La ACEA puede llegar al objetivo de 2030, simplemente no será barato
Cómo no, la organización que representa los intereses de la industria del motor en Europa no ha reaccionado bien ante el objetivo de reducción de emisiones de CO2. En 2030 deberán reducirse las emisiones un 37,5% respecto a los niveles de 2021.
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Publicado: 18/12/2018 22:00
Tanto los países miembros de la Unión Europea como el Europarlamento ha acordado el histórico objetivo para 2030, que fuerza a los fabricantes a una intensa electrificación de sus flotas. La ACEA ha protestado, argumenta que es totalmente irreal desde el punto de partida actual.
Cuando la industria del motor dice que algo no es realista, o que va a ser muy difícil, o que costará nosecuantos empleos, hay que saber leer entre líneas. Lo que pretende decir es que eso se puede hacer, pero les va a salir muy caro, a fin de cuentas las empresas están para ganar dinero y se deben a sus accionistas.
Si ninguna entidad nacional o supranacional le dijese a los fabricantes lo que deberían hacer, seguirían intentando crecer y crecer, aumentar márgenes, vender más unidades (a ser posible de mayor precio), ampliar su cuota en todos los mercados que se pueda y lograr que todas las ciudades del mundo vivan en un atasco permanente. Démosles tiempo, y lo lograrán. Casi parece un patrón piramidal o de crecimiento infinito.
Esa es la lógica que rige sus estrategias, salvo lo que haya que dedicar a responsabilidad social corporativa o todo lo que implique no quedarse descolgados a nivel tecnológico. Por ejemplo, la conducción autónoma es un tren que no conviene perder, o se estará en una grave situación de desventaja competitiva en un futuro cada vez más cercano.
Hasta que llegaron las normas Euro, los coches en Europa prácticamente iban a escape libre. De no haberse producido la crisis del petróleo de 1973 -por apoyar los países europeos a los israelíes- no habrían tenido los ingenieros que dedicar tanto esfuerzo a reducir el consumo de los motores. Y de no ser por EuroNCAP, usaríamos coches mucho menos seguros.
De existir ya la conducción autónoma generalizada, se podrían aligerar muchísimo las carrocerías, no haría falta tanta seguridad pasiva
La industria del automóvil necesita de vez en cuando un empujoncito para llegar al siguiente escalón evolutivo. Los coches eléctricos han estado en el banquillo durante años, y tenemos ejemplos en casi cualquier fabricante de importancia. Hay prototipos en los 70, los 80, los 90... y se están popularizando al ser comercialmente viables, y obviamente, que eso esté dando -o dé- dinero.
Los fabricantes pueden llegar al objetivo de 2030 per-fec-ta-men-te, quiero hacer énfasis en el adverbio. No les va a salir barato, y tendrán que cambiar el chip. Para empezar, tienen dos caminos principales para lograrlo:
- apostar a la electromovilidad de forma decisiva durante la próxima década
- persistir en la combustión interna, pero con un aumento espectacular de la eficiencia, o abandonarla
Y eso nos lleva a la siguiente pregunta: ¿cómo se puede hacer que los vehículos de combustión interna bajen sus consumos de forma radical? La física nos responde: han de bajar los tamaños, las masas, y la resistencia aerodinámica. Esos son los tres principales culpables de que los motores rindan "poco".
Bajar los tamaños tiene el problema de que suponen vehículos de menor precio y menor estatus, ya que su cliente típico tiene poco poder adquisitivo. Reducir las masas implica investigar mucho en materiales compuestos -caros y complejos- y depender cada vez menos en el acero. ¿Y la resistencia aerodinámica? Implica hacer coches de tamaño correcto, y con menos libertad para los diseñadores.
Todo eso está al alcance de la ACEA incluso hoy, pero les costaría más esfuerzo comercializarlo y claramente sería una apuesta menos rentable debido a los mayores costes de desarrollo. Para que los precios puedan ser razonables, habrá que vender muchas unidades, y para eso hay que estimular una demanda que ahora apenas existe.
El Volkswagen XL1 es un buen ejemplo de ello: un coche que tiene unas emisiones ridículas (21 g/km de CO2) y que no es ningún prototipo, se produjo en una serie limitada a 250 unidades en 2013. Había un pequeñito problema, y es que era astronómicamente caro: 111.000 euros en Alemania (IVA al 19%). ¿Y cuál sería su precio si lograsen colocar en el mercado 100.000 o 200.000 unidades? Eso sería otra cosa.
En los años venideros veremos más sinergias en ingeniería, incluso entre fabricantes rivales, para ahorrar dinero. La industria metalúrgica y de componentes, si tiene el encargo de varios fabricantes, logrará los avances necesarios. Sí, se perderán empleos, y se generarán otros. Puede que se reduzcan las ventas de coches, pero es algo que iba a acabar pasando igualmente.
Los fabricantes han estado acostumbrados a unas tendencias, fundamentalmente del Siglo XX, y tienen que asumir que pasado el primer cuarto de este siglo, muchas serán papel mojado. Están cambiando los hábitos de compra y de uso, la tecnología avanza más rápido que nunca, la movilidad no es simplemente vender coches a todo el mundo, y los servicios digitales cobran cada vez más protagonismo.
La ACEA y sus socios simplemente quieren evitar lo que es inevitable. No pueden aspirar al crecimiento indefinido y a seguir encadenando récords de ventas y beneficios uno detrás de otro. Peor fue la Segunda Guerra Mundial para la industria europea, e incluso de esa se pudo salir. Muchos pesos pesados de hoy estuvieron a punto de desaparecer hace no tanto, o apenas pintaban hace 50 años.
A 2030 se llegará con vehículos más racionales y más eficientes
Si se lo saben montar bien, quedará un margen suficiente para poder seguir vendiendo -en pequeñas tiradas- coches de planteamiento lúdico o deportivo, incluso con motores de gasolina. En esa fecha, gran parte de su clientela actual habrá fallecido y habrá otra totalmente distinta. Algunos clientes de 2030 ahora están con el chupete en la boca. Querrán algo diferente, y más vale que se pongan las pilas, que en "nada" serán adultos y tendrán dinero.