Las joyas rodantes de la Corona Española
En la localidad madrileña de El Pardo, a 20 km de la capital, se esconde el mayor tesoro automovilístico oficial de nuestro país y uno de los más importantes del planeta. Se trata de la Sala Histórica de la Guardia Real, ubicada en el Cuartel ‘El Rey’, anexo al Palacio de El Pardo.
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Publicado: 12/10/2018 09:00
El museo alberga una veintena de vehículos (16 coches y 5 motocicletas), destinados durante cerca de ocho décadas al servicio oficial de los Jefes de Estado españoles y extranjeros que nos han visitado. Allí duermen algunos de los modelos más exclusivos -y varias piezas únicas- de marcas de coches como Rolls-Royce, Mercedes o Cadillac, y de motocicletas como Hartley-Davidson o BMW.
Desde un Ford de 1938 o un Cadillac blindado y descapotable de 1948, hasta tres Rolls-Royce Royal Phantom IV de 1950, pasando por un ‘juguete’ de 1977, creado para el entonces jovencísimo Príncipe Felipe, ocupan el citado pabellón.
No hay duda de que estas verdaderas obras de arte han sido testigos mudos de conversaciones y deliberaciones cruciales para el destino de la nación y acumulan innumerables secretos de la alta política doméstica e internacional.
Por tanto, recorrer el ‘garaje’ donde duermen las joyas rodantes de la Corona Española, supone realizar un apasionante viaje por nuestra Historia Contemporánea.
Y para que este legado motorizado, perteneciente a Patrimonio Nacional y al Ejército de Tierra, permanezca en perfectas condiciones, opera la Unidad de Mantenimiento de la Guardia Real. Está compuesta por medio centenar de especialistas en las áreas de mecánica, electricidad, pintura y guarnicionería. De esta plantilla, 41 pertenecen al Ejército de Tierra y el resto son técnicos civiles.
Todos los vehículos se inspeccionan dos veces al año, y dependiendo del modelo, las labores pueden extenderse por espacio hasta de cuatro días, como el caso de los Rolls-Royce, y entre dos y tres jornadas para el resto de los vehículos.
El Ford de la Guerra Civil
Arrancando la visita en orden cronológico, nos topamos con el vehículo más antiguo de la muestra. No destaca por la belleza de sus líneas, pero sí por un diseño aparentemente rústico y funcional. El Ford 817 T de 1938 fue empleado por el dictador como despacho y dormitorio durante la Guerra Civil.
Al chasis convencional de un Ford 817 T se le incorporó un vagón de ferrocarril. De ese modo, se transformó y acondicionó para ganar el espacio y las comodidades requeridas por el militar durante la triste contienda fratricida.
La monumental personalización, que incluyó la instalación de un baño completo con un lavado de plata de una orfebrería de París y agua caliente, corrió a cargo de Carde y Escoriaza. La empresa carrocera zaragozana hizo entrega del Ford al Parque de Automóviles de Su Excelencia El Generalísimo en la primavera de 1938. Este vehículo conocido entre las altas instancias del Régimen con el nombre de ‘Términos’, monta un motor de 8 cilindros en V, 4 litros y 85 caballos de potencia.
Desde el 12 de diciembre de 1939, formó parte del ultrasecreto Cuartel Móvil de Su Excelencia, compuesto por una caravana de siete vehículos. En el año 2000, la Unidad de Mantenimiento de la Guardia Real acometió una restauración integral para recuperar su estado original.
Mercedes: los 'aliados' alemanes
Tras el ascenso de Adolf Hitler al poder en Alemania, sus afinidades políticas con Franco hicieron que el autócrata español incorporara, diversos coches germanos para su servicio oficial. Uno de los primeros y más lujosos representantes ‘made in Germany’ fue el Mercedes-Benz 770 Pulman Limousine W 150. El ‘Gran Mercedes’, que salió de la cadena de montaje en 1941, representaba el máximo exponente tecnológico de la época.
Fabricado con un chasis tubular ovalado, dispone de doble encendido, compresor, frenos hidráulicos servo-asistidos y luces orientables, entre otros revolucionarios sistemas. Los avances también llegan al apartado técnico.
Está propulsado por un bloque de aluminio de 8 cilindros en línea y 7,7 litros, que transmite la potencia (230 caballos) y su velocidad máxima (80 km/h), a través de una novedosa caja de cinco marchas. Desde el 4 de diciembre de 1942, fecha de su matriculación, el Mercedes 770 demostró sus habilidades en la carretera aunque sus 4.400 kg requerían 40 litros cada 100 km, de un depósito de 215 litros.
Otro modelo de la marca germana, el todoterreno Mercedes-Benz 540 G 4 W31 de 1939, está considerado la estrella -nunca mejor dicho- de la muestra. De hecho, no existe ningún otro ejemplar en el mundo como este. Se produjeron un total de 57 unidades. El mastodóntico todoterreno de siete ocupantes, está equipado con un motor de 8 cilindros en línea, 5,4 litros y 115 caballos de potencia, capaces de mover con escasa ligereza sus 3.840 kg. Alcanza 67 km/h. En conducción off-road, consume 38 litros a los 100 km y 10 litros menos en carretera, contando con un depósito de 98 litros.
