras sus siglas toda una leyenda de los muscle car, el origen de un modelo que no debería haber existido pero que se convirtió en el más raro, radical y poderoso de toda la historia de los muscle cars.
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Publicado: 24/05/2016 09:00
Este año se cumplirá el 50º aniversario del nacimiento del Chevrolet Camaro. Desarrollado para dar respuesta al éxito del Ford Mustang, en Chevrolet preparaban el que a la postre sería su más directo competidor, basándose como en Ford en un modelo compacto, para lo cual en General Motors creaban la plataforma F. Esta nueva plataforma, preparada para los Chevrolet Camaro y Pontiac Firebird, nacidos con solo unos meses de diferencia, derivaba en parte de la plataforma X que empleaba GM en sus modelos de pequeño tamaño, de ahí que históricamente esté asumido que el Camaro es un derivado del económico Chevy Nova.
Si bien es cierto que el Camaro fue una apuesta sin riesgos por parte de General Motors, ya que en el seno de algunos departamentos de I+D de GM trabajaban incluso en alternativas biplazas de motor central para atacar al Mustang, la realidad es que el Camaro terminó siendo un acierto. Dando lugar, como en el caso del Mustang, a toda una generación de modelos que iban desde las tipologías pony car (modelos de imagen deportiva pero asequibles) hasta los muscle car, modelos de dos puertas y al menos cuatro plazas de muy alto rendimiento.
Durante su larga vida y salvando la interrupción de su comercialización de 2002 a 2010, el Camaro ha gozado de seis generaciones, con numerosas y atractivas versiones como es el caso de la última en ser presentada, el nuevo y salvaje Camaro ZL1 2017. Equipado con el mismo motor LT4 V8 sobrealimentado de 650 CV que podemos encontrar en el Corvette Z06 C7, el Camaro ZL1 es la versión más potente y deportiva de la historia del modelo, ensombreciendo incluso a las versiones básicas del Corvette, que no dispone de más de 460 CV (339kW).
Aunque muchos esperábamos que esta nueva versión deportiva del Camaro retomara el nombre Z-28, designación histórica para las versiones más potentes, en Chevrolet empleaban el mismo patrón que con la anterior generación del modelo. Rescatando la denominación ZL1 para la versión de calle más potente y reservando las siglas Z-28 para la versión optimizada y orientada para pista, variante que actualmente está ultimando sus pruebas en circuito previas a su lanzamiento.
Por lo que hasta la llegada del nuevo Z-28 2018, la versión que coronará en solitario el catálogo del Camaro será el ZL1. Unas siglas que si bien tienen poca tradición dentro del linaje del modelo, su origen es una de las historias más insólitas del mundo del motor americano.
En los años sesenta, General Motors prohibía a sus marcas cualquier programa destinado a competición. Lo que provocaba por un lado que los departamentos de ingeniera se orientaran a las versiones deportivas de calle, en el caso de Pontiac creando el icónico GTO que dio lugar a la era de muscle cars, y por otro que las implicaciones de las distintas marcas con iniciativas deportivas fuera con equipos privados, en muchos casos casi equipos oficiales con apoyo de fábrica, como fue el caso de los exitosos Chaparral.
Estos equipos se nutrían de componentes comprados directamente a General Motors, como es el caso de los motores. Mecánicas desarrolladas específicamente para la competición, disponibles para todo aquel equipo que deseara hacerse con ellas.
Este fue el caso del motor ZL1, una versión fabricada completamente en aluminio del motor L88 427 convencional, resultando ser un enorme V8 de 7.0 litros que superaba los 500 CV pero con el peso de un motor small block estándar de 5.4 litros.
Esta mecánica era la empleada precisamente por Chaparral con sus exitosos e innovadores modelos de competición de finales de los sesenta, un equipo que si bien oficialmente era privado, bajo cuerda tenía ingentes cantidades de apoyo y tecnología directamente desde General Motors.
