La gran estafa del biodiésel
Una de las alternativas al gasóleo de origen fósil es el biodiésel, una mezcla de gasóleo convencional con aceites vegetales. En teoría, reduce las emisiones de efecto invernadero, pero en la práctica están empeorando el problema y energéticamente hablando no es buena idea
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Publicado: 28/06/2017 18:00
Los motores diésel suelen funcionar con gasóleo de bajo contenido en azufre (de automoción) que ha sido refinado tras un largo viaje desde las entrañas de la Tierra. En la Unión Europea una mínima fracción del combustible que podemos comprar está compuesta por biocombustibles.
La intención es buena: reducir un poco la importación de petróleo y compensarla con biomasas que se convierten en combustible. Los motores ni se enteran y con el crecimiento de las plantas que lo producen se ahorra CO2; es decir, la fotosíntesis retira CO2 de la atmósfera y libera oxígeno.
El CO2 es uno de los principales causantes del cambio climático por elevar la temperatura de la Tierra (efecto invernadero)
Sin embargo, las cuentas que echa la Unión Europea no están teniendo en cuenta un perverso efecto secundario: algunos biocombustibles tienen su origen en cultivos que necesitan grandes superficies. Si no se elimina superficie para alimentación, solo queda un remedio: crear más superficie eliminando masa forestal.
Observemos esta infografía de Transport & Environment, una ONG medioambiental. Supongamos que comparamos un barril de petróleo convencional con cultivos de biocombustible vegetal de primera generación (obtenidos de la recolección de cultivos).
Si empleamos la colza como origen, estaremos produciendo un 20% de emisiones adicionales. Peor es utilizar soja, que duplica las emisiones (+100%) respecto al gasóleo. El caso del aceite de palma ya es de traca, pues triplica las emisiones respecto al diésel fósil.
De media, los biocombustibles producen un 80% más de emisiones de CO2
Como en la Unión Europea no hay superficie cultivable suficiente como para atender la necesidad de mezcla que exigen las gasolineras, es necesario comprar el biocombustible fuera. También hay que considerar que el biocombustible que viene en barcos no es precisamente a un coste medioambiental cero, y hay emisiones de más cosas que no son CO2 y hacen daño también.
Países en desarrollo o en vías de desarrollo están desplazando masa forestal para poder ampliar los cultivos necesarios para producir el biocombustible. Si ese no es suficiente problema, encontramos otro: si se paga más por los cultivos para biocombustible que para alimentación, se está provocando un problema humanitario que es más o menos grave dependiendo del lugar.
Según los cálculos de la ONG, con un cultivo de maíz de la extensión de un campo de fútbol se pueden alimentar a 2,4 vehículos al año, frente a los 260 vehículos eléctricos que se podrán propulsar usando esa superficie para placas solares fotovoltaicas. Ojo, un campo de fútbol tiene una extensión variable, pero consideremos que es una media hectárea. El ejemplo es para bioetanol (motor gasolina) pero el rendimiento para biodiésel no anda muy lejos.
Por lo tanto, está siendo peor el remedio que la enfermedad. La masa forestal que se suprime para estos monocultivos produce una pérdida neta de la absorción natural de CO2. Dicho de otra forma: los cultivos con su fotosíntesis reducen menos el gas de efecto invernadero, los bosques son más efectivos limpiando el aire y regenerando el oxígeno.
Las soluciones al problema son fundamentalmente políticas. La Unión Europea debería aceptar únicamente biocombustible de origen sostenible, y certificando que no se afecta al suministro de productos alimentarios. Por otro lado, se debería apostar por biocombustibles de segunda generación, que tienen origen en distintas biomasas que suelen ser desperdicios.
Por ejemplo, los excedentes agrarios que no sirvan para alimentación deberían usarse para ese propósito, lo mismo que restos de podas, desperdicios, etc. También se reducen las emisiones de CO2 plantando árboles. Podría seguirse el ejemplo de cierto fabricante alemán que empezó plantando cientos de miles de árboles en 2007 para reducir el efecto neto de las emisiones de sus coches. Sí, hablo de Volkswagen.
En cuanto al biodiésel como producto, no la mezcla mínima obligatoria, no todos los motores lo admiten, y hay que fijarse en la concentración. Por ejemplo, B5 significa 95% gasóleo y 5% aceite vegetal; eso lo acepta casi cualquier motor. El B30, más intensivo en aceite, no está recomendado en muchos casos. En cuanto al ahorro económico, no suele merecer la pena, y las emisiones... rara vez las bajará.
Para ese viaje no necesitábamos alforjas.