El Führer ordenó fabricarlo a partir de 1934 y adquirió un 540 G4 W31 para su servicio propio. Además, envió otra unidad al sátrapa italiano, Benito Mussolini. Y por último le regaló otro a su ‘amigo’ español, Francisco Franco por su 50º cumpleaños. El monstruoso Mercedes de color gris y dos ejes traseros motrices, se dio de alta el 3 de diciembre de 1940. Sin embargo, tras la derrota de Alemania en la II Guerra Mundial y el óbito de Hitler, su uso resultó muy restringido. Ya no era apropiado ni popular conducir un vehículo del Nazismo.
Años después de la muerte del Caudillo, Mercedes presentó una oferta de 1.000 millones de pesetas de la época para adquirir el único G4 W31 que se conserva en su estado original y con esas especificaciones. Obviamente, el Estado español rechazó la propuesta. Sin embargo, la marca de la estrella de tres puntas quería hacerse a toda costa con uno de los escasos vehículos que no lucen en su museo. Por eso, estaba dispuesto a sufragar los costes de mantenimiento, reparaciones y suministro de piezas de los vehículos de la Guardia Real durante un plazo de 25 años.
No obstante, de nuevo obtuvieron un no por respuesta. Cuenta la leyenda que los dirigentes de Mercedes, desesperados por la negativa española, pusieron sobre la mesa un cheque en blanco y que surtirían de Mercedes a la flota de Juan Carlos I durante toda su vida. Mito o realidad, lo cierto es que el Mercedes-Benz 540 G4 W31 continúa perteneciendo a Patrimonio Nacional.
Tesoros británicos
Después de la finalización de la II Guerra Mundial (1939-1945), donde sus aliados políticos de Alemania e Italia, Hitler y Mussolini, fueron derrotados -y aniquilados-, el régimen de Franco desarrolló una estrategia de acercamiento hacia una de las naciones vencedoras del conflicto bélico: Reino Unido. Para ello, El Caudillo encargó en 1948 cuatro Rolls-Royce: tres unidades del Royal Phantom IV y una correspondiente al Silver Wraiht.
Precisamente, dominando el centro de la Sala Histórica de la Guardia Real, emergen majestuosos, dos modelos de esos automóviles británicos: un Royal Phantom IV y un Silver Wraiht, situados en línea y cuyo valor es incalculable. Ambos vieron la luz en 1950 y su alta de servicio data del mismo día: el 28 de marzo de 1952.
El primero de ellos, un espectacular Rolls-Royce Royal Phantom IV, aparece escoltado por tres motocicletas Harley Davidson de 1963. Monta un bloque de 8 cilindros en línea y 5,7 litros, asociado a un cambio de cuatro relaciones. Desarrolla unos 160 caballos de fuerza y alcanza una velocidad punta de 160 km/h tras consumir 25 litros a los 100 km.
Este cabrio para cinco ocupantes pesa 2.989 kg, en parte debido al blindaje instalado desde la mitad hasta la zaga del vehículo, así como en los bajos del mismo. Sin ninguna duda, este Rolls-Royce se situó entre los automóviles más lujosos jamás concebidos en la industria automotriz.
Solo se construyeron 18 unidades del Phantom IV -tres de ellas descansan en El Pardo- para celebrar la llegada al trono de la Reina Isabel II de Inglaterra. La limitadísima serie se destinó al uso de monarcas, príncipes y Jefes de Estado. Por si ésta fuera poca exclusividad, se crearon tres unidades de la versión descapotable del Phantom IV. Una se destinó al Sha de Persia, otra al Príncipe de Arabia, y la tercera, es de la que estamos hablando y llegó a España.
Saltando del pasado al presente, una de las últimas apariciones públicas del Phantom IV se produjo el 14 de junio de 2014. Ese día, tras su ceremonia de proclamación en el Congreso de los Diputados como nuevo monarca de España, Felipe VI y su esposa, la Reina Doña Letizia, recorrieron a bordo de dicho Rolls-Royce las calles de Madrid para recibir las felicitaciones de los ciudadanos.
A rebufo del Phantom IV, descansa un espectacular Rolls-Royce Silver Wraiht de cuatro plazas. Dispone de un propulsor de seis cilindros en línea y 4,9 litros, que rinde una potencia de 137 caballos y 150 km/h de velocidad, asociado a una transmisión de cuatro relaciones. En la báscula solo ofrece 1.800 kg, en gran medida por ser el único de los cuatro Rolls-Royce de la Guardia Real sin blindaje. Esa característica le permite consumir tan solo 15 litros a los 100 km del depósito que posee una capacidad de 80 litros.
