Europa sólo tiene una única alternativa para frenar a China y está empezando a darse cuenta de ella

La Unión Europea no tiene muy claro qué es lo que está pasando, pero todos lo sabemos. Sus políticas medioambientales están matando la industria del automóvil, pero todavía hay una opción para evitar la conquista china.

Europa sólo tiene una única alternativa para frenar a China y está empezando a darse cuenta de ella
Los combustibles sintéticos o electrónicos no suponen ninguna amenaza para el medioambiente.

13 min. lectura

Publicado: 16/02/2025 10:00

Rectificar es de sabios, o al menos eso es lo que se dice. Es más que evidente que Europa se ha equivocado en su estrategia de protección ambiental. Salvar el planeta es un objetivo que todos tenemos que interiorizar, pero hay muchas formas para proteger el medioambiente. La opción europea no parece la mejor, ni mucho menos. Los 720 parlamentarios europeos han tomado un rumbo que afecta a más de 600 millones de personas y a millones de compañías. Todos estamos sufriendo unas políticas mal ejecutadas que amenazan con destruir el estado natural de la unión.

Sólo hay que echar un vistazo a la actualidad de la industria del automóvil para darse cuenta de la gran debilidad que atraviesan la mayoría de las marcas en Europa y en el mundo. Despidos, recortes, ajustes, paradas de producción, escasez de pedidos... Es el pan nuestro de cada día de un sector que representa más de 10% del PIB de la zona euro. Europa siempre ha sido el punto de referencia de la industria del automóvil, pero desde hace años se arrastra por el mundo intentando dar caza a una tecnología que no dominamos y que está a punto de devorarnos. Sí, me refiero al coche eléctrico.

Los e-Fuel son la única opción sostenible para desprenderse de las garras chinas.

Si bien el coche eléctrico es lo mejor que le ha pasado al planeta, desde un punto de vista ecológico y verde, es lo peor que le ha pasado a la sociedad. Los coches impulsados con baterías alteran el estado natural de la sociedad. Un coche es, por definición, un producto de lujo. Un producto que con el paso del tiempo pierde valor y que pasados los años debemos renovar. Es la segunda compra más cara en la vida de un ciudadano medio. Los coches eléctricos son más baratos que sus colegas de combustión, o al menos lo eran. El precio de los eléctricos no ha bajado, los que se han encarecido considerablemente son los térmicos

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El Viejo Continente ha controlado durante décadas el desarrollo de motores de combustión. Sólo los japoneses han conseguido igualar la eficiencia de los motores desarrollados en Alemania, Francia o cualquier otro país de Europa. Somos líderes en eficiencia y en reducción de emisiones y consumos, pero de la noche a la mañana, 720 parlamentarios europeos consideraron que las décadas de evolución no servían para nada. La única solución para salvarnos del tan repetido apocalipsis es el coche eléctrico. No había discusión. Una tecnología que estamos lejos de dominar y que nos hace tremendamente vulnerables al extranjero, principalmente a China.

La inversión en I+D se ha centrado en una tecnología que ni siquiera dominamos.

Estados Unidos tiene su pequeño reducto eléctrico humanizado en la figura de Tesla. Los coches de Elon Musk se han convertido en la referencia del mundo, pero incluso ellos empiezan a sentir el aliento de los fabricantes chinos. Hoy es posible comprarse un coche diésel fabricado en Europa y recorrer más de 1.400 kilómetros sin parar a repostar. No es una fantasía, yo lo he hecho a bordo de un Passat diésel. Hoy, en cambio, anunciamos hasta 1.200 kilómetros de autonomía (muy ficticia) para algunos superhíbridos procedentes de China. Los chinos serán buenos en materia de electrificación, pero en lo que a combustión se refiere están años, décadas, por detrás.

Los motores de combustión chinos ni siquiera pueden acercarse al grado de refinamiento y ahorro de un motor europeo. No sólo es que no puedan, es que ni quieren. No les interesa. China ha centrado el tiro en el coche eléctrico y en las tecnologías que lo acompañan, como las baterías. Entre los 10 mayores fabricantes de baterías del mundo más de la mitad son chinos. CATL y BYD dominan más del 50% del mercado global. En Europa sólo hay un fabricante de baterías, Northvolt, y acaba de presentar la quiebra tras miles de millones de euros en inversiones y subvenciones. Por más que lo intentemos, Europa nunca va a poder alcanzar a los chinos. No al menos sin invertir ingentes cantidades de dinero, algo que no parecen muy decididos a hacer.

Empresas como Repsol ya tienen proyectos en marcha para la producción de combustibles sintéticos.

