La recarga pública de coches eléctricos será cada vez más fácil
Podemos admitir que hoy día no siempre es cómodo recargar un coche eléctrico en un operador que nunca hemos necesitado antes. No será siempre así, hay varias tecnologías que pueden reducir a la mínima expresión los prolegómenos antes de meter la manguera en el zócalo de carga.
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Publicado: 04/10/2023 22:00
Si nos acordamos de cómo fueron las primeras redes de gasolineras, nos acordaremos de la Campsa en España, Royal Shell en Holanda, o British Petroleum en el Reino Unido. Solían ser monopolios nacionales o empresas muy muy grandes. En la era del coche eléctrico eso no es necesariamente así.
Cuando alguien va a recargar un coche eléctrico en un punto de carga de acceso público, normalmente hay un operador detrás que tiene no precisamente pocas estaciones repartidas por el país. Se me vienen a la cabeza unas cuantas, como Zunder, Iberdrola, Wenea, etc. También puede haber empresas pequeñas y medianas detrás, así que el tamaño importa poco.
Eso sí, que haya tanta variedad tiene un problema para el usuario, el acceso al punto de recarga. No vamos a encontrar a un operario con gorra que tenga la amabilidad de iniciar el proceso de recarga y cobrarnos en metálico. Eso es de otra época. Casi siempre nos tocará entendernos con una máquina, no siempre muy amistosa.
La máquina en cuestión nos permitirá empezar a cargar si tenemos un ítem (como una tarjeta o llavero RFID), o si utilizamos una aplicación móvil de la red en cuestión. Es una de las grandes pegas del ecosistema de la recarga actual, hay que darse de alta en cada operador, uno por uno, para usar sus cargadores.
Sin embargo, eso que acabo de decir no va a ser siempre así, y de hecho, ya está cambiando. Por un lado, algunos puntos de recarga funcionan como las gasolineras low-cost con surtidores prepago, donde no hay operarios. Primero se mete la tarjeta bancaria, se retiene una cantidad, y empieza la carga. Cómodo y anónimo, sin registros. También se puede empezar con un código QR que nos pida los datos de la tarjeta bancaria.
Por otro lado, hay que hablar de interoperabilidad. Algunos fabricantes ofrecen para sus clientes un servicio de recarga pública que da acceso a casi cualquier punto de recarga de una red relevante en toda Europa, haciendo de intermediarios. Este servicio lo tienen por ejemplo BMW, Hyundai o Mercedes-Benz.
Gracias a este servicio de intermediación, basta utilizar una sola aplicación, la del servicio de recarga del fabricante. Se introducen los datos del usuario y del coche, así como medios de pago. Ya está, hecho ese único paso, ya se pueden utilizar cientos de miles de puntos de recarga de distintos tipos con un solo registro y una sola cuenta.
Estos servicios suelen ser sin coste durante un tiempo, o tienen una modalidad gratuita que es para utilizarla pocas veces. Sería el caso de un usuario de vehículo eléctrico que necesitase puntualmente utilizar la red pública, ya que en su día a día utiliza cargadores privados (doméstico, en el trabajo, etc). El precio por carga es más alto, pero no hay cuotas.
Por encima, hay más niveles en los que se puede cobrar una cantidad mensual a cambio de precios reducidos a la hora de cargar, o algún otro tipo de ventaja. Esto sería ideal para aquellos que hagan un uso habitual de las redes públicas, y quieren beneficiarse de un coste más bajo aunque hagan uso de las recargas más rápidas que admita el coche.
¿Puede haber algo aún más fácil que esto? Sí, no tener que utilizar ni la app ni la tarjeta RFID de la red de recarga del fabricante. El invento se llama plug&charge, es decir, enchufar y cargar, algo que llevan años disfrutando los clientes de Tesla. Llegan a un punto de recarga, cogen el cable y lo conectan en el zócalo, y ya está. Algunos lo hacen hasta gratis, y no precisamente desde el otro día (fue en los primeros modelos).
La gracia de este sistema es que el coche se identifica a través del cable y queda asociado a una cuenta de usuario y de pago. Más fácil, imposible, ¿o hay algo aún más fácil? Sí, pero todavía no es una realidad comercial. Me refiero a puntos de recarga robotizados, e incluso a sistemas de recarga inalámbrica mediante inducción. Sin mancharse las manos siquiera con un cable sucio.
Dicho todo esto, pues hay que acordarse de que en las gasolineras no se puede fumar, que o uno se pone guantes o le apestan las manos, y que aunque hay aplicaciones de pago, efectivamente hay que tener una por red de gasolineras, o toca entrar a pagar con tarjeta o con dinero en metálico. Por algo todo esto es progreso, y cuando miremos hacia atrás dentro de unos años, nos preguntaremos cómo nos apañábamos sin tanta tecnología (que de vez en cuando, es hasta útil).