Por cierto, la figura del Espíritu del Éxtasis o Estatuilla de Emily situada sobre el radiador de estos Rolls-Royce, se encuentra arrodillada. Dicho diseño -en señal de respeto- está reservado para aquellas series empeladas por gobernantes o miembros de la realeza.
Los imponentes modelo americanos
El pragmatismo franquista buscó romper el aislamiento internacional tras su posicionamiento con las potencias del Eje. Por ello, a mediados de los 50 logró reestablecer relaciones con Estados Unidos. El viraje diplomático, que concluyó con la rehabilitación de España en el Bloque Occidental, se tradujo en la adquisición de un buen número de coches de varias firmas de aquel país. Entre otros, destacan tres modelos de Cadillac -marca favorita de Franco por su nivel de confort y de los que acumuló más de una docena-, un Lincoln y un Chrysler.
La flota americana del Generalísimo echó a rodar el 10 de octubre de 1949. Tuvo ese honor un un Buick Eight producido en ese mismo año. Monta un propulsor de 8 cilindros en línea que rinde 28 caballos de potencia y registra una velocidad máxima de 120 km/h. Con un peso de 2.000 kg su consumo se sitúa en 30 litros a los 100 km/h.
Transcurridos tan solo cinco meses, el 30 de marzo de 1950, el Régimen recibe un Cadillac Descapotable. Fabricado en 1948 posee una capacidad para cuatro ocupantes. Monta un motor de 8 cilindros en V, 5,5 litros y 32 caballos de fuerza, asociado a un cambio de tres relaciones. Alcanza una velocidad máxima de 120 km/h y su peso de 3.000 kg, incluyendo el blindaje, hace que el consumo se dispare hasta los 30 litros a los 100 km. No obstante, dispone de un depósito de combustible de 110 litros.
Asimismo, el 23 de julio de 1970 se incorporó al Parque Móvil del Régimen un Chrysler Imperial Lebaron de 1964. Su propulsor de 8 cilindros en V, 4,9 litros y 130 caballos, distribuye la potencia a través de una transmisión automática. Roza una velocidad punta de 150 km/h y tiene un consumo de 28 litros cada 100 km recorridos y un depósito de 70 litros. Al ser un vehículo destinado a labores de alta representación y cinco ocupantes, su blindaje eleva el peso del Lebaron hasta los 3.300 kg.
Tres años más tarde, el 1 de junio de 1973, Franco, quien por aquel entonces ya es un fan de la marca Cadillac, adquiere una unidad del modelo Eldorado. Este veloz y enorme vehículo construido en 1970, está equipado con una mecánica de 8 cilindros en V, 8,2 litros, y distribuye su fuerza por medio de una caja de cambios automática. Su gran potencia (370 caballos), velocidad (190 km/h) y peso ‘reducido’ (2.100 kg), lo convierten en el coche piloto con funciones de seguridad en las comitivas oficiales. Sin embargo, el Cadillac Eldorado consume 35 litros a los 100 km. En su amplio interior pueden viajar confortablemente 5 ocupantes.
Apenas 14 meses después, el 1 de agosto de 1974, el Régimen estrenó un Cadillac Fletwood 1973. Este modelo de 1973 dispone de un propulsor de 8 cilindros en V y 7,7 litros, asociado a un cambio automático. El Fletwood desarrolla 192 caballos y roza los 180 km/h de velocidad punta. El peso de 2.330 kg en la báscula exige 25 litros a los 100 km de los 80 litros del depósito. Diseñado para 5 pasajeros, se utilizaba como coche de respeto (acompañamiento) en los séquitos de la Dictadura.
Para cerrar el apartado de las maravillas estadounidenses, nada mejor que un imponente Lincoln Continental Mark. Catalogado como uno de los vehículos más grandes -y opulentos- del mercado gracias a sus 5,8 metros de longitud y 2.475 kg, comenzó a rodar por España en 1978. Dispone de un bloque compuesto por 8 cilindros en V, 16 v y un cubicaje de 6,6 litros. Rinde 211 caballos y supera los 170 km/h sin problemas. En cuanto al consumo, gasta 18 litros a los 100 km y dispone de un depósito de carburante con una capacidad de 95 litros. El trasatlántico americano, había recibido en 1972 el título del coche más lujoso del mundo junto al Cadillac Eldorado.
Originariamente, la carrocería del Continental Mark ‘español’ lucía un color blanco, aunque fue repintado en un tono azul oscuro, más acorde con las labores de representación que debía desempeñar. El Rey emérito Juan Carlos I lo recibió como un regalo del Príncipe de Arabia Saudí Muley Hassan.
Por último, despedimos el artículo con uno de modelos más simpáticos y exclusivos de la Sala Histórica de la Guardia Real. Nos referimos a una obra de arte verdaderamente única con la que el Ejército de Tierra obsequió al entonces Príncipe, Don Felipe de Borbón, por su noveno cumpleaños. Tomando como base un Seat 600 de 1977, los especialistas de la Unidad Regional de Automóviles del Ejército de Tierra español lo transformaron en un espectacular deportivo biplaza.