El último Dodge Viper sale de la cadena y con él muere la leyenda
La planta de Conner Avenue ha ensamblado esta semana los últimos ejemplares del Viper, dando fin a la tercera generación del modelo y a la vida de la propia planta, que se extingue como la historia del poderoso deportivo de 10 cilindros.
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Publicado: 18/08/2017 19:00
Unas imágenes publicadas por Ralph Gilles, máximo responsable de diseño del Grupo FCA, nos revelaban una triste estampa. La cadena de producción del Dodge Viper en Conner Avenue en la que podíamos apreciar la salida de los dos últimos ejemplares del Viper, lo que significa no solo la muerte del modelo, sino también el cierre definitivo de esas instalaciones, dedicada en exclusiva desde hace años al ensamblaje del deportivo de diez cilindros.
La escena del ejemplar de color rojo, el último Viper fabricado, tras el cual no podemos ver ningún otro vehículo es simplemente descorazonadora. Esta unidad no irá destinada a ningún cliente, ya que permanecerá dentro de la colección del fabricante, pero el ejemplar amarillo con líneas negras sí que está destinado a un cliente, por lo que es el último número de bastidor del Viper comercializado. Por lo que podemos considerarlo como el verdadero último Viper que pisará las calles.
Con esta escena termina la agonía de la tercera generación del deportivo, la mejor para muchos pero que no ha gozado del éxito esperado y ha sufrido a lo largo de su corta vida de numerosos parones de producción, para ajustarse a la verdadera demanda del modelo. Sin embargo, la razón oficial para cesar su producción sin sucesor a la vista no es por sus ventas, sino por una nueva regulación que afecta a los sistemas de airbag en su mercado natal, que según la marca no puede ser introducida en el modelo, o al menos, no con la suficiente rentabilidad para el deportivo.
Esta nueva generación llegaba tarde, ya que como tantas otras, el Viper fue una víctima más de la gran crisis financiera de 2008. Y no fue hasta la llegada del grupo Fiat y la posterior formación del Grupo FCA que el proyecto fue retomado, dando lugar al Viper más potente, brutal, e irónicamente, refinado de toda su historia. Pero por algún motivo, el modelo no llegó a cuajar en el mercado a pesar de sus múltiples argumentos a favor con respecto a sus antecesores.
El Viper se ha ganado por derecho propio un lugar entre los modelos más míticos de la cultura del motor estadounidense, reflejando como ningún otro modelo los valores propios de esa cultura, potencia bruta y simplicidad mecánica. Además de gozar de un palmarés deportivo internacional impropio de un modelo de producción estadounidense.
La leyenda nacía a finales de los años ochenta y como suele suceder en estos casos, al estudiar la historia de su génesis nos encontramos con una versión oficial y varias alternativas de ciertos acontecimientos paralelos a esta. La oficialmente aceptada, que en tono casi épico ensalza el papel del entonces presidente de Chrysler, Bob Lutz, nos cuenta como este era un conocido aficionado del Shelby Cobra clásico y propietario de una de las mejores réplicas del modelo, un Autokraft Cobra Mk IV de 1985 con el que se dice que incluso acudía regularmente a trabajar.
Cierto día de 1988, Lutz se acercó a hablar con Tom Gale, por aquel entonces máximo responsable del departamento de diseño del grupo estadounidense y en esa conversación tuvo lugar una pregunta que ha pasado a los libros de historia: “¿Y si hiciéramos nuestro propio Cobra?”.
En teoría, ese fue el germen del proyecto Viper, una versión moderna del clásico deportivo de Shelby, que representara los mismos valores que el clásico biplaza, potencia y deportividad, pero sin contar con ninguno de los elementos técnicos superfluos que ya en la década de los ochenta comenzaban a ser algo habitual, como la tracción total, la sobrealimentación o los incipientes sistemas de asistencia electrónica como el ABS.
Sin embargo, hay un detalle que curiosamente ha pasado desapercibido para muchos, ya que si el Viper es una interpretación del clásico Cobra, entonces Chrysler ha estado precisamente homenajeando a un modelo de uno de sus más directos competidores, Ford. Ya que a pesar de que el Shelby Cobra no portara en su exterior ningún emblema de la marca, es bien sabido que fue un proyecto Ford, promovido y financiado por la marca del óvalo azul durante su programa Total Performance de los sesenta.
