Cómo funcionan el volante y la dirección de un coche
El volante forma parte de la dirección del vehículo y nos permite dirigir las ruedas directrices de modo que podamos controlar la trayectoria con precisión y sin esfuerzo. Pero, ¿cómo es posible hacerlo, tratándose de un voluminoso objeto de una o varias toneladas?
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Publicado: 24/08/2020 13:30
El conjunto de mecanismos que conforman el sistema de dirección de un vehículo tiene sin duda su elemento estrella en el volante, que es el que permite al conductor dirigir la trayectoria de las ruedas directrices. O, dicho de otro modo, el volante es lo que nos permite conducir.
Sin embargo, existen muchos otros elementos que entran en escena para hacer posible que el volante haga su función y que las órdenes que el conductor le transmite a este sean transferidas a las ruedas. El mencionado volante va unido a la barra de dirección, que a su vez está conectada a la caja de dirección. Este elemento tiene como finalidad transmitir el giro al eje de las ruedas con ayuda de una serie de engranajes que facilitan la operación.
Del mismo modo que los volantes de hoy en día no tienen mucho que ver con los de los inicios de la automoción, la barra de dirección es muy distinta a la de antaño y está formada por varios elementos que facilitan la direccionalidad y minimizan el esfuerzo necesario para realizar los giros. Así mismo, también constituyen un elemento de seguridad pasiva en caso de accidente.
Lejos quedan los volantes y direcciones imprecisos, costosos de utilizar y peligrosos por su rigidez en caso de accidente, ya que los sistemas actuales son extremadamente sofisticados.
Evolución
Los primeros automóviles del siglo XIX eran dirigidos con una caña, pero Alfred Vacheron tomó parte en la carrera París-Rouen de 1894 con un volante instalado en un Panhard. Desde 1898, los automóviles de Panhard et Levassor fueron equipados con volantes y C.S. Rolls (Charles Stewart Rolls, posteriormente cofundador de Rolls-Royce junto a Henry Royce) presentó el primer vehículo equipado con volante en Gran Bretaña ese mismo año. Una década más tarde, el volante ya era moneda común en los automóviles.
En 1926 se sacó al mercado la primera dirección asistida hidráulica y a primeros de los años 50 Chrysler la introdujo en los modelos Imperial. Este sistema permite facilitar en gran medida las maniobras de giro al suavizar su utilización, imponiéndose poco a poco los sistemas eléctricos sobre los hidráulicos y quedando en desuso los mecánicos. A finales de los años 60 comenzaron a utilizarse columnas de dirección colapsables que cumplieran con la normativa estadounidense.
Tipos de dirección
Como hemos visto en anteriores líneas, el paso del tiempo ha permitido el desarrollo de diferentes tipos de dirección que, en función de la complejidad, precisión o coste que el fabricante del vehículo pretenda conseguir, son utilizados:
- Sistema de cremallera: cuenta con un piñón que gira hacia los lados sobre un riel dentado introducido en grasa, permitiendo así una mayor durabilidad. Es el más sencillo.
- Sistema de bolas: este es más típico de vehículos pesados y utiliza esferas para suavizar el movimiento. Los engranajes son desplazados por una gran tornillo, que al girar sobre sí mismo los desplaza en el interior de una caja con un aceite muy viscoso denominado valvulina.
- Sistema hidráulico: el motor se encarga de poner en marcha una bomba a través de su unión a la misma con una correa fijada al cigüeñal. Esta bomba acciona el mecanismo y dispone de un tanque encargado de distribuir el aceite impulsado por la misma.
- Sistema electrohidráulico: Es muy similar al anterior, pero incorpora un motor eléctrico, que es el encargado de mover la bomba hidráulica. De ese modo, el motor no ve disminuida su potencia y permite el ajuste electrónico de la dureza de la dirección.
Averías en la dirección
El indicio más habitual de un problema en la dirección es que esta vibre, en cuyo caso es importante atajar el problema lo antes posible para no comprometer nuestra seguridad y la del resto de ocupantes de la vía.
Lo habitual es detectar la vibración la detectamos una vez que el vehículo ha adquirido velocidad, creciendo dicho efecto a medida que vamos más rápido. Ello, además de hacernos sentir más incómodos y provocar pérdida de precisión en el momento de marcar una trayectoria, propicia que los neumáticos pierdan agarre al impedir que asienten correctamente sobre la calzada.
En muchas ocasiones, este problema no viene dado por el sistema de dirección en sí, sino por un desajuste de los neumáticos, que o bien sufren un desgaste irregular, o bien cuentan con un equilibrado defectuoso. Un buen modo de comprobarlo es ver si la dirección se mueve hacia uno de los dos lados al soltar el volante en un tramo recto y bien pavimentado.
Además, el mimbreo de la dirección puede deberse a otras causas:
- Soportes de la dirección dañados. La vibración se vuelve más notoria al girar.
- Deterioro de los ‘silentblocks’, unos soportes de goma que tienen como función reducir el ruido y el movimiento de diversos elementos.
- Aceite de la dirección deteriorado o insuficiente al no haber sido sustituido en su momento.
Independientemente de la causa, lo mejor es acudir a un taller mecánico en el que verifiquen el problema y nos ofrezcan soluciones, pues no se trata de un inconveniente que podamos dejar pasar a consecuencia de su poca importancia.
Fotos: Pixabay