El que la hace, la paga
Estados Unidos se está convirtiendo en el policía mundial al que los fabricantes de coches han de temer. Da igual que hablemos de fabricantes de su país, europeos o japoneses, la cuantía de las multas en los últimos años cambiará la forma de hacer las cosas
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Publicado: 31/03/2016 12:00
A día de hoy, hay dos escándalos automovilísticos que están sonando mucho, el de los airbags defectuosos de Takata, y el de los motores Clean Diesel de Volkswagen y sus marcas. En un artículo anterior vimos que ambos casos están en el top 5 de escándalos automovilísticos de los últimos años. Y falta lo suyo para que se resuelvan.
Entre los costes de llamadas a revisión, sanciones, multas y las indemnizaciones que van a salir de los tribunales cada vez hacen más daño a las empresas que no cumplen. Tengo mis dudas de quién va a palmar más dinero con su escándalo, si Volkswagen o Takata. Uno es el tercer fabricante mundial, el otro uno de los proveedores líderes en airbags y cinturones de seguridad.
Los reguladores norteamericanos están teniendo un papel muy activo en la resolución de estos problemas de salud pública. Ya le gustaría a la Unión Europea tener el peso y la relevancia que están teniendo sus colegas al otro lado del charco. Posiblemente, los años que vivimos ahora pasarán a la Historia como en los últimos en los que las multinacionales se jugaron incumplir algo.
El monto de las sanciones y costes de esas dos empresas puede alcanzar los 100.000 millones de dólares. Las cifras bailan bastante, dependiendo de a quién preguntemos. En el caso de Takata, van nueve muertos documentados, y es una cifra estadísticamente irrelevante considerando que sus airbags pueden estar mal en casi 300 millones de coches.
En cuanto a Volkswagen, hablamos de menos de 600.000 coches vendidos que no se ajustan a la normativa federal de emisiones (y la de California). Si se aplicase la misma lógica de sanciones en Europa, considerando que hablamos de más de 10 millones de coches, no pagaría Volkswagen la multa en generaciones.
Otros gigantes del automóvil parecen haber aprendido la lección, como Toyota, General Motors o Ford. En el pasado, los reguladores les atizaron por sus problemas de calidad o seguridad, y están avanzando mucho en evitar que nada parecido vuelva a ocurrir. Pocos directivos con sus facultades mentales en orden volverán a jugar a la lotería con cosas tan serias.
De ahora en adelante, los fabricantes se van a tomar más en serio las cosas, o deberían. Los procedimientos de prueba y validación tendrán que ser más extensivos, y tener en cuenta más escenarios posibles. La posibilidad de pifiarla se tiene que reducir casi a cero. Los tiempos de la sobreingeniería deben volver, se pasaron de moda en pro de los beneficios.
Pero si un fabricante se juega que le quiten el beneficio de varios años enteros, casi sale a cuenta más hacer las cosas no ya bien, sino más allá. En la época de la sobreingeniería los coches se hacían con la expectativa de durar mucho más. Y puede volver a ser rentable.
Los fabricantes ya han visto las orejas al lobo. El que la hace, tarde o temprano la paga, hay varias administraciones públicas vigilando. Y si el sector público falla, los medios de comunicación se convertirán en darle la publicidad necesaria. Y cada vez el que la paga, paga muchísimo más. ¿Merecerá la pena arriesgarse? No.
Solo hace unos años, se podían encontrar correos internos en los que los fabricantes valoraban el dinero que se habían ahorrado en seguridad evitando llamadas a revisión, al ocultar información a la NHTSA. El ahorro se ha acabado volatilizando con multas que han pasado de las decenas de millones de dólares hasta las decenas de millar de millones de dólares. Esto es como una bola de nieve cuesta abajo.
Solo con el desplome bursátil Takata y VW han experimentado un severo correctivo
Los casos Takata y Volkswagen se estudiarán en las universidades y los máster como ejemplos a no seguir. Estas compañías tienen la oportunidad no ya solo de sobrevivir, sino de demostrar que no volverá a pasar. Es cuestión de tomarse en serio todos los eslóganes de sacar la máxima calidad, y convertirlo en hechos. Que no vuelva a salir al mercado un producto si no es prácticamente a prueba de fallos.
Por su parte, la Unión Europea podría aprender un poco de la forma de trabajar de los norteamericanos. Si no fuese por las autoridades de EEUU, y de todos los castigos que han impuesto a las grandes multinacionales, seguramente todos viajaríamos en coches más inseguros. No es de ellos únicamente el mérito, pero es de justicia reconocerlo.