Dakar 2018: Carlos Sainz, el eterno ocaso de un dios
Conseguir el segundo Dakar de su trayectoria deportiva a los 55 años coloca a Carlos Sainz como el más veterano en hacerse con la victoria en coches. Además, este triunfo en la despedida de Peugeot Sport es el perfecto argumento para plantearse continuar compitiendo.
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Publicado: 22/01/2018 13:30
Desde hace ya unos cuantos años, Carlos Sainz ha tenido que responder a la misma pregunta, formulada de distintas maneras: "¿Cuándo te vas a retirar?", "¿Este es tu último Dakar?", "Y el año que viene, ¿otra vez?". Pero no, Sainz no se retira. No quiere retirarse, y no quiere que le empujen a hacerlo.
Nada más ganar su segundo Dakar, convirtiéndose así en el más veterano en alzar un 'touareg', no sólo ha demostrado que sigue en un estado de forma física y mental sin igual, sino que además cuenta con la confianza de quien se sabe en un escalón por encima de la medianía de sus competidores. Junto a Lucas Cruz, una apuesta personal y que pidió él mismo cuando fichó por Peugeot, han formado un tandem que les ha llevado a la victoria de un Dakar calificado de manera unánime como el más duro de los disputados en Sudamérica. Prueba de ello es cómo quedó la suela de su bota, algo que habla por sí mismo:
No obstante, lejos de que esta segunda victoria le afiance más para seguir compitiendo, le da un argumento más para retirarse. Confesaba el propio Carlos Sainz en una entrevista previa a la disputa de la 40ª edición del Dakar que, para él, su carrera deportiva acabó en 2004, cuando dejó el Mundial de Rallies. Pero ahí sigue, catorce años después, y con muchos más sinsabores que alegrías (aunque estas compensen) en el mundo de los raids.
La marcha de Peugeot del Dakar coloca a Sainz, como a Peterhansel, Despres y Loeb en una situación un poco complicada. Los dos primeros ya pasan la cincuentena, y especialmente el francés no tiene más aspiraciones que las de seguir engrosando su larga lista de éxitos. A ninguno le faltará asiento en el Dakar, sea cual sea, pero la dificultad está ahora en encontrarlo.
La familia de Sainz le presiona. Por un lado, está su mujer, Reyes, que tiene que sufrir por partida doble: si lleva varias décadas con el corazón en un puño por su marido, ahora cada quince días se le corta la respiración cada vez que su hijo Carlos no traza bien una curva al volante de un Fórmula 1, antes Toro Rosso ahora Renault. Es el propio piloto de monoplazas quien mejor le entiende y, por eso, le apoya en cualquier decisión que tome: bien seguir, bien dejarlo.
Toyota, al acecho
Mientras se decide y no, ya hay marcas que están a la espera de hacerse con sus servicios. La primera es Toyota, compañía con la que Sainz ganó sus dos títulos mundiales y que ya lleva tiempo intentando hacerle regresar a casa.
Cuando Sainz rompió con Volkswagen le tantearon. Las ofertas no llegaron a cuajar, ya que él quería un coche competitivo que en ese momento no le podían ofrecer, y estos querían que no sólo se quedase en los raids, sino que también se convirtiera en una figura preponderante en el regreso al Mundial de Rallies. Sainz siguió vinculado a Volkswagen, que en ese momento atravesaba su mejor momento con Sebastien Ogier, y la cosa no fructificó. Luego llegó Peugeot, y el resto ya es historia.
La pelota está en el tejado de Sainz. Sus resultados deportivos y su estado de forma le colocan en una posición de poder, en la que él y sólo él puede decidir si sigue compitiendo o no. Aunque es consciente de que atraviesa el ocaso de su carrera deportiva, ese ocaso no es, ni mucho menos, oscuro, sino brillante, como lo han sido sus casi 40 años en el automovilismo mundial.
Fotos: Red Bull Content Pool