Descarbonización y movilidad eléctrica: el ahorro (si lo hay) no lo es todo
En el mundo del vehículo industrial las motivaciones para adoptar los eléctricos no obedece a las mismas razones que los particulares que conducen coches o motos. La rentabilidad es importante, desde luego, pero hay otros factores a considerar en la era que vivimos.
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Publicado: 17/04/2023 22:00
Los vehículos eléctricos son un medio más para lograr la descarbonización de las actividades humanas. Este «palabro» se puede entender de dos formas, o se neutralizan las emisiones de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, o estas quedan compensadas para que el balance neto sea cero. Esto último implica captura de carbono para que no sea emitido.
Estos vehículos, por definición, son de cero emisiones locales de escape, porque no tienen escape. Su utilización solo implica cero emisiones en el sentido estricto del término cuando la energía ha sido generada con fuentes 100% renovables, sin que medie la quema de ningún combustible fósil que emita carbono. Y si no, suele compensar emitir menos que emitir más.
2050 se ha convertido en una meta volante para las grandes empresas, con el objetivo de que sus emisiones netas sean cero. En algunos procesos emitir carbono es inevitable, pero se podría compensar de una forma o de otra. El carbono se puede convertir en algo sólido, crear otros productos con él, encerrarlo en bolsas bajo tierra, etc.
Una de las principales ventajas de los vehículos eléctricos es su eficiencia. Ya que casi toda la energía que reciben por el enchufe se convierte en movimiento útil, permiten potenciales ahorros en lo que antes era la partida de combustible. También se tiene en cuenta su reducido mantenimiento por todo aquello que no tienen y un equivalente de combustión sí.
Ecología y economía no siempre van de la mano, pues a veces las cuentas no salen, dada la elevada inversión inicial que requieren estos vehículos en algunos casos. Puede ser que la inversión inicial no se valore porque se la ha comido un tercero, véase el fabricante, pero no es un modelo de negocio viable si no se compensa de otra forma.
Por ejemplo, Renault Trucks (que está participada por Volvo Group) se jactó recientemente de haber probado con éxito el primer camión hormigonera del Reino Unido, totalmente eléctrico, tanto para la parte de la cuba como para el propio vehículo. Primicia como tal no es, ya se adelantó Liebherr y la propia Volvo Trucks, pero es un paso adelante en ese país.
Fue el fruto de la colaboración de Renault Trucks del Reino Unido, la constructora Tarmac y TVS Interfleet. Para estas empresas la prueba satisfactoria de tres meses del camión hormigonera no se mide con parámetros económicos. Ese primer camión probablemente ha costado tanto dinero que nunca compensará los costes respecto a un equivalente de gasóleo. Eso en la nota de prensa nunca se dice.
Sin embargo, el éxito se puede medir con otros parámetros, como un potencial ahorro de 42 toneladas de dióxido de carbono, que no serán emitidas a la atmósfera ni agravarán el cambio climático antropogénico (será una gota en el océano, pero gota a gota hacen océano). También está previsto que el camión hormigonera tenga una vida útil superior.
En el momento en el que las empresas tienen que pagar por sus emisiones, estos factores se vuelven más interesantes, porque ya que tienen que elevar sus costes sí o sí, al menos los elevan menos, ya que es mejor pasar por el aro y reducir emisiones, que mantenerlas y pagar las multas. Lo malo es que no ayuda a contener la inflación por la parte que les toca, al menos mientras sea más caro operar así que con camiones hormigonera convencionales.
Otros beneficios a considerar son el poder trabajar en zonas de bajas emisiones, reducir la contaminación acústica o que la operación sea más segura. Por ejemplo, los camiones de minería subterráneos, si son eléctricos, reducen bastante la contaminación dentro de la propia mina, y con ello riesgos laborales varios. Como podemos ver, la parte económica no lo es todo.
En un lenguaje sencillo, podemos resumir la idea en que ciertas empresas, con el ánimo de quedar bien y dar una imagen más ecológica, pueden ver como rentable el gastar más, aunque los números no salgan, por ser más ecológicos y más sostenibles. Por algo se empieza y no se puede pasar de un extremo a otro con un chasquido de dedos, y todo tiene que tener un comienzo aunque sea bastante caro.
Nos hartaremos a ver noticias de este tipo, y que caso de uso tras caso de uso, empezará a ser viable la utilización de vehículos eléctricos aunque no sea algo estrictamente justificable en términos contables. Así, hasta que sirvan prácticamente para todo. Y hasta que ese día no llegue, el trabajo sucio se seguirá realizando con combustibles fósiles, y durante años.