Escándalo Volkswagen, preguntas y respuestas del engaño
Los problemas para Volkswagen no han hecho más que empezar. La marca alemana, el Grupo Volkswagen en realidad, se encuentra convulsionada por el caso de los amaños de las emisiones contaminantes. Un error que podemos llegar a pagarlos todos los usuarios.
10 min. lectura
Publicado: 23/09/2015 14:00
Estamos ante el escándalo más grave que ha sacudido Volkswagen desde sus inicios allá por el año 1937. En un mundo donde cada día se vigila más el estado de la atmósfera y el bienestar general, la marca alemana ha cometido el error, el lamentable error, de falsificar unas cifras y unos datos que nos afectan a todos. Es hora de analizar el cómo y el porqué de esta situación.
¿Quién o quiénes han destapado la polémica?
Los primeros en levantar la liebre han sido los americanos. El origen reside en un estudio realizado por un profesor de la universidad de Morgantown, Virginia Occidental, y una ONG especializada en los vehículos de movilidad sostenible, ICCT. Las primeras pruebas realizadas datan de 2013, cuando ambas partes sometieron a examen, en condiciones reales, a una serie de modelos equipados todos ellos con motores diésel, entre los que por supuesto se encontraba un Volkswagen Passat TDI.
Desde un primer momento había algo que no cuadraba con los datos oficiales de las marcas. Mientras que otros fabricantes se acercaban a los datos reales, ninguno los cumplió, las cifras de Volkswagen eran exageradamente altas y desviadas, llegando a ser 40 veces superiores en cuanto a emisiones de NOx. Ante esta situación, profesor y ONG alertaron a la EPA, agencia del control de medio ambiente de Estados Unidos. Estos realizaron unos test más precisos y las cifras seguían sin cuadrar.
¿Cómo se alteraban las cifras de emisiones contaminantes, y desde cuándo se hacía?
Ayer mismo os contábamos que Volkswagen había confesado su manipulación, quedando 11 millones de motores 2.0 TDI afectados por el engaño. Estos, de fábrica, llegaban con un software instalado en la centralita del coche que se encargaba que las cifras de NOx nunca pasaran de una cierta cantidad. Esto no quiere decir que el coche no las pasara. Como ya es habitual la electrónica se encarga de toda la gestión del vehículo.
El programa era, y es, tan bueno que él mismo sabía cuándo estaban siendo analizadas las emisiones. En dicho momento el software comenzaba a operar y restringía la cantidad de niveles contaminantes. Una vez el coche reconocía una conducción normal, modo en el que fueron hechas las pruebas justicieras, el software daba por concluido su trabajo y el coche empezaba una vez más a emitir muchas más emisiones de las que realmente homologaba.
Tal y como ha confesado la marca, el escándalo lleva produciéndose desde el 2009. En toda la generación de motores EA 189 equipados en Audi, SEAT, Skoda y Volkswagen. Gracias a la entrada en vigor de la normativa EURO6, los nuevos motores no llevan este software y en este caso sí que responden de manera legal a las emisiones homologadas por fabricante y agencias reguladoras.
¿Por qué el Grupo Volkswagen falseó las cifras de emisiones?
Pues la respuesta es muy sencilla, por dinero. Aunque nadie de la compañía se ha pronunciado al respecto, la economía es la apuesta más segura en este caso. Hace meses el propio CEO de Volkswagen, Martin Winterkorn, comentaba que la reducción de cada gramo de CO2 suponía para la industria unas inversiones de 100 millones euros.
Se estima que la adaptación de un coche diésel a la nueva normativa EURO6, supone un gasto que oscila entre los 500 y los 600 euros. Así que tan solo hay que echar cuentas de cuánto dinero se ha podido ahorrar todo el Grupo Volkswagen con este software de programación cuyo coste de creación e implementación es prácticamente nulo o realmente bajo.
¿Cuáles son las consecuencias de este amaño premeditado?
Pues la primera de todas ellas es la vergüenza y el desprestigio por el que atravesará Volkswagen y el resto de marcas implicadas en el caso. Estados Unidos tenía que ser el mercado dorado para el grupo automovilístico, pero debido a este problema dar por seguro que Volkswagen ha perdido el mercado americano por lo menos durante los próximos 20 años, si es que en algún momento consigue sacudirse este estigma.
El segundo, y que ya está pasando, son las pérdidas económicas. Desde el lunes, las acciones de Volkswagen han caído en picado. Los mercados han castigado seriamente a la marca y al grupo, habiendo acumulado una pérdida de capitalización cercana a los 26.000 millones de euros en solo dos días, aproximadamente un tercio del valor total. Unas cifras que causarán estragos en los próximos ejercicios fiscales de la compañía, la cual ya ha reservado 6.500 millones de euros para posibles multas y penalizaciones.
Sin embargo es la última consecuencia la que realmente va a causar el mayor daño, la contaminación y la degradación del medio ambiente. Si echamos unas cuentas rápidas, estamos hablando de que estos motores han emitido a la atmósfera unos 2 millones de toneladas de gases contaminantes más de lo esperado. Y esto nos afecta a todos los que respiramos. Posiblemente estamos hablando de uno de los daños ecológicos más graves jamás registrados.
¿De quién es la culpa?
Obviamente de Volkswagen y de sus dirigentes, que sabían el apaño al que estaban sometiendo sus motores y sus cifras de homologación. Sin embargo también hay que señalar a las agencias de regulación por ser tan laxas en sus legislaciones, que en el caso de Estados Unidos confiaban directamente en las cifras que los fabricantes proporcionaban. No es comprensible que sean éstas las que ahora lleguen exigiendo y multando, cuando han sido ellas, y sus normativas nada concretas, las que han fomentado los engaños. Deben asumir su parte de culpa en este caso y actuar en consonancia, con unas pruebas más severas y reales.
¿A quién afecta finalmente este escándalo?
Pues obviamente a Volkswagen, que ya se está llevando su palo en las bolsas y en la confianza de sus clientes. Aunque estos sean multados, que lo serán, con una multa que empieza a rondar los 16.000 millones de euros, seremos los usuarios los que al final acabaremos pagando las consecuencias.
Durante años, hablamos de los últimos 20 años, se ha promovido el fomento y el uso de los vehículos diésel, asegurando que no solo son más ahorradores sino que son más beneficiosos y menos perjudiciales para el medio ambiente. En los últimos años los estudios demuestran que éste no es el caso. La psicosis del diésel no ha hecho más que empezar, y al final el cliente será el que pague las consecuencias.
¿De qué manera? Pues muy sencilla, económica. No os quepa duda que todos los países de la Unión Europea y el resto del mundo castiguen duramente a los vehículos diésel mediante una subida de impuestos de circulación, limitación de circulación e incluso una subida en los precios de los carburantes. Tiempo al tiempo, esto no ha hecho más que empezar, y aunque Volkswagen haya cometido este lamentable error, seremos todos los que paguemos las consecuencias en un futuro no muy lejano.