Europa ataca al coche eléctrico chino por su bajo precio mientras que Japón opta por otra vía (más inteligente) para frenar su expansión
Todos contra China, y ahora también China contra todos. Las represalias de las principales potencias mundiales contra la expansión de los fabricantes de coches del gigante asiático están despertando a la bestia china, cuyas últimas amenazas van contra el gobierno japonés.
El Gobierno de China inició su apuesta por el vehículo eléctrico hace ya más de una década, y ahora está recogiendo sus frutos. Los fabricantes y las empresas del gigante asiático están consiguiendo lo que las occidentales no pueden: ofrecer coches eléctricos a precios bajos y con altos estándares de calidad.
Gran parte del motivo por el que lo están consiguiendo, más allá de los subsidios procedentes del gobierno chino, está en el control que ejercen en prácticamente toda la cadena de producción, y no solo del vehículo en sí: también de las baterías y de las materias primas.
Europa busca reducir su dependencia de las firmas chinas, pero resulta complicado conseguirlo en el corto plazo. ¿Solución? Proteger a sus fabricantes locales imponiendo aranceles a la importación de coches eléctricos procedentes desde China.
Estados Unidos y Canadá han realizado maniobras más agresivas, imponiendo aranceles del 100% (en Europa, por debajo de la mitad). Y ahora hemos sabido que hay otra potencia en el juego de 'aislar' al gigante chino: Japón.
Toyota muestra sus preocupaciones
En Japón se ha tomado una decisión: restringir las ventas de semiconductores y servicios de equipo de fabricación de chips a China. Y ahora es este último el que vuelve a amenazar con represalias, al igual que ha hecho con Europa.
Si al Viejo Continente se le amenazó con investigar las exportaciones de productos cárnicos o lácteos procedentes de la UE, o los motores de alta potencia, ahora es el Gobierno de Japón el que teme que se les pueda limitar el acceso del país a minerales esenciales para la producción, entre otras cosas, de vehículos.
Y no son pocos los que están mostrando sus temores: altos funcionarios del Gobierno o directivos de los fabricantes de coches han mostrado sus temores. Toyota, el principal fabricante automovilístico japonés, teme a una posible nueva guerra comercial entre ambos países, como ya sucediera en 2010 cuando China suspendió las exportaciones de tierras raras a Japón.
En aquel momento, la crisis a la que se llegó por una disputa territorial en el Mar de China Oriental sacudió al sector tecnológico del país y el suministro mundial de imanes de alta potencia que se fabricaban en Japón (con tierras raras procedentes de chinas), quedó amenazado.
Toyota considera que la imposición de controles al comercio de chips desde China podría limitar la actividad de la marca y al sector entero, en un contexto en el que se está intentando empujar hacia nuevas soluciones de movilidad, como el coche eléctrico.
La presión de EE.UU. a Japón puede tener sus repercusiones
Estados Unidos ha estado ejerciendo presión en los últimos años con la conocida regla del producto extranjero directo: esta permite al gobierno norteamericano controlar las ventas de productos fabricados en cualquier rincón del planeta siempre que usen una mínima cantidad de tecnología de su país.
Y aunque hasta ahora se han abstenido de realizarlo contra Japón y otros aliados clave, buscando una solución diplomática, no descartan el uso de esta regla para aislar todavía más al gobierno chino en materia de tecnología avanzada. Y es que el gobierno estadounidense ha estado presionando al japonés para imponer restricciones adicionales a la capacidad de producción de fabricantes de chips locales.
Estas, como Tokyo Electron, venden herramientas avanzadas a China; lo que pretende el ejecutivo de Biden es limitar el desarrollo de la industria china en el sector de los semiconductores. Países como el japonés o Países Bajos, por ejemplo, han trabajado por limitar el acceso de países no tan aliados a equipos de alta tecnología.
Sin embargo, esta forma de convencer desde Estados Unidos para que se alineen con su política comercial no está sentando nada bien a China, cuyas decisiones podrían tener un efecto directo en el mercado automovilístico mundial. Y todo a cuenta, de nuevo, del coche eléctrico.
Fuente: Bloomberg