La Unión Europea precipitará el final de los motores de combustión interna, antes de lo esperado
Los objetivos de reducción de emisiones de CO2 en la Unión Europea ya son duros para 2030, pero podrían serlo más, y de esa forma mandar a las automovilísticas un claro mensaje: el motor de combustión interna está ciertamente acabado.
6 min. lectura
Publicado: 14/09/2020 21:00
Hasta la fecha seguramente podremos pensar que los objetivos de reducción de emisiones de CO2 están dando más dolores de cabeza que satisfacciones. Principalmente por la retirada de modelos del mercado que perjudican a los fabricantes en su "contabilidad", como todoterrenos, deportivos, algún monovolumen, etc.
Este año se hará una media de las emisiones del 95% de los vehículos vendidos en la Unión Europea, cuyo resultado debería dar 95 g/km -ajustando al alza o a la baja según la masa media de los coches-. Ese 5% aún da cierto margen a los fabricantes, pero en 2021 no se contará, el 100% de las ventas sumarán (y penalizarán con multas milmillonarias o de cientos de millones).
¿Pasado 2021, qué? La idea que rige hasta el momento es de recortar los niveles de 2021 en un 37,5% para 2030, que es una reducción importante, pero esta semana la Comisión Europea podría sorprendernos con una reducción más contundente: la mitad, según Reuters. Eso tiene unas implicaciones bastante claras. En realidad no debería pillarnos por sorpresa...
En la práctica, eso dejaría del mercado a prácticamente todos los modelos que no sean híbridos enchufables o totalmente eléctricos (a baterías o con pilas de combustible de hidrógeno). Incluso con un híbrido "normal" conseguir emisiones tan bajas es una quimera, al menos con la tecnología actual.
Ahora mismo la única forma segura de bajar las emisiones por debajo del umbral de los 50 g/km pasa por poner a un híbrido baterías gordas y la posibilidad de recorrer decenas de kilómetros sin encender el motor de combustión. O eso, o asegurar tantas ventas de modelos de emisiones cero que se puedan compensar las de modelos que consuman energía fósil, o híbridos con cualquier combustible. Sin baterías "enchufables", claro.
Esto viene a cuento porque la Unión Europea pensaba en recortar las emisiones en un 40% para 2030 a partir del escenario 1990. Si les da por aumentar el objetivo hasta el 55%, tajos habrá que meter por todos lados. Especialmente al sector del transporte, y eso incluye a los coches.
De todas formas, esos objetivos no implicarían un cataclismo, simplemente una aceleración de lo inevitable. Desde luego se llevaría por delante todos los coches pequeños con motores de combustión, tendrían que hacerse eléctricos todos. Al ritmo que caen los euros por kWh, los utilitarios y compactos tendrán autonomías decentes con precios razonables.
Por otro lado, en 2030 la red de recarga eléctrica habrá evolucionado lo suficiente como para permitir que no sean tan importantes las capacidades de las baterías. Con que se puedan hacer 200-300 km y realizar pausas de minutos, se vuelve asumible. Así hacen los motociclistas, se han acostumbrado a parar con frecuencia, lo cual es positivo respecto a la seguridad vial, no tanto respecto a la comodidad.
El cambio de paradigma será importante. Imaginemos en el típico coche eléctrico de 10 años: recargará más rápido, será más económico, pero no necesariamente tendrá grandes capacidades. El margen de mejora apenas está en los motores, ya son muy eficientes, pero pueden ayudar reducciones de peso y aerodinámicas aún más perfeccionadas.
La Unión Europea está tomándose muy en serio los objetivos de descarbonización, y no les culpo. Los científicos advierten que el calentamiento global asociado al hombre -y a la mujer- está acelerándose por encima de lo previsto (p.e. Permafrost derretido), por lo que las medidas duras tienen que entrar en vigor antes.
Ahora bien, la Unión Europea no puede hacer ese viaje sin coordinarse con la industria del automóvil continental, en el sentido de que no pueda competir con las de otras zonas del mundo donde las normas no son tan duras. De momento ya cuenta con la oposición de la VDA, representante de los fabricantes alemanes, a la que todo objetivo le parece excesivo y difícil de realizar.
El motor de combustión interna tiene fecha de caducidad, eso no tiene discusión. El quid de la cuestión es el cuándo. En 2040 no hará falta prohibir las ventas de motores de combustión interna, el consumidor los habrá dejado de lado mucho antes, especialmente a partir del punto en el que los eléctricos ya igualen en precio a sus equivalentes adictos al zumo de dinosaurio.
Fuente: Reuters