Embrague roto: averías más frecuentes
Los problemas más habituales del embrague vienen propiciados por el olor a quemado o un incremento de la dureza del pedal. En este artículo práctico vamos a repasar las averías más habituales de un elemento vital para transmitir la potencia del motor a las ruedas.
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Publicado: 14/04/2020 15:30
El motor tiene la función de transformar la energía generada por la combustión de la mezcla de aire y carburante en movimiento de las ruedas, pero para que eso sea posible es necesaria la intervención de varios elementos.
Uno de ellos es el embrague, que tiene como misión conectar el motor y la caja de cambios para que la potencia pueda llegar a las ruedas y el vehículo comience a moverse. Por ello, también es uno de los elementos que más tensiones y desgaste sufren, por lo que nos conviene conocer qué averías puede sufrir y cómo identificarlas, pero antes vamos a repasar brevemente sus partes y su mecánica de funcionamiento.
Partes de un embrague
El embrague de nuestro vehículo consta de cuatro partes principales, que son las siguientes:
- Volante motor: queda atornillado al cigüeñal y gira al unísono con el motor. Los volantes motor bimasa reducen vibraciones, pero son más propensos a averiarse.
- Maza de embrague: también denominada plato de presión, se atornilla al volante motor, por lo que gira junto a este. Consta de un diafragma o muelles, que se encargan de comprimir o liberar el disco de embrague.
- Disco de fricción: tiene dos caras cubiertas de un material similar al de las pastillas de freno y está acoplado a la caja de cambios a través de un eje. Cuando se suelta el pedal de embrague, gira conjuntamente con el volante motor y la maza. Cuando lo pisamos, se desacopla y se interrumpe la transmisión de par a las ruedas.
- Mecanismo de accionamiento: es un rodamiento montado sobre una horquilla que se apoya en el diafragma y lo empuja para liberar o presionar el disco. Dicha horquilla es la que movemos al accionar el pedal de embrague.
Funcionamiento del embrague
Cuando pisamos el pedal del embrague, este se coloca en posición de desembragado y no se produce conexión entre las ruedas y el motor a través de la transmisión, de la cual forma parte el embrague.
Es en ese momento cuando podemos engranar una marcha con la palanca de cambios. A medida que soltamos el acelerador, el plato de presión o maza de embrague -que está unido al volante motor- comienza a presionar el disco de fricción. Ello propicia la conexión entre el motor y las ruedas, pero también propicia una tensión considerable de todos los elementos, pues además debe evitar que ambos patinen y soporta altas temperaturas a consecuencia de la mencionada fricción. Esto es algo especialmente importante en arranques en pendiente.
Averías habituales en el embrague
Una vez conocido el funcionamiento básico de un embrague, procedemos a evaluar los fallos más habituales del mismo.
El embrague patina: en este caso el embrague no es capaz de transmitir la potencia del motor al encontrarse el disco de fricción excesivamente gastado. Un modo de verificarlo es que el coche no se ponga en movimiento cuando el motor está excesivamente acelerado, que circule a muy baja velocidad en relación al régimen de vueltas del propulsor o, directamente, no se mueva. Ello ocurre porque el desgaste del disco impide un acople total con el plato de presión y, por tanto, la potencia del motor no se transmite por completo (o no se transmite).
No desembraga al pisar el pedal: el embrague o el cable fallan y por eso el motor permanece conectado a la caja de cambios. En este caso debemos acudir al taller rápidamente para solucionarlo.
Salta la marcha al meterla: lo habitual es que la horquilla del selector de velocidades esté gastada o rota, fallando los elementos del sincronizado. Debido a ello podemos quedarnos sin una o varias marchas.
Ruidos en la transmisión: esto puede ocurrir por varias causas, que falte lubricante en la caja de cambios o el diferencial, que las juntas homocinéticas se hayan degradado, que tengamos holguras en los palieres, semiejes o la transmisión, etc.
Olor a quemado: esto ocurre cuando se produce un exceso de temperatura en el material de fricción del disco por un abuso del embrague, bien en un atasco, en un arranque en pendiente o una situación de alto estrés continuado. Si ello se repite habitualmente, acabará provocando una avería.
El pedal está duro: seguramente tengamos un problema con el selector, algo que podría solucionarse lubricándolo o limpiándolo. Si no es el caso, es necesario sustituirlo para prevenir una avería mayor. Otra causa es un problema con el disco, concretamente un desgaste excesivo.
Pedal suelto: si pisamos el pedal de embrague y notamos que está suelto o no reaccione, el cable que lo conecta con el sistema puede haberse roto.
El coche avanza a tirones: en este caso el problema viene dado por la deformación de los discos de fricción a consecuencia de un sobrecalentamiento, un desalineado de los puntos de apoyo del motor o la caja de cambios o similar.
Fotos: Pixabay