Frases para la historiaCitas famosas del mundo del motor (IV)
Recopilamos algunas de las citas célebres más impactantes, ingeniosas y divertidas relacionadas con las competiciones sobre cuatro ruedas. Os ofreceremos un total de siete artículos. Perlas de sabiduría de la boca de los pilotos más relevantes de la historia en la Fórmula 1 y los rallyes ¿Qué frases te han gustado más?
Llegamos a la cuarta entrega de nuestra recopilación de citas históricas del mundo del automóvil y la competición. Hoy repasaremos algunas de esas frases lapidarias, ya sea por su ingenio, por el sentido del humor que encierran o porque dejan sin habla al escucharlas.
Arrancamos con el piloto finlandés de rallyes Markku Alén. Es famoso el éxito de esta disciplina del motor en el país nórdico, y Alén lo explicaba así: “En Finlandia sólo puedes ser tres cosas: granjero, borracho o piloto de rallyes, y yo conozco a varios que son las tres cosas”. Más claro, agua.
Si el destino de los finlandeses está escrito, el del piloto argentino Juan Manuel Fangio también. Con cinco Mundiales de Fórmula 1 en el bolsillo, está claro que no podía haber sido otra cosa. Pero es curioso cómo empezó a competir, según él mismo contaba: “Un hermano mío, José, me avisó que había una carrera en Benito Juárez. Yo ya había corrido una vez, como copiloto, entre Coronel Vidal y Maipú, en el año 29. El segundo lugar me abrió el apetito por la velocidad. Quise probar. Pero no tenía auto. Un amigo de Balcarce, Viangulli, le pidió prestado el auto al padre ¡y lo consiguió! Era un taxi. Estuve tercero hasta faltando una vuelta, cuando se cortó una biela. Para colmo, después descalificaron al primero y al segundo ¡Esa vez pude haber ganado y había mil pesos de premio!”.
Otros acabaron en los deportes de motor de casualidad. Como Kimi Raikkonen, que una vez afirmó: “Me harté del hockey sobre hielo y lo dejé porque había que madrugar mucho para entrenar”. Sinceridad ante todo.
Porque otra cosa no, pero sinceridad no le falta a “Iceman”. Durante una entrevista, le preguntaron por qué había fijado su residencia en Suiza. Raikkonen disimuló poco: “Es muy relajante. No me gustan las grandes ciudades, mucho follón. Y Suiza es un poco como Finlandia, mucha nieve. Y es bueno para los impuestos, claro”.
¿Quieres más pruebas de la sinceridad de Raikkonen? Pues bien, el GP de Brasil de 2006 fue el último de Michael Schumacher antes de su retirada (aunque luego volvió en 2010). Se realizó un homenaje, en el que Pelé dedicó unas palabras al pentacampeón alemán. El comentarista británico Martin Brundle se percató de que Raikkonen no estaba por allí. Cuando después le vio aparecer, le preguntó dónde se había metido. El finlandés, en directo y ante millones de espectadores, dijo ni corto ni perezoso: “Estaba cagando”. Muy elegante.
Hablando de espectadores, es imposible no acordarse de la época dorada de los rallyes, cuando los aficionados llenaban las cunetas. Los coches pasaban a toda velocidad a apenas unos centímetros de la gente, que no era consciente del peligro. Walter Röhrl lo recordaba así: “¿Los espectadores? Al ver los videos de mi coche acelerando a fondo entre espectadores parados en la carretera... siento vergüenza. Era como parte del juego. No había presión de los organizadores por cambiar. No tenía más solución que acelerar y correr a fondo”. ¿Y cómo hacía Röhrl para no pensar en que podía atropellar a alguien? “Me limito a pensar que son árboles”.
El bueno de Walter Röhrl, además de ganar dos Mundiales, dejó para el recuerdo muchas frases. Por ejemplo, una explicación poco técnica pero muy descriptiva de cómo es el balance de un coche: “Si puedes ver el árbol contra el que te vas a estrellar, es subviraje. Si lo oyes, es sobreviraje”. Los pilotos de rallyes saben controlar el sobreviraje, como demuestra la siguiente explicación no menos memorable: “Los pilotos verdaderamente buenos tienen los mosquitos pegados en las ventanillas laterales”.
Otro personaje que también solía soltar frases lapidarias era Enzo Ferrari: “Cuando usted compra un Ferrari, está pagando por el motor. El resto se lo doy gratis”. ¿Quién necesita un departamento de marketing? Lo cierto es que sus coches sabían (y saben) ofrecer un plus, algo intangible. Quizá “Il Commendatore” tuviera razón cuando decía: “Yo no sé cómo es el alma pero, si existe, los motores deben tener una porque se quejan, se desesperan, se rebelan y se comportan como niños a los que se forma, día a día, educándolos”.
Enzo Ferrari también soltó en una ocasión: “La aerodinámica es para quien no sabe construir motores”. Viendo los resultados actuales, está claro que el italiano se equivocaba. No se puede ser un visionario todos los días.
Ferrari tiene algo especial. El propio Michael Schumacher dijo: “No eres un verdadero campeón del mundo si no lo eres con Ferrari”. Quizá por ello se mostró extremadamente emocionado en el GP de Japón de 2000, cuando conquistó su primer título con la escudería de Maranello. Para que luego digan que los alemanes son fríos.
Aunque parezca increíble, hay pilotos que no sólo piensan en ser campeones. “Prefiero ganar una carrera y divertirme, a ganar 10 títulos y aburrirme”, aseguró Gilles Villeneuve. Lo cierto es que el canadiense nunca pudo saborear las mieles del éxito en el Mundial, a pesar de vencer en algunas carreras con Ferrari.
Tampoco se aburría el piloto francés Jean Alesi, al menos hasta que llegó a la Fórmula 1. Alesi hablaba de sus sacrificios como piloto: “Antes solía deambular con chicas; con este trabajo, ya no puedes”. Hay que tener prioridades, está claro.
Y las prioridades no suelen ser hacer amigos, debido a la gran competitividad que se vive en el paddock. Por ejemplo, Juan Pablo Montoya y Ralf Schumacher fueron compañeros en Williams durante cuatro temporadas, pero nunca se llevaron bien. Una situación que al dirigente de la escudería, Frank Williams, pareció importarle poco: “Nosotros les pagamos para que ganen carreras, no para que vayan de picnic”.
Con más humor se tomaba las cosas Niki Lauda. El piloto austríaco sufrió un grave accidente en el GP de Alemania de 1976, del que salió con graves quemaduras en su rostro. En 1999, durante una visita al circuito que casi le costó la vida, coincidió con unos aficionados que le preguntaron qué hacía por allí: “Buscando el resto de mi oreja”. No hay nada como tomarse la vida con filosofía.