Conductor ‘Mindfulness’ vs coche autónomo: Preguntas sin respuesta

El concepto «Mindfulness» trasladado a la conducción es un término perfecto para describir al buen conductor que está atento y consciente de lo que está ocurriendo a su alrededor en 360 grados y obrando en consecuencia. Pero, ¿qué ocurre si comparamos al conductor «Mindfulness» con el coche autónomo?

13 min. lectura

Publicado: 05/12/2018 09:00

Conducción autónoma

Los coches autónomos lo tendrán difícil para moverse entre conductores humanos.

El Mindfulness es un método psicológico que ha tomado gran auge en estos días. Promueve que tomemos conciencia del aquí y el ahora, que seamos capaces de estar concentrados en el momento presente. El objetivo es evitar el estrés y la angustia que de manera inconsciente generamos pensando en lo que va a pasar, normalmente pensamientos obsesivos y negativos, frente a lo que está pasando.

Al margen de las bondades (o no bondades) de esta filosofía, me parece interesante trasladar el concepto Mindfulness a la conducción. Un buen conductor es alguien que está atento y consciente de lo que está ocurriendo a su alrededor en 360 grados. Y obrando en consecuencia y consciencia del aquí y ahora, es capaz de reaccionar de la manera adecuada, pero sobre todo anticiparse.

Así que le invito a que se convierta un conductor Mindfulness y me acompañe a vivir dos situaciones de conducción que es posible que haya vivido, si ha probado el control de crucero adaptativo, quizá lo más cercano a la conducción autónoma que hemos tenido estos años.

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Flota de prototipos de coches autónomos

Flota de prototipos de coches autónomos de UBER, una aventajada en la carrera de la automatización de la conducción.

Situación 1

Vas conduciendo por una carretera de circunvalación, o cualquier otra vía rápida, rodeado de mucho tráfico. Llevas el programador de velocidad activo conectado, y tu coche es capaz de mantener la distancia con el delante, acelerando y frenando de manera automática.

En situaciones de tráfico muy denso, en determinados lugares, la distancia de seguridad se hace menor. Nadie la respeta. Es así como se comporta la inteligencia colectiva, y nadie puede evitarlo. Pero nuestro coche con ACC se empeña en mantener una distancia correcta, una distancia que incluso en su nivel más agresivo sigue siendo mucho mayor que la media del tráfico que nos rodea. ¿Qué ocurre? Es bastante probable que alguien aproveche esa distancia de seguridad académica y científicamente correcta para colarse.

¿Cómo reaccionará nuestro coche? Por supuesto, buscando mantener la distancia programada, para lo cual frenará lo que haga falta, con la consiguiente molestia para nuestras intenciones, pero también provocando un posible enfado del que nos sigue, al ver que frenamos sin sentido alguno; conductor que por cierto, es bastante probable que tampoco estuviera manteniendo la distancia de seguridad.

Tecnologías de conducción autónoma

El funcionamiento de sistemas como el control de crucero adaptativo debe ser mejorado.

Situación 2

En las mismas condiciones, el coche de delante, que lleva una velocidad inferior a la que nosotros llevamos programada, se aparta a la derecha para dejarnos paso. Y entonces nuestro magnífico ACC calcula, piensa y actúa, normalmente con un tiempo de reacción muy superior (o sea, más lento) al de cualquier automovilista concienciado con la conducción. Mientras nuestro coche se pone a pensar y decide aumentar la velocidad para rebasar alguien en el lado derecho ha visto el hueco que ha dejado nuestro amable compañero de delante y se ha colado en ese horror vacui viario, mientras nuestro coche ya cabalgaba acelerando hacia la vía libre. Resultado: Nuestro ACC nos obsequia con una linda frenada, normalmente brusca, que nos vuelve a llevar para atrás. Ahora analicemos la jugada desde el coche de atrás, otra vez: Lo que observaremos primero es que el coche de delante tarda mucho en ganar velocidad, a pesar de que le han dejado vía libre. Lo siguiente que notaremos es que, cuando por fin ha acelerado, ha vuelto a frenar bruscamente y nos obliga a perder velocidad porque alguien, allá delante, ha ocupado el carril izquierdo.

No voy a resumir más situaciones de este tipo a las que me enfrento como conductor mindfulness en el día a día. No hablaré de cómo interpretan algunos ACC las curvas, sus caprichos a la hora de frenar cuando no deben, o las falsas alarmas ante camiones en curva -con resultado de frenada inesperada- o incluso, en el peor de los casos, ante cambios de rasante -en un Opel Zafira llegué a experimentar, en más de una ocasión, una alerta de colisión con frenada brusca con la carretera vacía de tráfico-. Suelo bromear con un buen amigo que se dedica a la conducción autónoma con una frase provocadora: "Todavía no habéis desarrollado un ACC que funcione en condiciones, y estamos hablando de coches que conducen solos".

