La crisis de los microchips se ha cronificado, será la tónica hasta 2022
De acuerdo a la consultora Bain & Company, la falta de microchips y procesadores no quedará solucionada este año a pesar de las políticas que se han adoptado. Como mínimo durará hasta el año que viene, y salir de esta situación será muy caro.
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Publicado: 22/06/2021 22:45
La crisis del coronavirus a nivel sanitario puede quedar solucionada -al menos en los países más industrializados- antes de que se acabe la crisis de los microchips. La falta de estos componentes electrónicos es endémica y afecta a muchos sectores industriales.
El automóvil no es precisamente uno de los mejores clientes, ya que tiene una cuota de entorno al 10% de la producción mundial, pero al tener productos finales de gran valor el daño es más importante que para fabricantes de tarjetas gráficas, pulseras deportivas o bombillas LED.
La producción que está saliendo de microchips está ajustándose en precios al alza, recibe más quien más está dispuesto a pagar. Para solucionar esta crisis es imprescindible aumentar la capacidad de producción, y eso va a requerir costosas inversiones. Decenas de miles de millones de euros.
Según Bain & Company, incrementar la capacidad de producción actual entre el 5% y el 10% tendrá un coste astronómico, 40.000 millones de dólares o 33.578 millones de euros al cambio. A lo largo de 10 años hará falta invertir otros 110.000 millones de dólares, o 92.341 millones de euros, para mantener los desarrollos tecnológicos.
No solo eso, hay que seguir avanzando en la miniaturización para que quepan aún más transistores por unidad de superficie. En otras palabras, más potencia de proceso con el mismo tamaño. Cada año habrá que invertir otros 3.000 a 4.000 millones de dólares, o lo que es lo mismo, de 2.518 a 3.358 millones de euros.
La extensión de la crisis a 2022 ya se da por sentada desde varias fuentes y consultoras
La creciente demanda de procesadores para todo tipo de uso también exige que la capacidad de producción aumente no solo en las fábricas existentes, es que hacen falta muchas más. Y no hay que perder de vista este dato, el proveedor TSMC de Taiwán produce el 80% de estos componentes para todo el mundo.
Occidente ha comprobado las dudosas ventajas de concentrar la producción de componentes de importancia estratégica al otro lado del mundo, de forma que sea difícil de controlar, y al albur de demandas de múltiples sectores. Sumemos una pandemia mundial.
De ahí que hayan surgido voces pidiendo que se vuelva a lograr independencia a la hora de producir estos componentes, teniéndolos más cerca de las fábricas que los utilizan para terminar otros productos. Pero las políticas anunciadas son más cortoplacistas que otra cosa.
La consultora Bain & Company cree que este tipo de disrupciones volverán a ocurrir en el futuro, no se ha tratado de un hecho aislado por la concurrencia de factores imprevisibles. Es más, la próxima vez puede ser incluso peor. Y a mayor carga tecnológica de los coches, el impacto será mucho más dañino en términos de dinero.
Por lo tanto, la industria del automóvil tendrá que seguir lidiando con paradas de sus fábricas cada cierto tiempo, o suprimir turnos, o limitar la producción de determinados modelos, o dejar de ofrecer ciertas opciones porque no se da abasto. O todo a la vez, vaya.
A la hora de adquirir un coche nuevo, hace falta paciencia como sea un pedido a fábrica. Los libros de pedidos no se pueden atender al ritmo previsto y los plazos de entrega se pueden demorar incluso meses. Esto afecta a prácticamente todos los fabricantes del mundo.
No podremos hablar de normalidad hasta bien entrado el año que viene, y eso suponiendo que no sucedan episodios como el incendio en una fábrica japonesa de Renesas, que empeoró aún más la crisis. A veces una cadena se rompe por el eslabón más débil y se acaba propagando a todos los demás.
Fuente: Europa Press