4.000 horas de trabajo de restauración ha necesitado este Lancia Aurelia B20 GT único

El Lancia Aurelia tiene el honor de haber sido el primer coche de producción en haber montado un motor V6. Pero esta unidad de 1951 en concreto es única. Fue modificado en fábrica y logró numerosas victorias en competición. Ahora, y tras una increíble historia, vuelve a lucir como el primer día.

4.000 horas de trabajo de restauración ha necesitado este Lancia Aurelia B20 GT único
Lancia Aurelia B20 GT

6 min. lectura

Publicado: 24/04/2020 21:00

En Lancia Aurelia ocupa un lugar especial en la historia de la automoción. No en vano se trata del primer coche de producción que albergó bajo su capó un motor V6. El propulsor fue diseñado por Francesco de Virgilio, mientras que las formas nacieron a partir del diseño concebido por Vittorio Jano. Se basaba en un prototipo denominado A10 con motor V8 y que, ojo, contaba con seis plazas en las que el conductor iba en la central delantera.

Se escogió el nombre de Aurelia por ser una de las vías romanas más importantes. Esta tradición seguiría luego con el Lancia Appia y el Flaminia. El primer modelo, denominado B10 y con carrocería sedán, sería presentado en 1950 al que seguiría, entre otros, el modelo que nos ocupa: el B20.

Denominado también Lancia Aurelia GT, que contaba con una carrocería de dos puertas. Su producción fue realizada por Pininfarina, quien construyó un total de 3.773 coupés. Las primeras unidades montaban un motor V6 de 2 litros y 75 CV; el del sedán empezó como un 1.7 de 56 CV.

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Como tampoco es objeto de este artículo hablar de los pormenores del Lancia Aurelia, porque solo eso daría para un artículo y muy extenso, vamos a centrarnos en esta unidad en concreto por ser un pedacito de la historia del motor.

Giovanni Bracco fue el primer dueño de este Aurelia. Comprado nuevo nada más lanzarse al mercado (1951), empezó a competir con él casi inmediatamente. Y realmente no lo hizo mal, nos imaginamos por una combinación de buenas manos al volante y ser un coche adelantado para su época.

Fue segundo nada menos que en la Mille Miglia, primero en la carrera nocturna de Caracalla y también en las Seis Horas de Pescara. Luego participó en Le Mans, donde se hizo con el triunfo de su categoría, terminando además duodécimo en la general.

Pero entonces llegaría el momento de cruzar el charco para disputar una de las pruebas más importantes, la Carrera Panamericana de ese año. Para ello, Giovanni Bracco quiso mejorar aerodinámicamente el Aurelia recortando el techo; una solución muy vista en los hot rod pero que también se ha aplicado en competición.

Como el adinerado piloto tenía muy buenas amistades con Lancia, la firma italiana accedió a hacer las modificaciones oportunas en la propia fábrica. Así llegó para disputar la prueba aunque, en esta ocasión, la fortuna no le sonrió y se estrelló al cuarto día.

El coche fue vendido a un arquitecto mejicano y Bracco se volvió para casa listo a embarcarse en un nuevo proyecto. Al año siguiente, con un Fulvia volvió a aparecer en la Carrera Panamericana de 1952, terminando en novena posición. A partir de ese momento fue cuando se le perdió la pista al Aurelia, creyéndose que incluso había sido destruido o desguazado.

Recibió tres capas de pintura, igual que en la temporada de 1951

Realmente el coche sí sobrevivió al paso de los años, almacenado, pero no ajeno al deterioro del propio devenir del tiempo. Bueno, y también de algún desalmado que le pareció buena idea destrozar la parte trasera con cambios que recordaban a la parte trasera un Volkswagen Beetle. Para ello cortaron y soldaron, así que algunas partes originales se perdieron.

El especialista Thornley Kelham descubrió el coche y se lo llevó a su taller de restauración en el Reino Unido para intentar devolverlo a las condiciones originales en las que disputó la Carrera Panamericana. En total le ha llevado nada menos que tres años y más de 4.000 horas de trabajo.

La parte trasera es la que sin duda les llevó una mayor dedicación. Para conseguirlo recurrieron a escaneos en 3D y moldes en fibra de vidrio. Una vez completada la carrocería siguieron el mismo proceso de pintado de la carrocería que sufrió en su momento: se pintó en negro, que era su color original.

Este es el resultado final

Luego se repintó en rojo (color usado cuando participó en Le Mans) y finalmente de nuevo en negro, el esquema de pintura que lució en la Carrera Panamericana. En el interior se instalaron dos asientos originales del Lancia Ardea, el modelo de acceso con motor V4, pues eran estos los que utilizaron para competir.

"Décadas de modificaciones y mal uso hicieron de esta una de las restauraciones más difíciles que hemos hecho", explicó Simon Thornley, cofundador de Thornley Kelham. El taller seguirá ahora con otro trabajo histórico: devolver a su estado original un Alfa Romeo 6C 1750 de 1930 nuevo y comprado por el dictador italiano Benito Mussolini, después de décadas de abandono.

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