El coche eléctrico tiene un sucio secreto. Afortunadamente, han encontrado el modo de acabar con él
Los coches eléctricos prometen un futuro libre de emisiones, pero sus baterías esconden un problema: sustancias químicas eternas que contaminan el medioambiente. Una innovadora tecnología podría solucionar esta amenaza, haciendo la movilidad sostenible realmente respetuosa con el planeta.
La movilidad eléctrica ha sido aclamada como la clave para un futuro más limpio, pero las baterías de iones de litio, el corazón de estos vehículos, plantean un gran reto ambiental.
Entre sus componentes se encuentran los bis-perfluoroalquil sulfonimidas (bis-FASIs), unas sustancias conocidas como «químicos eternos» porque no se descomponen con el tiempo. Una vez liberadas en el ecosistema, estas sustancias persisten indefinidamente, contaminando suelos y aguas.
Un estudio publicado en Nature Communications reveló que los bis-FASIs han sido detectados en el entorno de instalaciones químicas en más de 80 ubicaciones de Estados Unidos y Europa, así como en vertederos de Carolina del Norte. Estas sustancias probablemente provienen de baterías desechadas, de las cuales sólo un pequeño porcentaje se recicla actualmente.
El verdadero potencial del coche eléctrico sólo se alcanzará si sus baterías son tan limpias como prometen ser
La preocupación crece a medida que países como China, pioneros en la adopción de vehículos eléctricos, afrontan la primera ola de baterías que necesitan ser reemplazadas o eliminadas.
Además, aunque los efectos de los bis-FASIs en humanos y animales aún no están claros, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos ha relacionado otras sustancias similares con un mayor riesgo de cáncer, obesidad y retrasos en el desarrollo infantil.
Una solución innovadora
Ante esta situación, empresas como GRST (Green, Renewable and Sustainable Technology Holdings) están liderando una revolución en la fabricación y el reciclaje de baterías.
Fundada en 2015, esta startup de Hong Kong ha desarrollado un compuesto aglutinante soluble en agua que elimina el uso de PFAS (sustancias perfluoroalquiladas) en las baterías y simplifica su reciclaje.
Su tecnología permite disolver los componentes en agua, lo que facilita la extracción de materiales indispensables como el litio, el cobalto y el níquel, reduciendo los costes y aumentando la eficiencia. No en vano, el reciclaje de baterías tradicional implica altas temperaturas o soluciones ácidas o alcalinas fuertes para extraer estos valiosos y finitos elementos.
GRST también ha demostrado que su método no compromete el rendimiento de las baterías, garantizando una vida útil y ciclos de carga comparables a las tecnologías actuales. Este enfoque más ecológico ha sido reconocido con el Earthshot Prize, un prestigioso premio medioambiental.
Otras empresas también están contribuyendo al cambio. Por ejemplo, Nanoramic Laboratories, un proyecto del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), está trabajando en baterías sin PFAS con el apoyo de General Motors. Asimismo, Ateios Systems está desarrollando la primera batería de óxido de cobalto de litio recargable sin PFAS.
Hacia una verdadera economía circular
El impacto positivo de estas tecnologías va más allá del reciclaje. GRST afirma que el material reciclado de sus baterías, conocido como «masa negra», es de mayor pureza, lo que facilita su reutilización en nuevos productos. Este enfoque podría aumentar el margen de reciclaje hasta en un 10 % respecto a los procesos actuales.
GRST ya está colaborando con fabricantes en China y busca expandirse a Europa, donde las normativas de 2023 exigen mayores estándares de reciclaje y reducción de emisiones de carbono. Su tecnología podría jugar un papel crucial para cumplir con estos objetivos.
El avance de estas soluciones es una buena noticia para la sostenibilidad. Si bien los coches eléctricos son esenciales para reducir las emisiones de carbono, su verdadero potencial sólo se alcanzará si sus baterías son tan limpias como prometen ser.
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