El Informe Draghi sobre competencia europea asegura que los países miembros deben invertir cientos de miles de millones de euros para igualar la competitividad de China. 800.000 millones de euros al año o perderemos una batalla que ya está perdida, ¿o no? Europa, Bruselas y sus parlamentarios deben darse cuenta que si invertimos X dinero en tecnología eléctrica China va a invertir X+1 porque no depende de ninguna otra región del mundo para elevar el ritmo de trabajo. Tampoco depende de asfixiantes normativas burocráticas, fiscales y laborales. Si China se propone algo lo consigue sin tener que rendir cientos de cuentas en miles de comités y subcomités. Europa es un monstruo político sobredimensionado donde cada mínimo paso tarda meses o años en darse. Así es imposible competir en igualdad de condiciones.

Un poco más arriba he comentado que a China no le interesa invertir en motores de combustión. Esa es la única salida viable para Europa; seguir apoyando los motores de combustión alimentados por combustibles sintéticos de bajo o nulo impacto ambiental. Suena bastante pretencioso por parte de la Unión Europea decir que vamos a salvar el mundo cuando apenas representamos un pequeño porcentaje de las emisiones totales de gases de efecto invernadero. Se podría conseguir el mismo objetivo invirtiendo una parte de las cantidades propuestas para electrificación en materia de combustibles alternativos.

Europa ha probado con todo, incluso con el hidrógeno como combustible alternativo.

Los combustibles electrónicos no emiten gases contaminantes a la atmósfera cuando estos se queman en el interior de un motor térmico. El resultado es que aprovechamos la tecnología actual, las décadas de constante evolución y lo unimos con un combustible que tiene una huella de carbono inferior a la de un coche eléctrico. Porque por mucho que digan, los coches eléctricos también contaminan, y no poco, a lo largo de su ciclo de vida. La producción de las baterías, la extracción de los materiales y el transporte de China son de todo menos limpios. Es cierto que durante su vida útil las emisiones quedan parcialmente equilibradas, pero hay que hacer muchos miles de kilómetros en una vida como para llegar a un balance positivo o neutro.

En su última modificación de la normativa de emisiones, Europa ha abierto la posibilidad al uso de combustibles sintéticos, pero una vez fija límites absurdos que restan cualquier tipo de interés comercial para las marcas. Bruselas acepta el uso de carburantes alternativos siempre y cuando estos sean de 0 emisiones. Cero emisiones mientras se queman y cero emisiones mientras se producen, algo que, por ahora, no se puede garantizar. Es como decir que vamos a crear de forma masivas baterías de 100 kWh de capacidad que no supongan un perjuicio para el medio ambiente. Es una fantasía tan increíble que sólo Hollywood es capaz de materializar.

China ha rechazado apostar por cualquier tipo de sistemas de combustión.

Vivimos en el mundo real, no en un sueño verde y fantástico donde todo es medio ambientalmente sostenible. Puede que ese futuro llegue dentro de no mucho, pero por el momento tenemos que ser conscientes de que para evolucionar hay que seguir contaminando. Menos que en la era del carbón, pero alguna partícula se nos va a escapar. Europa debe apoyar los combustibles sintéticos para así no depender de China. Los chinos han renunciado a la gasolina y han apostado por lo eléctrico. Bien por ellos. Nosotros podemos lograr el mismo éxito o incluso uno mejor sin tener que depender del coche eléctrico.

Si bien la inversión en desarrollo será alta, sólo hay que centrarla en la investigación de los combustibles sintéticos limpios. Todo son ventajas. La producción no depende de la extracción, nos quitamos las cadenas chinas, no hay que implementar una costosísima red de carga (hay miles de gasolineras en toda Europa) y encima conseguimos ser medio ambientalmente sostenibles sin tener que depender de los productos procedentes de Asia. Sin embargo, si bien el futuro es claro, no parece que vaya a producirse. Mientras tanto, la brecha que separa a la sociedad se hace cada vez más grande.

Se podría aprovechar la infraestructura actual sin tener que gastar miles de millones.

Las políticas nacionales de subvenciones dividen a los conductores ricos de los pobres. Acceder al coche eléctrico es cada vez más posible, pero las cifras demuestran que la mayoría no puede pagarlo o no puede mantenerlo. Europa no sólo propone limpiar nuestras calles de coches contaminantes, con sus políticas también está obligando a muchos ciudadanos con ingresos limitados a deshacerse de sus coches. Muchos de ellos no los tienen por simple capricho, sino por una verdadera necesidad. Hemos confeccionado nuestra sociedad en base al coche. En base a poder recorrer largas distancias sin tener que depender de un abrevadero o de un punto donde recuperar energía.

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