Las causas de la gran crisis del automóvil en Europa y por qué la recuperación es cada vez más improbable
La industria automovilística europea se enfrenta a su peor crisis en décadas, con altas pérdidas, competencia china y un frenazo en la electrificación. Descubre las causas de este declive y por qué el futuro del sector es cada vez más incierto.
La industria automotriz europea, una piedra angular de la economía del continente, atraviesa una crisis que podría redefinir su futuro.
Según datos del Parlamento Europeo, este sector emplea directamente a 2,6 millones de personas y, contando sus vínculos indirectos, afecta a 13,8 millones de empleos, representando el 6,1 % del total en la Unión Europea (UE).
Además, contribuye con el 8 % del valor añadido manufacturero de la región y cuenta con 255 plantas de producción que ensamblan vehículos y fabrican motores y baterías.
Sin embargo, la tormenta de cambios estructurales, económicos y geopolíticos ha dejado a esta industria en una posición vulnerable, con signos de recuperación cada vez más inciertos.
Sólo uno de los 15 modelos más vendidos a nivel global es europeo
Un sector estratégico y desigual en Europa
La importancia de la industria automotriz no es uniforme en toda la UE. En países como Alemania, Eslovaquia, Rumanía, Hungría, Suecia y la República Checa, el sector representa más del 10 % del empleo manufacturero total.
Una circunstancia que hace que estos países, con una fuerte dependencia de la producción automotriz, deban asumir impactos económicos desproporcionados frente a la crisis.
Este sector ha sido históricamente un motor de innovación y desarrollo, pero también es extremadamente complejo. La industria depende de una intrincada red de cadenas de suministro transfronterizas, que incluye a miles de pequeñas y medianas empresas especializadas.
Los cambios actuales en la industria están afectando gravemente a estos actores, debilitando aún más el ecosistema industrial europeo.
La transición hacia los vehículos eléctricos: un arma de doble filo
El compromiso de la UE con la neutralidad climática ha llevado a establecer que todos los vehículos nuevos vendidos a partir de 2035 sean de cero emisiones. Es decir, que la tecnología de motores de combustión, incluidas sus variantes híbridas, tienen fecha de caducidad y, por tanto, han dejado de ser rentables en lo que a inversión y desarrollo respecta.
Este ambicioso objetivo ha puesto a la electrificación en el centro de las estrategias de los fabricantes. En 2023, los vehículos eléctricos representaron el 18 % de las ventas mundiales de automóviles, un crecimiento significativo desde el 2 % en 2018. En la UE, la cuota de coches eléctricos de batería casi se triplicó entre 2020 y 2023.
Sin embargo, la industria europea ha visto como, desde hace meses, dicho crecimiento se ha ralentizado de forma preocupante, poniendo en riesgo inversiones multimillonarias y una apuesta ‘all in’ al coche eléctrico.
Además, Europa tiene que superar desafíos importantes en este cambio de paradigma. Los vehículos eléctricos dependen en gran medida de las baterías de iones de litio, un mercado dominado por China, que controla no sólo la fabricación, sino también el procesamiento de materias primas clave como el litio, el cobalto y el níquel.
La sombra de China
China lidera la producción de baterías, pero no es el único mercado que prácticamente monopoliza. También ha emergido como un gigante en la fabricación de vehículos eléctricos.
En 2023, las importaciones de automóviles desde China a la UE aumentaron un 40 %. Además, las empresas chinas están capturando mercados globales, exportando vehículos competitivos a precios significativamente más bajos que los de los fabricantes europeos.
Esto ha llevado a la UE a tomar medidas. En 2024, se implementaron aranceles de hasta el 35,3 % sobre los vehículos eléctricos chinos para contrarrestar las subvenciones del gobierno de ese país. Sin embargo, estos esfuerzos pueden no ser suficientes para revertir la pérdida de competitividad.
Problemas internos
Mientras China avanza, los fabricantes europeos están ocupados intentando superar sus propias barreras internas.
Sólo uno de los 15 modelos más vendidos a nivel global es europeo. Además, los altos costes de producción (un 30 % superiores a los de China), la falta de infraestructura de recarga adecuada y el elevado precio de los vehículos eléctricos han frenado su adopción.
En septiembre de 2024, las matriculaciones de coches eléctricos en la UE cayeron un 43,9 % respecto al año anterior, evidenciando una desaceleración preocupante.
El impacto de los costes y la incertidumbre económica
La industria automotriz europea está siendo asfixiada por factores económicos y geopolíticos. Los elevados costes energéticos y laborales, combinados con la ralentización económica, han debilitado su capacidad de competir.
