Coche eléctrico: ¿cómo ayuda al medio ambiente?
La movilidad eléctrica ha llegado para quedarse con la sostenibilidad por bandera y el fuerte apoyo de las administraciones y gobiernos como aval. Pero, ¿es realmente el coche eléctrico la respuesta a la crisis medioambiental del planeta?
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Publicado: 29/07/2021 16:45
No cabe duda de que nuestro planeta sufre una crisis medioambiental que la humanidad no puede ignorar. En dicho contexto trasladado a la industria de la automoción, las administraciones y gobiernos han impulsado la movilidad eléctrica a través de normativas y leyes anticontaminación que arrinconan cada vez más los vehículos con motor térmico y combustibles fósiles.
El gran beneficiado de ello es el coche eléctrico, que experimenta un impulso sin precedentes y abandera la lucha contra el cambio climático desde el punto de vista del transporte. Pero, ¿cuánto de cierto hay en que el coche eléctrico es beneficioso para el medio ambiente? ¿Puede considerarse realmente ecológico o no es más que el mismo perro con distinto collar? Vamos a intentar dar respuesta a estas complejas preguntas.
Los beneficios de un coche eléctrico frente a uno de combustión interna
A la hora de determinar las ventajas medioambientales que genera un coche eléctrico frente al tradicional térmico o de combustión interna, algunas son muy obvias y otras no tanto.
Cero emisiones mientras conduces
Las ciudades están intensamente pobladas de vehículos que emiten gases y partículas contaminantes a través del tubo de escape, lo que sin duda juega en contra de sus habitantes e incluso genera un mayor deterioro en las infraestructuras que conforman la urbe.
El proceso de fabricación de un vehículo eléctrico es, en esencia, el mismo por el que pasa un coche tradicional
Un coche eléctrico genera cero emisiones mientras está en funcionamiento, por lo que es obvio que la ciudad y los habitantes que viven en ella salen ganando en este sentido, ya que estará más libre de humos y disfrutará de un aire más limpio.
Menor contaminación acústica
Además, el vehículo eléctrico genera mucho menos ruido, ya que no existe un motor térmico en funcionamiento y lo único que escucharemos será el leve zumbido del motor eléctrico, así como el rozamiento de los neumáticos contra el asfalto y del aire contra la carrocería.
No cabe duda, de cara al día a día en una ciudad, esto se traduce en mayor calidad de vida para sus habitantes.
Menor uso de líquidos contaminantes
Otra de las características de un coche eléctrico es su reducido mantenimiento, pues al no contar con un motor térmico se prescinde de muchos elementos mecánicos y piezas móviles que precisan de cuidados y sustitución.
Esto implica también un menor número de líquidos contaminantes como son los aceites o los refrigerantes, elementos imprescindibles en un propulsor tradicional y que deben ser desechados según estrictos protocolos para reducir su impacto en el medio ambiente.
¿Quieres saber más sobre las cualidades de un coche eléctrico? No te pierdas nuestro artículo al respecto.
Mayor eficiencia energética
Mientras que un motor térmico llegará en el mejor de los casos a un 50% de eficiencia energética, el motor eléctrico supera ampliamente esa cifra y es capaz de aprovechar hasta el 90% de la energía que es capaz de generar.
Esto se debe a que el motor de combustión pierde energía durante el proceso de emisión de calor, rozamiento entre las piezas o procesos subóptimos derivados de la combustión. En cambio, el motor eléctrico no sólo prescinde de dichos procesos intermedios, sino que además cuenta con sistemas regenerativos capaces de recuperar energía.
¿Menores emisiones durante la fabricación y recarga?
Este punto es algo más delicado y, sobre todo, menos obvio. Y es que el proceso de fabricación de un vehículo eléctrico es, en esencia, el mismo por el que pasa un coche tradicional. La extracción de los materiales, su moldeado, mecanizado, ensamblaje, etc, son comunes a ambas tecnologías y por tanto, de impacto análogo a nivel medioambiental.
En cuanto a la recarga, las diferencias pueden ser notorias, pero sólo dependiendo de la fuente original de la energía.
En el caso de los motores térmicos, el combustible se obtiene a partir de la extracción del petróleo, su posterior proceso de refinado y, finalmente, el transporte del producto final a las estaciones de servicio. Todo este proceso genera unas considerables emisiones contaminantes que no se pueden desdeñar.
Lo que ocurre es que pasa exactamente lo mismo en el caso de un vehículo eléctrico, pues la electricidad puede obtenerse de muchos modos, bastantes de ellos también contaminantes. Digamos que, en el caso del eléctrico, la contaminación no se produce durante el uso del vehículo, pero sí durante el proceso de fabricación y recarga del mismo.
Para reducir dicha huella contaminante se ha creado la llamada recarga verde, que consiste en generar electricidad a partir de fuentes de energía renovables como pueden ser la eólica o solar, entre otras. Sin duda este sistema será de gran ayuda a la hora de reducir el impacto negativo del coche eléctrico en el medio ambiente, pero en ningún caso podremos considerar que este es 100% verde.
La fabricación y el reciclaje de las baterías
Finalizamos este análisis con uno de los asuntos más peliagudos del coche eléctrico desde el punto de vista medioambiental: ¿qué pasa con las baterías?
