Donald Trump pretende que el estándar de emisiones CAFE quede congelado
Próximamente echarán un pulso varios Estados de los 50 Unidos, el Gobierno central/federal y los tribunales. ¿Es admisible que el mandatario Donald Trump se entrometa en cómo los Estados regulan las normativas anticontaminación? ¿Tiene sentido relajar las presiones a los fabricantes e implantar un único estándar nacional? La polémica está servida.
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Publicado: 02/08/2018 21:00
Estados Unidos está dando varios pasos atrás con la Administración Trump, y otros tantos que le quedan por dar si el presidente se sale con la suya. Una de las materias en las que retrocede, además de a efectos de comercio internacional, es en lo que atañe al medio ambiente.
No solamente el país se retiró del Acuerdo de París para el Cambio Climático, también va camino de involucionar, en sentido contrario a lo que marcó el presidente anterior, Barack Obama (con sus luces y sus sombras). Una forma de hacerlo es relajando la exigencia a la industria del automóvil en materia de consumos y emisiones.
Mediante el Corporate Average Fuel Economy (CAFE) se pusieron requisitos para ir reduciendo el consumo de los vehículos de forma progresiva, teniendo en cuenta un plazo en años y teniendo en cuenta las dimensiones (footprint). Para los fabricantes, eso les estaba añadiendo mucha presión, especialmente a los genuinamente americanos.
Una forma básica de reducir dicha presión ha sido aumentar ligeramente las dimensiones de largo y ancho en algunos modelos, de forma que se consideren más grandes y así tengan menos eficiencia que mejorar. Ojo, en el sistema americano la eficiencia se mide "al revés", cuantas más millas recorridas por galón (mpg), mejor.
Cómo no, el presidente Trump se hizo cargo de la preocupación de los fabricantes, que están vendiendo cada vez más vehículos de mayor consumo por ser más grandes y más pesados. El cambio tecnológico para lograr los objetivos del CAFE era demasiado pedir para algunos de ellos. Además, los turismos están perdiendo terreno, lo cual empeora el problema.
El Gobierno de EEUU ha hecho una propuesta que todavía tiene que pasar una fase de debate público. Bajo esa propuesta, los objetivos del CAFE para 2020 quedarían congelados -no habría que mejorar en un tiempo- y se retiraría a California la potestad de imponer estándares aún más duros que los federales.
Se da la circunstancia de que California es el Estado más rico de la unión, el más poblado, y el que más problemas de contaminación tiene. Desde hace más de 40 años el California Air Resources Board (CARB) tiene normas más duras que el resto de los Estados, y algunos se han acabado adhiriendo a dichos estándares.
El CARB fue el responsable del famoso Zero Emission Mandate que propició un auge temporal de coches eléctricos a finales de los años 90, como el GM EV-1
Dichos Estados se plantean llevar al Gobierno Federal a los tribunales para impedir tal retroceso. En el sistema legislativo de ese país, cada Estado tiene bastantes competencias transferidas, por lo que hablaríamos de un conflicto competencial que deberán resolver los jueces. Además, los ecologistas creen que un mayor consumo de gasolina -a consecuencia de levantar la mano- llevará a mayores precios dentro de 10 años.
La propuesta gubernamental defiende que mejorar el rendimiento de los coches y los camiones ligeros (se incluyen pick-up y varios SUV) supondría costes a los fabricantes, que trasladarán a los usuarios, y que eso dilatará la adquisición de modelos más modernos. Parece importar poco o nada que esa evolución se va a dar con o sin subida de precios, por una simple cuestión de competitividad. Los fabricantes piensan globalmente.
Por otro lado, la propuesta se basa en el argumento de que modelos más eficientes implica menor peso -lógico- y que eso afectará negativamente a la seguridad vial. Bajo el concepto americano, la seguridad es equivalente a ir con muchos escudos, más que a evitar los golpes.
Los fabricantes japoneses, europeos y coreanos van a mejorar la eficiencia de sus modelos con o sin las injerencias del señor Trump
Los tres pesos pesados locales, que son General Motors, Ford y Fiat Chrysler, acabarán siendo adelantados por la derecha. Tesla, que también es fabricante nacional, está marcando la pauta, pero los Goliat son muy reacios a cambiar su planteamiento. Viven la época dorada de los SUV y los pick-up, el derroche de gasolina y hacen como si no hubiese mañana, dados los grandes márgenes comerciales de estos segmentos.
Si, además de esta involución, Trump consigue levantar una barrera arancelaria con Europa, lo que se conseguirá a medio plazo es que los pesos pesados de Detroit acaben perdiendo mucha competitividad, y se volverá a las causas que casi cuesta la quiebra a los tres en 2008. Cuando los gustos del consumidor cambien y estén desprevenidos, están condenados. Tiempo al tiempo, ya ha pasado antes.