A esto se suma la incertidumbre generada por las políticas industriales de otras potencias, como la Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos, que atrae inversiones extranjeras con incentivos fiscales.
Las tensiones geopolíticas también han interrumpido cadenas de suministro clave. La pandemia y la guerra en Ucrania evidenciaron la vulnerabilidad de Europa ante la falta de materias primas esenciales y componentes como semiconductores.
Esta dependencia está agravando los problemas de producción, retrasando la transición tecnológica y aumentando los costes.
Una ola de cierres y despidos
Las consecuencias de esta crisis ya son palpables. Desde 2023, grandes empresas han anunciado cierres de plantas y despidos masivos:
- Stellantis cerrará su fábrica de furgonetas en Inglaterra, poniendo en riesgo 1.000 empleos.
- Ford reducirá 4.000 puestos de trabajo en Europa, principalmente en Alemania y Reino Unido.
- Valeo y Michelin han confirmado recortes de empleo y cierres de plantas en Francia.
- Volkswagen ha amenazado con despidos masivos y la venta de instalaciones debido a la baja demanda de sus vehículos eléctricos de alta gama.
Estas decisiones están erosionando el empleo en regiones altamente dependientes de la industria automotriz, amplificando el impacto económico y social de la crisis.
El caso de Alemania
Alemania ilustra con crudeza la profundidad de la crisis que atraviesa la industria automotriz europea. Volkswagen, el mayor fabricante de coches del país, ha encendido todas las alarmas al amenazar con cerrar plantas en suelo alemán, una medida sin precedentes en sus 87 años de historia.
Este escenario desolador refleja un sector acosado por problemas estructurales, desde la competencia internacional hasta un mercado interno debilitado.
En una nación donde la industria del automóvil representa el 11 % del empleo manufacturero, las consecuencias de estos cierres serían devastadoras. Proveedores como Bosch, Continental o ZF Friedrichshafen también han anunciado recortes significativos, con miles de empleos en juego.
A esta crisis laboral se suma un contexto político inestable, con el gobierno alemán paralizado tras la caída de la coalición gobernante y con elecciones anticipadas previstas para febrero.
Volkswagen: símbolo de los desafíos alemanes
La situación de Volkswagen es paradigmática de los problemas a los que se enfrenta la industria. Su apuesta temprana por la electrificación resultó costosa y plagada de retrasos, lo que permitió a competidores como Tesla y BYD ganar ventaja en el mercado.
Además, la dependencia de China, su principal mercado, ha pasado de ser una fortaleza a convertirse en una debilidad, dado el desplome de las ventas en la región.
Thorsten Gröger, negociador principal del sindicato IG Metall, ha advertido sobre posibles huelgas masivas si las negociaciones con la dirección de Volkswagen fracasan.
Las tensiones laborales coinciden con un clima político tenso, donde las herramientas habituales, como los subsidios para coches eléctricos o incentivos fiscales, parecen insuficientes para abordar los problemas de fondo.
El impacto de los cambios globales
La guerra en Ucrania, la transición energética y el auge del proteccionismo han alterado radicalmente el comercio global que sustentaba el modelo exportador alemán.
Según Robert Habeck, ministro de Economía, los desafíos actuales son más profundos de lo que se reconoció en decisiones políticas pasadas.
El impacto de esta crisis va más allá de Volkswagen y de Alemania. Como señaló Gröger, la resolución de los problemas de la compañía será un ejemplo de cómo Europa puede afrontar los retos del futuro industrial.
Sin embargo, la falta de acción concreta y la creciente frustración laboral auguran un camino lleno de obstáculos para la industria automotriz alemana y, por ende, para la economía europea.
¿Qué se necesita para revertir la situación?
El reciente Informe Draghi insta a adoptar un plan industrial específico para la automoción, que incluya:
- Reducción de costes: implementar medidas para disminuir los costes energéticos y laborales.
- Automatización y tecnología: invertir en digitalización y automatización para mejorar la competitividad.
- Infraestructura de recarga: acelerar el desarrollo de redes de carga para vehículos eléctricos.
- Proyectos de interés común: promover iniciativas paneuropeas en áreas como vehículos autónomos y reciclaje de baterías.
Además, el informe destaca la importancia de revisar las normativas de emisiones antes de 2025 para dar a los fabricantes tiempo suficiente para adaptarse.
La crisis del automóvil en Europa es un síntoma de problemas estructurales que no pueden resolverse con medidas superficiales.
Sin una estrategia integral que abarque innovación, costes y sostenibilidad, la industria corre el riesgo de ser eclipsada por competidores más ágiles y con menor carga regulatoria. Esta transición no sólo define el futuro de la movilidad, sino también el lugar de Europa en la economía global.
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