No es nada raro que una marca se inspire en el pasado para crear un producto, pero siempre en el suyo propio, no en el de un competidor. Esta es una de las características más llamativas de este proyecto, aunque curiosamente haya pasado desapercibida durante décadas. Salvo el Viper, nunca, ni antes ni después hemos visto a un fabricante de automóviles emplear el legado de un modelo relacionado con otro fabricante para crear un vehículo.
Lo que nos lleva al propio Carroll Shelby, asociado con Ford durante décadas, pero que precisamente en ese momento no solo estaba relacionado con Chrysler, sino que como consultor formaba parte de su junta directiva. En los años ochenta, no fueron pocos los modelos de las marcas del grupo que salieron al mercado con el emblema de Shelby, como el Shelby Daytona, por lo que Shelby fue uno de los primeros nombres asociados al proyecto. Oficialmente se dice que estuvo relacionado con el desarrollo del Viper RT/10 y el siguiente Viper GTS, para más inri inspirado claramente en los Shelby Daytona coupé de los sesenta.
Sin embargo, lo que es menos sabido es que Shelby se encontraba en aquel momento con problemas de salud y que su participación en el desarrollo del modelo fue bastante escasa, además, Carroll Shelby abogaba por la creación de un modelo V8, en el intento de crear un modelo lo más prestacional y dinámico posible, en lugar de emplear el monstruoso y pesado V10 que Chrysler terminó usando.
Un detalle menos conocido aún es que el propio Shelby llevaba ya unos años pensando en recrear una nueva versión del Cobra y precisamente estaba tratando de convencer a Chrysler del proyecto. Sin embargo, este hecho tan llamativo parece no tener cabida en la historia oficial, que se centra en la tesis de que fue una mera conversación fortuita entre Lutz y Gale.
Otro detalle también muy llamativo y aún menos conocido es que el diseño del Viper de primera generación ya existía al menos 3 años antes de que Lutz le hiciera a Gale la célebre pregunta.
El diseño era de 1985 y recibía el nombre de IZOD, y como se puede ver en los bocetos, los únicos conocidos de dicho estudio de diseño, las formas son tremendamente similares a las del Viper RT/10 que llegó al mercado en 1992, así como las del concept previo que la marca presentó en Detroit en enero de 1989.
Sea como fuere la génesis completa o verdadera del Viper, lo cierto es que una vez fue presentado en el Salón de Detroit de 1989 fue un auténtico bombazo mediático, acaparando portadas en todos los mercados del globo. Tal fue la acogida, con solicitudes de pedido por anticipado incluidas que la marca procedió a llevarlo a producción, con un pliego de condiciones muy curioso:
- 50 millones de dólares de presupuesto.
- Plazo de 36 meses para llevarlo a producción, con fecha límite Detroit 1992.
- Ser ético y moral, y no causar problemas a Bob Lutz.
En 1992 llegó la versión de producción del Viper, que no solo respetaba al máximo las líneas del concept presentado en 1989, sino que contaba con algunos de los rasgos más peculiares del modelo, como la ausencia total de manecillas en las puertas, debías meter la mano en el habitáculo para abrirla desde dentro. Su enorme V10 de 8.0 litros era de nuevo diseño y había sido desarrollado para la gama Heavy Duty de pick-ups RAM, pero Lamborghini, marca propiedad de Chrysler en ese momento fue la encargada de convertir ese enorme motor de acero en el corazón del deportivo. ¿El motivo?, por su experiencia con motores de alta cilindrada de aluminio, experiencia de la que carecían en Chrysler.
Con 400 caballos era visiblemente más potente que su mayor rival, el reciente Chevrolet Corvette C4 ZR1 cuyo chasis había sido desarrollado por Lotus. Si el ZR1 contaba con una imagen similar a las de las versiones básicas del ‘Vette pero con un precio notablemente superior, el Viper resultaba infinitamente más llamativo y poderoso, sobre todo cuando mirabas la inmensa anchuras de las gomas traseras, entonces las más anchas de un vehículo de producción.
Su aspecto y características eran impropias de un modelo de producción de la época, pero desde luego, en Chrysler habían logrado su objetivo, el Viper pasaba por una versión moderna del Cobra. Su propio nombre rendía homenaje al modelo de Shelby, Viper significa víbora, otro tipo de serpiente, como podemos ver en su logo propio. El resto, como ya sabemos, ya forma parte de la historia.