Este motor, que oficialmente tenía unos 440 CV pero que era bien sabido disponía de potencias superiores a los 500 caballos, no estaba creado para la calle y Chevrolet jamás pensó usarlo para animar un modelo de producción y mucho menos bajo el capó delantero de un en teoría económico Camaro. Pero un distribuidor de Chevrolet no compartía esa opinión.
La historia cuenta como Fred Gibb, propietario del concesionario Gibb Chevrolet, se aliaba en 1968 con Dick Harrell, experimentado piloto de Drag Races y preparador, para desarrollar una serie especial del Camaro con el impresionante motor ZL1 creado exclusivamente para competición, con vistas a participar en el campeonato de la National Hot Rod Asociation. Ambos, conocedores del funcionamiento del programa COPO cuya misión es la de poder crear pedidos especiales fuera de la producción habitual de fábrica, pensaron que introducir esta mecánica destinada a competición, mucho más cara que el resto de motores disponibles, en un modelo como el Camaro les daría el arma definitiva para la siguiente temporada de la NHRA.
Aunque no lo pueda parecer, montar esta mecánica en un bastidor como el Camaro era simplemente inconcebible en ese momento. Ya que si un Camaro en su especificación más básica costaba poco más de 2.600 dólares de la época, el precio del bloque ZL1 superaba los 4.150 dólares. Es decir, el valor de esa mecánica era un 60 por ciento más caro que el de un Camaro completo con su mecánica de serie incluida.
Si esto puede sonar descabellado, lo más increíble es que a pesar de que el motor ZL1 no había sido diseñado para tener cabida en un automóvil de calle, finalmente, Chevrolet aceptó el pedido como una orden COPO más, poniendo como único condicionante un pedido mínimo superior a las 50 unidades. Así fue como nacieron los primeros 69 Camaro ZL1 de la historia, como la versión más rara, salvaje y potente de la historia del pony car de Chevy.
De hecho, hasta la presentación en 2011 del Camaro ZL-1 de quinta generación, Chevrolet no había vuelto a fabricar un Camaro más potente que el ZL1 original de finales de los sesenta. Es más, la cuarta generación del modelo dispuso de una edición especial denominada también ZL1, pero que con sus escuetos 400 CV no superaba siquiera la potencia oficial de su antecesor, nacido tres décadas y media antes.
Chevrolet fabricó finalmente 69 unidades del ZL1 en total, partiendo de lo que originalmente eran Camaro SS, a los que sustituyeron la mecánica original y los acabados correspondientes a la versión, por lo que salieron de fábrica como cualquier otro Camaro equipado con un motor 427, con una estética extremadamente simplista, que irónicamente se veían menos deportivos que las versiones regulares del Camaro con los paquetes RS y SS. De estos, 50 ejemplares llegaron al concesionario de Fred Gibb, que solo fue capaz de vender 13 de ellos.
Lo cual es lógico teniendo en cuenta que con un precio que sobrepasaba por poco los 7.200 dólares costaba cerca del triple de lo que costaba un Camaro base de seis cilindros y más del doble que la versión regular más potente y cara de la gama, el Camaro Z-28, cuyo precio estaba entre los 3.500 y los 3.600 dólares.
Finalmente, de los 69 fabricados, unos 20 ZL1 fueron a parar a manos de equipos privados, Chevrolet Gibb tuvo que ceder a otros concesionarios unos cuantos ejemplares y es sabido que cerca de una docena de unidades fueron desmontadas para poder vender el motor por separado. Los últimos 30 ZL1 no encontraron dueño y fueron devueltas a Chevrolet, que tardó unos años más en lograr venderlos.
Pero el fiasco comercial no empañó jamás la leyenda del ZL1, uno de los más exclusivos y poderosos muscle cars. Cuyos escasos ejemplares alcanzan hoy día precios estratosféricos en subastas, en las raras ocasiones que se logra ver a uno de estos disponible para la venta.