Comenzando con la extracción y procesamiento de los minerales necesarios para fabricar las baterías, dicho proceso suma inevitablemente emisiones contaminantes que según diversos estudios pueden llegar a superar el doble de las necesarias para un coche de combustión interna. Dato que la Agencia Europea de Medio Ambiente basa en el uso de hasta cuatro veces más cantidad de cobre, así como níquel y otros minerales.
Esto se potencia en muchos casos ante la necesidad de fabricar carrocerías y chasis más ligeros para compensar el peso adicional de las baterías de un coche eléctrico, lo que en muchos casos obliga a los fabricantes a recurrir al aluminio, la fibra de carbono o materiales compuestos.
El cobalto y el litio son otros materiales imprescindibles para la fabricación de una batería. La producción mundial de estos minerales proviene en su mayoría de países subdesarrollados y políticamente inestables como el Congo, lo que genera un caldo de cultivo ideal para la especulación de fondos de inversión y otras empresas.
El reciclaje de las baterías, asignatura pendiente
La vida útil de una batería de coche eléctrico ronda los 10 años y la intensidad y corrección en su uso puede reducir drásticamente su capacidad, lo que incide negativamente en la autonomía del vehículo. En cualquier caso, tarde o temprano las baterías deberán ser sustituidas por otras, derivándose a otros cometidos o reciclándose sus componentes.
En el primer caso, ya existen programas de segundo uso de las baterías de coches eléctricos que ya no sirven para cubrir las exigencias de un vehículo pero sí para atender otras necesidades.
Por ejemplo, Audi utiliza un sistema de almacenamiento estacionario compuesto por 700 baterías interconectadas en su planta de Ingolstadt (Alemania). La combinación de baterías viejas y nuevas permite almacenar energía solar y eólica generada en la planta, que posteriormente es utilizada para alimentar la producción.
Etecnic reutiliza las baterías usadas para almacenar la energía fotovoltaica generada en estaciones de servicio. También es posible suministrar energía para el alumbrado público, generar respaldo para el funcionamiento de un parque eólico o dotar de energía a edificios y hogares.
Uno de los casos de más impacto mediático es el del Johan Cruyff Arena de Países Bajos. El estadio utiliza baterías reutilizadas provenientes de vehículos eléctricos Nissan Leaf que, junto a 4.200 paneles solares, se encargan de suministrar energía al estadio. Esto le convierte en el centro de almacenaje de energía más grande de Europa.
Gracias a ello, estas baterías pueden alcanzar una vida útil total de más de 20 años, pero tarde o temprano quedarán inservibles y habrá que hacer algo con ellas. Según un análisis de Recyclia, Ecopilas y Recyberica Ambiental, el 70% de los productos de una batería eléctrica se puede reutilizar en nuevos productos, y por eso, en los últimos años, están aflorando empresas especializadas en estos tratamientos.
Esto nos lleva al segundo método; el reciclaje, que se puede hacer por tres vías principales: pirometalurgia, hidrometalurgia o desmontaje.
Para conseguir una tonelada de litio hacen falta 250 toneladas de litio o 750 toneladas de salmuera rica en litio
Empresas como Umicore queman y muelen las baterías, recuperando posteriormente el níquel, el cobalto y el cobre para su posterior reutilización. El problema es que otras materias primas como el litio, el aluminio y el grafito se pierden en este proceso.
La empresa alemana Duesenfeld opta por otro método, que consiste en triturar las baterías bajo nitrógeno. Con este sistema se pueden recuperar hasta el 96% de los componentes, reduciéndose además en un 40% las emisiones de CO2 para la producción de nuevas baterías en comparación con una unidad de fabricación completamente nueva.
Otro método, mucho más minucioso y caro, pero muy efectivo, es el de desmontar las baterías para recuperar todos sus elementos. Este método requiere mucha mano de obra y tiempo, aunque ya se investiga con un sistema de ondas de choque en un tanque de agua para acelerar el proceso.
El reciclado no es sólo una cuestión medioambiental. Y es que para conseguir una tonelada de litio hacen falta 250 toneladas de litio o 750 toneladas de salmuera rica en litio. Mientras que para conseguir una tonelada de litio a partir de baterías recicladas hacen falta 250 baterías.
La hidrometalurgia, por el contrario, implica sumergir los materiales de la batería en baños de ácido, produciendo una sopa cargada de metal. Sin embargo, tanto esta alternativa como la pirometalurgia producen una gran cantidad de desechos y de gases de efecto invernadero.
Todo esto nos lleva al dato final: los estudios de la Agencia Europea de Medio Ambiente afirman que el impacto de todo el ciclo de vida de un vehículo eléctrico cargado con energía eléctrica convencional redunda en una reducción de alrededor del 20% para los coches diésel y cerca de un 30% en relación a los gasolina. Si la recarga se produce con energía proveniente de fuentes renovables, esta cifra puede incluso llegar al 90%, afirma la citada agencia.
Con el mix eléctrico medio actual presente en España, un vehículo con motor de combustión emite una media de 143 gramos de CO2 por kilómetro, mientras que uno eléctrico emite entre 60 y 76 gramos, es decir, entre un 47% y un 58% menos según el estudio.
Está claro que en todo lo relacionado con el vehículo eléctrico queda aún mucho margen de mejora, empezando por la fuente de la energía eléctrica necesaria para su uso o el reciclaje de las baterías. Aún así, los datos indican que la movilidad eléctrica es un buen paso en la dirección correcta para reducir las emisiones contaminantes y mejorar la calidad de vida en las ciudades. ¿Es la solución a todos los problemas del planeta? Ni de lejos. Eso también es evidente.
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