La gran cuestión a la que nos enfrentamos es que las carreteras y los automóviles están hechos a imagen y semejanza de las personas. Y a las personas en ese espacio y tiempo nos da por seguir las normas más o menos, acelerar más o menos, cada uno con sus capacidades y con su interpretación más o menos libre de las situaciones. Los sistemas de asistencia a la conducción sirven para reaccionar a situaciones muy concretas de peligro, y su efectividad, sea también dicha, supera en muchos casos la de los humanos, por lo que se aceptan sus fallos. Pero hasta la fecha han intervenido puntualmente en la conducción.

Control de crucero adaptativo y mantenimiento de carril

Sistemas de asistencia a la conducción como el mantenimiento de carril y el control de crucero adaptativo se están popularizando.

Cada conductor es de su padre y de su madre, como la voz o las retinas. Así que la gran pregunta que queda es... ¿Qué pasará cuando un automóvil autónomo se enfrente a una jungla de automóviles conducidos por humanos?

Volvamos al caso anterior. Si dejamos las decisiones de adelantamiento y distancia de seguridad a un coche con ACC en un entorno de tráfico denso, lo más probable es que vayamos siendo "empujados hacia atrás" respecto a las capacidades e intenciones que tendríamos en caso de estar a los mandos.

Ahora añadamos a esta idea que un coche autónomo está regido por una serie de reglas y de sistemas que buscan por encima de todo la seguridad de los ocupantes y el entorno, y no valora nada más (tus prisas, la bronca con tu mujer, el partido de fútbol o la música influyen en tu forma de conducir). No acabo de ver un coche autónomo salido de fábrica con modo "macarra" o "agresivo". Así pues, la conclusión a la que llego, y de lo poco que he visto, es que los coches autónomos lo tienen difícil a la hora de moverse con humanos. O más bien, los humanos van a tener difícil soportar moverse con automóviles lentos, precavidos, y en ocasiones incapaces siquiera, al menos a estas alturas de la película, de incorporarse a una vía rápida desde un carril de aceleración cuando el tráfico es muy denso, abortando la maniobra (este es un caso real).

Coche conectado

La comunicación entre vehículos, el concepto conocido como coche conectado, será clave en la automatización de la conducción.

Imaginen ahora la cantidad de situaciones en las que, en un entorno en los que no hay mayoría de coches autónomos, haya que relacionarse con ellos. Habrá personas que terminen por conocer y predecir las reglas y normas que regulan sus reacciones en la interacción con nosotros, de manera que gusten de provocar situaciones de ventaja a costa de fastidiar al precavido autómata sobre ruedas. ¿O no?

Cosa bien distinta sería la situación contraria. En un entorno donde los automóviles autónomos fueran mayoría los conductores humanos deberían de adaptarse y adoptar de facto sus costumbres, no quedaría más remedio. En un entorno hipotético de conducción autónoma y comunicación entre coches, estaríamos cerca de experimentar el viaje en una suerte de ferrocarril donde hay muy pocas interacciones y muchas reacciones rápidas y naturales, y en el que, por cierto, el que va delante influye con sus decisiones al resto del tráfico. En ese entorno la distancia de seguridad eliminaría de su ecuación el tiempo de reacción que necesitamos los humanos, por lo que se acortaría, y en teoría habría menos atascos eliminados una porción importante de los factores -humanos- que los provocan. El más evidente y divertido, el efecto mirón. Pero también los frenazos innecesarios.

La gran cuestión es si la industria está preparada para todas estas situaciones, pero también asuntos legales asociados. Yo, desde luego, tengo muchas ganas de saber más pero me quedan sobre todo muchísimas preguntas y muy pocas respuestas certeras. Sobre todo en este periodo difuso intermedio que podría durar décadas y décadas. En todo caso, sí hay una cuestión que tengo bastante clara: La conducción autónoma va a ser tanto más interesante cuanto menos interés tengas en la conducción y en sus detalles, y peor va a ser para ese conductor Mindfulness que de repente ve su voluntad y costumbres sometidas a las decisiones de una máquina, a veces poco comprensibles.

Si te gusta conducir, la conducción autónoma será una patata para ti. Si no tienes carné, te interesa un pimiento o te da miedo, abrazarás a la conducción autónoma. Quizá algún día la conducción sea algo tan lejano e innecesario que a nadie le interesa en su día a día, tendremos cosas más interesantes que hacer mientras nos desplazamos, de la misma manera que pocos están pendientes en un tren de lo que hace el maquinista. Por si acaso, espero que cuando me retire de conducir todavía quede disponible la opción de tomar el mando, ni que sea un ratito, ya que a mi todavía me enseñaron a conducir de la imperfecta, torpe y absolutamente impredecible manera humana.

Este artículo trata sobre...

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